A veces, lo más importante no es lo que vemos, sino aquello que, a simple vista, se nos escapa o se nos oculta. Y tienen que pasar muchos años, más de 30, para que alguien nos ayude a ver que nuestros recuerdos más felices esconden bajo la alfombra mucha más mierda de la que nos gustaría.

El palco procesado

Año 1992, la Expo de Sevillao los Juegos Olímpicos de Barcelonanos deslumbraron con la imagen de una España que, en realidad, no existía. "Está la infanta Cristina, el Rey Juan Carlos, Samaranch, Pujol... Todo ese palco de autoridades aplaudiendo, vistos con los ojos de hoy, nos dicen que han sido o están siendo casi todos procesados".

Arantxa Sánchez Vicario era la encarnación de lo que estaba siendo España

Así describe Enrique Llamas, autor de Lo nuestro, la icónica imagen de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Un evento histórico en el que Arantxa Sánchez Vicario se convirtió en uno de los símbolos de esa España fake. "Joven, exitosa, parecía casi la encarnación de lo que estaba siendo España, llegando al culmen de su carrera. Luego se retira y ha tenido no uno, sino varios escándalos con el fisco. También nos ha robado a todos".

Una España ilusionada e ingenua

La tenista española es la obsesión de uno de los personajes principales de Lo nuestro. Clara decide viajar a Barcelona para intentar conocerla a pesar de ser una adolescente. Porque en aquel ambiente lleno de fervor y optimismo, tan bien recreado en esta novela, los ídolos estaban cambiando. Pero el tiempo nos ha demostrado que Arantxa fue uno de los iconos que, según Llamas, nos ofrecieron una fotografía irreal de nuestro país. Una fotografía que nos creímos a pies juntillas.

"El premio de la población fue la ingenuidad"

Y no solo a los españoles, también al mundo. "El premio de la población fue la ingenuidad, y el premio de la gente del palco y la gente que lo rodeaba, era poder defraudar, vivir a sus anchas y a expensas del Estado". En este libro, por tanto, se reflexiona sobre la historia de un país que avanzó, sí, pero con cicatrices que siguen hoy abiertas.