No es fácil olvidar o dejar ir a una persona con la que estamos bien. Sin embargo hay quienes no quieren o no pueden avanzar en las relaciones sentimentales. Bien porque tienen miedo al compromiso o porque simplemente no pueden tener una relación de pareja con la persona que están conociendo y saliendo.
Como todo, es cuestión de equilibrio. ¿Puedo mantener una relación seria con esta persona? ¿Tener un un futuro juntos? A veces puede que sea esto del quiero y no puedo o del 'contigo porque me matas y sin ti porque me muero'.
O como dirían las generaciones más jóvenes: hacer 'breadcrumbing'. Es decir, una persona que va y viene de tu vida pero no se queda ni tampoco se va y deja de vez en cuando en el camino una especie de 'miguitas de pan' (de ahí el nombre en inglés) para que no te olvides -o no te puedas olvidar- del todo de ella.
Pero realmente el miedo o la 'fobia' al compromiso es otra cosa, algo que además, puede tener un nombre dentro de la psicología. Así y como explica a laSexta.com Ana Sierra, psicóloga, sexóloga, comunicadora y escritora, "el miedo al compromiso se puede clasificar dentro de las llamadas fobias específicas con el nombre de filofobia: miedo a construir relaciones afectivas profundas".
Y esto -añade la psicóloga- "sí tendría una sintomatología que puede guiarnos para saber si realmente tenemos miedo al compromiso o no. Es decir, si de verdad tenemos esa fobia o es que realmente no queremos comprometernos con esa persona porque por otra serie de razones. Por ejemplo, nos gustan algunas cosas de ella pero no tantas como para tener una relación seria".
A qué tenemos realmente miedo y qué debemos hacer
El quid de la cuestión es saber a qué tenemos miedo. O saber qué queremos realmente. "Hay personas que incluso, cuando ven que se están enamorando o que se están comprometiendo mucho, tienen síntomas como sudoración, taquicardias, falta de aire, ansiedad y sobre todo deseo de huida", explica Sierra.
Por eso, es importante ver si tenemos esa fobia a las relaciones afectivas profundas o no, sea además la relación del tipo que sea, "pero es cierto que siempre nos solemos referir a las relaciones sentimentales y de pareja", aclara la experta.
O también puede que en ocasiones ese no querer comprometerse sea porque la otra parte de la pareja que sí quiere avanzar hacia una relación más seria, vaya a unos ritmos muy diferentes a los nuestros y, según explica esta psicóloga, "de algún modo, nos trasmite esa ansiedad por querer seguir e ir más rápido de lo que ella puede ir".
Por ello, lo fundamental es hablarlo: ver qué está pasando y qué estamos sintiendo. Si, parafraseando a Iván Ferreiro, el equilibrio es imposible cuando vienes y me hablas de nosotros dos. O 'te sigo porque creo que en el fondo hay algo'.
"Cuando existe un malestar por esta razón, en ambas partes de la pareja, es importante hablarlo tranquilamente sin exigir nada a la otra persona. Ver qué está sucediendo, qué necesitamos y sobre todo, qué cuestiones compartimos y cuáles son los pilares en los que sí coincidimos y sí nos pueden ayudar a decidir si deseamos avanzar o no. Y definir a qué ritmo queremos ir", recomienda Sierra.
Cuando eres tú quien NO quiere comprometerte
La respuesta de Sierra es clara: "Hay que hablar con la otra persona y trasmitirle lo que sientes. Hay que llegar a acuerdos, ver las cosas que nos unen y las que pueden ser negociables o no". Por ejemplo, la otra persona quiere vivir en Madrid pero tú no quieres y eso para ti es algo innegociable. Pues todo eso habría que hablarlo.
También sería de gran ayuda en estos momentos conectar con el llamado 'mindfulsex' que no es otra cosa que "conectar con nuestra sexualidad consciente: es decir, tomar consciencia de qué está sucediendo en esta relación (porque la sexualidad es mucho más que sexo, también va de emociones, de vínculos, etc) para que yo no desee avanzar y cuáles son las murallas que me estoy encontrando, que bien pueden ser creadas por mí o bien por la otra persona", aconseja.
Cuando eres tú quien quiere comprometerse
En este caso, es importante en vez de tirar de la cuerda, soltarla. "Pero soltar no significa dejar a esa persona sino ofrecer tranquilidad para que pueda decidir y llegar a ti. Como eso de 'no se trata de ir a por las mariposas sino de hacer que ellas quieran venir", sostiene Sierra. A veces, "puede ser que, de algún modo, el insistir a la otra persona se trate de un miedo personal porque no confías en que te quieran y no te das valía en ese sentido. Por ello, hay que hablarlo sin presiones".
También en ocasiones podemos caer en el error de la llamada profecía autocumplida, es decir, "muchas veces basta que veamos a alguien que haya sido un 'picaflor' o que haya estado con muchas personas para que lo etiquetemos rápidamente y nos creamos que también con nosotros/as va a ser igual y nos comportamos, sin darnos cuenta, como si esa persona también nos fuese a dejar. Por ello, es mucho mejor no juzgar", recomienda Sierra; para no actuar como si ese prejuicio o esa creencia fuese real, porque en ocasiones puede ir en nuestra contra.
Y si después de hablarlo, estamos en puntos diferentes...
Por último, después de hablarlo todo con la pareja, si las cosas no funcionan o no se han llegado a acuerdos, lo mejor es dejar ir y olvidar y olvidar aquello del contigo sin ti y esas conductas tóxicas del ghosting o el breadcrumbing. Porque ambas partes al final terminarán haciéndose daño.
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Porque es importante insistir y recordar que "las parejas no atan sino que libre y conscientemente desean estar dentro de una relación. compartiendo una vida junta", concluye Sierra.