Stefan Zweig estaba convencido de que el nazismo se expandiría por todo el mundo. Esa idea fue la gota que colmó el vaso de su visión pesimista del mundo que le había tocado vivir. Así que el 22 de febrero de 1942 lo preparó todo: escribió cuatro cartas de despedida, llenó un vaso con la misma cantidad de agua que de cianuro y se metió en la cama junto a su mujer. Lo bebieron y se abrazaron. A los pocos segundos, el veneno hizo su efecto.

Europa se destruyó a sí misma

La pareja fue fotografiada muerta. El contenido de las cartas se hizo público. En una de ellas, el austriaco había escrito: "Europa se destruyó a sí misma". Era su conclusión incontestable. El epílogo perfecto a una vida que basó en la lucha contra los totalitarismos que, desde hacía décadas, había visto imponerse por el viejo continente. Ese que tanto había amado e idolatrado.

Judío no practicante (o judío "por accidente de nacimiento", como él mismo decía), aún no había cumplido los 20 cuando publicó sus primeros poemas. Poco después, se pasó a los cuentos, que la editorial Páginas de Espuma acaba de publicar completos por primera vez, y también a la novela, sorprendiendo a todos por su brillante técnica narrativa, repleta de cuestionamientos psicológicos. Era algo así como el escritor perfecto, lo que le hizo cosechar el éxito desde muy joven.

Zweig y la guerra

Pero durante un breve periodo de tiempo, en la Primera Guerra Mundial, tuvo que compaginar su carrera como escritor con el trabajo en la Oficina de Guerra del ejército austrohúngaro: por suerte había sido declarado no apto para el combate. Aquel empleo no le duró mucho: sus grandes convicciones antibelicistas hicieron que dejara Viena y se exiliara a Zúrich.

Una de las primeras cosas que hizo nada más llegar fue publicar 'Jeremías', una obra de teatro que en realidad es más bien una oda contra la guerra que se estrenó en Nueva York en 1939. Esa fue la línea de salida a una trayectoria marcada por un inconfundible hilo conductor: su visión apartidista y pacífica de la política y el mundo.

El ascenso del nazismo

Sin embargo, lo que ocurría en Europa era muy distinto: Hitler llamaba a las puertas de Alemania, uno de los países donde más éxito había cosechado Zweig como escritor. Pero las ideas nazis eran demasiado para él, y estaban empezando a extenderse. Así que decidió alejarse y volvió a cambiar de destino: en esta ocasión, se marchó a Londres.

Desde la capital británica escribió el libreto de la ópera'La mujer silenciosa' de Richard Strauss, el compositor alemán. Cuando se programó su estreno en Berlín, Zweig ya estaba considerado como "no ario" para el régimen. Estaba previsto que Hitler acudiera al estreno pero, finalmente, no lo hizo después de que Strauss se negara a eliminar el nombre de Zweig como libretista de la obra. Tras tres funciones, la ópera terminó prohibida.

Zweig prohibido en Alemania

De la misma forma que terminó prohibida su obra en buena parte de Europa. Primero en Alemania y Austria, luego también en Italia. Así que Zweig decidió viajar. Junto a su segunda y última mujer recorrió el continente americano hasta terminar asentándose en Petrópolis, Brasil.

Pero a esas alturas, como él mismo contó, empezar una nueva vida ya era demasiado tarde. Por eso lo de las cartas de despedida. Lo del veneno. Lo del suicidio de uno de los escritores más brillantes del siglo XX.