A lo largo de la historia de la humanidad, la moralidad y la ética han sido temas fundamentales para guiar el comportamiento humano y establecer principios que conduzcan a una sociedad más justa y armoniosa.

Una de las formas en que estas cuestiones han sido abordadas en Occidente es a través de la identificación y clasificación de los llamados pecados capitales. En el contexto de la Iglesia católica romana, los pecados capitales han sido considerados como los principales obstáculos que alejan a las personas de la gracia divina y, por lo tanto, deben ser evitados.

Estos vicios, según la doctrina católica, representan aspectos negativos del comportamiento humano que pueden conducir a la destrucción espiritual y moral. Vamos a ver cuáles son los pecados capitales y qué supone cada uno de ellos.

Qué es un pecado capital

Empecemos por definir qué es un pecado capital. Según el sacerdote y teólogo italiano de la orden dominicana del catolicismo romano Santo Tomás de Aquino, un vicio capital es "aquel que tiene un fin excesivamente deseable de manera tal que, en su deseo, un hombre comete muchos pecados todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal".

Es decir, el término "capital" (de caput, capitis, 'cabeza', en latín) no se refiere a la magnitud del pecado como tal, sino a que este da origen a muchos otros pecados.

Los pecados capitales también reciben los nombres de pecados cardinales o vicios capitales.

Cuáles son los 7 pecados capitales y qué significan

Al principio del cristianismo, los escritores religiosos enumeraban ocho pecados capitales. El número siete fue dado por el papa Gregorio I a finales del siglo VI, y se mantuvo por la mayoría de los teólogos de la Edad Media.

Enumerados de la misma manera por Santo Tomás los pecados capitales son lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Cada uno de los ellos representa una inclinación pecaminosa hacia diferentes aspectos de la vida y la naturaleza humana.

La lujuria

Se trata de una inclinación desenfrenada hacia el deseo sexual, que ha sido considerada como un vicio que aleja a las personas de la gracia divina y puede conducir a la destrucción espiritual. Este pecado capital está en el corazón de muchas tradiciones religiosas y filosóficas, y ha sido identificado como un obstáculo para una vida espiritual y moralmente recta. La lujuria puede llevar a una la infidelidad en las relaciones matrimoniales, entre otras cosas.

La lujuria puede tener graves consecuencias tanto a nivel espiritual como social. Desde una perspectiva religiosa, las personas que se dejan llevar por la lujuria se alejan de la gracia de Dios. La lujuria también puede llevar a la culpa y al remordimiento, lo que afecta negativamente la salud emocional y mental de la persona. Además, la lujuria puede tener un impacto en las relaciones interpersonales y en la sociedad en general.

La búsqueda obsesiva del placer sexual puede llevar a comportamientos irresponsables y a relaciones promiscuas, lo que puede dar lugar a embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y rupturas familiares.

La gula

Por el pecado capital de gula entendemos el exceso y la falta de moderación en el comer y beber. El término proviene del latín gula, “garganta” o “gaznate”, que metafóricamente se asoció con el acto de tragar. ¿Has usado esta palabra alguna vez?

Una persona que cae en este pecado puede tener una obsesión con la comida y buscar la satisfacción en la comida más allá de lo necesario. La gula no solo afectaría a la salud física, sino también a la salud emocional y mental.

En la Summa Theologiae, el teólogo medieval Santo Tomás de Aquino dice que: "La gula denota, no cualquier deseo de comer y beber, sino un deseo desmesurado... que abandona el orden de la razón, en el que consiste el bien de la virtud moral". Se cree que los que cometen el Pecado de la Gula son castigados en el Infierno siendo obligados a comer ratas, sapos y serpientes.

La avaricia

Es el deseo egoísta y excesivo de riquezas y posesiones materiales. La persona avara o codiciosa está dispuesta a acumular bienes sin importar el daño que pueda causar a otros.

Muchas personas tienden a señalar la codicia en otros, creyendo que ellos mismos no son codiciosos. Sin embargo, la codicia es el deseo insaciable de más, sin importar cuánto se tenga. Vivimos en una cultura de consumo que constantemente nos hace sentir insatisfechos. La codicia nos ciega y nos lleva a confundir deseos con necesidades. Esto nos impide ser generosos y considerar las necesidades de los demás. Además, la codicia da lugar a otros pecados como la mentira, el fraude, la violencia y la insensibilidad hacia los demás.

La pereza

La pereza es una falta de esfuerzo y diligencia en el trabajo y en la vida en general. Una persona perezosa evita las responsabilidades y busca siempre la comodidad y el ocio. Cuando se cita la pereza como pecado capital se trata de ese estado en el que existe: "pereza del alma o aburrimiento a causa del esfuerzo necesario para la realización de una buena obra”, como explicó el jesuita P. John Hardon. La buena obra puede ser ejercicio físico o mental, o un deber espiritual, como rezar.

La pereza de Homer hecha imagen.

La ira

Una persona iracunda puede actuar de manera impulsiva y causar daño tanto físico como emocional. Tomás de Aquino dijo: "La envidia, según el aspecto de su objeto, es contraria a la caridad, de la que el alma deriva su vida espiritual... La caridad se alegra del bien del prójimo, mientras que la envidia se aflige por él".

A veces, la ira puede ser abrumadora y difícil de controlar, pero es importante aprender a manejarla para mantener relaciones sanas. Aquí hay algunas formas efectivas de hacerlo:

En momentos de ira, tómate unos segundos para practicar la respiración profunda. Inhala despacio por la nariz y exhala suavemente por la boca varias veces.

Por otro lado, el ejercicio físico regular es una excelente manera de liberar tensiones y reducir la ira. Aprender a comunicarte de manera asertiva puede ser también de gran ayuda. Expresar tus sentimientos y pensamientos de manera clara y respetuosa puede evitar conflictos innecesarios y mejorar tus relaciones interpersonales.

Practicar la empatía también es fundamental. Trata de entender los sentimientos y perspectivas de los demás, eso te dará una visión más comprensiva de las situaciones y podrás reducir la ira. Pero, si la ira se vuelve un problema recurrente, considera buscar ayuda profesional de la salud mental.

La envidia

La envidia es un sentimiento de resentimiento y celos hacia los logros y posesiones de otros. La persona envidiosa se siente insatisfecha con lo que tiene y desea lo que tienen los demás.

Puede manifestarse en diferentes formas, como la envidia por el éxito profesional, la apariencia física, las relaciones personales o incluso las posesiones materiales. A menudo, la envidia puede conducir a sentimientos de inferioridad, resentimiento y amargura.

La soberbia

La soberbia es el primero de los pecados capitales. Según la Sagrada Escritura, la soberbia fue el primer pecado cometido por Satanás, quien quería ser más poderoso que Dios. La soberbia es descrita como la reina de los vicios y conquista el corazón del hombre, entregándolo a los pecados capitales.

Se podría definir como un exceso de orgullo y autoestima, una creencia exagerada en la propia importancia y superioridad sobre los demás. De la soberbia se derivan muchos otros pecados, como la envidia, la ira y la vanidad.