¿Por qué los buenos propósitos tienen que empezar el 1 de enero? ¿Por qué esta tradición de tener en nuestra mente nuevos retos que proponernos justo ahora, cuando comienza el nuevo año? Puede parecer lógico, sólo porque es Año Nuevo, pero en ocasiones y sólo en ocasiones, puede no ser una buena idea.

Todo depende de la persona, del momento vital en que se encuentre, pero sobre todo y más importante, depende de si quiere o no tener, en este momento, nuevos objetivos. De si realmente se quiere o no cambiar o mejorar, ahora, en este comienzo del año, según qué cosas de la vida. Si se necesita o no. Aunque es cierto que, como diría Goethe, famoso poeta alemán, "todo comienzo tiene su encanto".

Hoy 31 de diciembre es, por tradición, el día en que hacemos balance del año, de lo bueno y lo malo, de lo mejor y lo peor, y en el reloj de antaño, como de año en año... Aunque para muchos el comienzo real de todo sea en septiembre y cuando empieza el 'cole', es cierto, que esta noche al comernos las uvas puede invadirnos un halo de nostalgia, una sensación de recordar lo bonito, de aprender de lo vivido y "romero romero que salga lo malo y entre lo bueno". Pero los nuevos propósitos no tienen por qué estar presentes, si no queremos.

"Muchas veces, la presión social de tener propósitos de Año Nuevo es lo que nos empuja a tener que apuntar esos objetivos. Y por ello, a veces los elegimos desde el estrés o la "obligación", pero no porque realmente queramos", explica a laSexta Ana Sierra (@anasierraes) psicóloga, sexóloga y escritora. Sino "simplemente porque hay que hacerlo, porque la gente lo hace. O incluso, por esa errónea sensación de ser peor persona si no nos proponemos nuevas metas".

Muchas veces por esa presión, por esa obligación de tener propósitos de Año Nuevo, continúa la experta, "no estamos eligiendo de forma libre sino que nos proponemos propósitos un poco por obligación, porque sabemos que nuestro entorno lo está haciendo. Cuando lo ideal sería que esa motivación no viniera de fuera sino de dentro, de dentro de nosotros".

Motivación intrínseca y motivación externa

Hay algunas cosas, algunos objetivos que deberían estar presentes todo el año. “Como es el querer mejorar o el aprender”, sostiene Sierra. O sobre todo, mejorar nuestra autoestima que "podría ser un buen propósito para todo todo el año". Pero otros cambios, otras metas que nos propongamos pueden comenzarse cuando uno lo sienta. Porque "cualquier momento del año puede ser bueno para iniciar y proponernos cambios, si el deseo es fuerte y nos sabemos motivar", apunta la experta. Y mejor, si esa motivación es intrínseca, y no extrínseca.

En Psicología, estos dos términos definen muchas de las cosas que hacemos en nuestro día a día, sin apenas darnos cuenta o sin reparar en ello. Motivación intrínseca o endógena, es aquella motivación que sale de dentro, de nuestro propio interés por hacer algo y por conseguirlo. Y motivación extrínseca o exógena es cuando hacemos las cosas por algo externo: por una recompensa, por evitar un castigo, porque la gente lo hace, etc. No hay una razón que sea realmente nuestra.

"Y es la motivación intrínseca, la que viene de dentro, mucho más fuerte, potente y efectiva cuando queremos alcanzar metas", asegura Sierra. Al final, "las fechas, como el Año Nuevo, las asociamos a una simbología y por eso son exógenas (vienen de fuera), al igual que por ejemplo la noche de San Juan en las que quemamos deseos porque todos lo hacen o porque es un tradición. Todas estas fechas no dejan de ser cosas simbólicas". Por ello, es importante que, en esto de los nuevos propósitos, prestemos atención a nuestra motivación intrínseca.

La motivación intrínseca, la que viene de dentro de nosotros, es mucho más fuerte, potente y efectiva cuando queremos alcanzar metas

Ana Sierra, psicóloga

"Cuando hay algo que nos hace vibrar por dentro, al final da igual la fecha que sea. Si es Año Nuevo, septiembre o 2 de octubre. Es más, si lo propones fuera de fecha (fuera de esos míticos comienzos) probablemente lo vivas como como un objetivo tuyo, como una meta real tuya", explica la psicóloga.

También es importante tener en cuenta el deseo real de cambiar y de conseguir cosas. Es decir, "la presión social, el proponerse ser mejor cuando los demás se proponen ser mejores, como mandato de las masas, nos genera una necesidad exógena o externa, en definitiva, una obligación, que nos lleva a proponernos acciones de cambio donde, sólo el hecho de proponérnoslo, nos hace sentir bien y más fuertes. Pero si no hay un deseo o una motivación endógena o interna, una necesidad real o un deseo genuino, es mucho más complicado conseguir ese objetivo propuesto".

A veces, las fechas señaladas ayudan

No obstante, es cierto que a veces, las fechas señaladas como septiembre, ahora Año Nuevo, o algún comienzo puntual de semana, puede ayudarnos, en ocasiones, a comenzar esos propósitos que nos hemos marcado.

"Hay personas a las que les cuesta llegar a esa motivación intrínseca, a querer cambiar o mejorar algo de su vida como por ejemplo, hacer más ejercicio físico porque es muy positivo para la salud, y estas fechas señaladas pueden ayudan a dar ese empujón que falta", explica Sierra. O "puede ser también una forma de organizar nuestra mente y ponernos una fecha límite a la procrastinación (postergación) que nos pueda estar invadiendo". Pero es importante que realmente lo sintamos, que sintamos como nuestro ese objetivo.

Hay personas a las que les cuesta llegar a esa motivación intrínseca y las fechas señaladas, como Año Nuevo, pueden ayudar a dar ese empujón que a veces falta

Por otro lado, y en el caso de tener deseos de Año Nuevo (o bien nuevos propósitos en la fecha que sea) que éstos sean pequeños, que no nos propongamos grandes cosas de golpe. "Objetivos pequeños, concretos, flexibles y realizables a corto plazo. Pequeños escalones que podamos conseguir y que nos ayuden a motivarnos para ir consiguiendo la gran proposición que realmente deseamos", sostiene.

En vez de decir, este año haré 1 hora de ejercicio todos los días, mejor decir, este año o a partir de ahora, haré algún ejercicio físico al menos 15 minutos diarios, por lo menos un día a la semana. Y poco a poco, ir escalando hacia ese objetivo.

En el caso de que no consigamos nuestros propósitos o los abandonemos antes de tiempo, "o si la frustración asomara la cabeza (una vez más) no significa tener que tirar la toalla. Son momentos estupendos para aprender, escucharnos, conocernos, tomar decisiones y reformular las propuestas", finaliza Sierra.