La sangre de Luigi Calabresi teñía el asfalto de la ciudad de Milán. El comisario italiano acababa de ser asesinado a sangre fría tras meses y meses soportando una campaña social y mediática contra él. Le acusaban de haber arrojado por la ventana de su despacho de Milán al anarquista Giuseppe Pinelli, a quien la policía había detenido acusándole de ser el autor de un gravísimo atentado.

Los años de plomo

El doctor en Historia Contemporánea Matteo Re nos cuenta cómo Calabresi había rechazado llevar una pistola para protegerse en la calle. "Si me van a matar, que lo van a hacer, me matarán por la espalda, con lo cual no me servirá de nada ir armado", decía el comisario.

"Me matarán por la espalda, no me servirá de nada ir armado"

En 1972, el comisario era el blanco perfecto para los terroristas anarquistas durante los años de plomo italianos. Una época caracterizada por el número de atentados cometidos en Italia, en su mayoría por terroristas de extrema derecha que pretendían cambiar la dinámica que llegaba por las revueltas estudiantiles que recorrieron Europa del 68 en adelante.

Son incontables las víctimas del terrorismo durante las dos décadas que duró. "Entre la extrema derecha, la extrema izquierda, los atentados indiscriminados... hubo más de 300 víctimas", asegura Matteo Re.

Las víctimas silenciadas

Las historias de algunas de ellas, además de la de su padre, las cuenta el periodista Mario Calabresi en su libro Salir de la noche. Una de las primeras publicaciones en Italia en contar la historia desde el punto de vista de las víctimas. Porque allí ha sido muy habitual encontrarse en televisión a los terroristas contando su historia, así como libros de grandes editoriales, no tanto a las víctimas, a las que, según el profesor Matteo Re, "ni la sociedad ni las instituciones han dado la mano".

Pinelli sufrió un desmayo y cayó a la calle; Calabresi no estaba allí

Por cierto, el tiempo y varias investigaciones demostraron lo que de verdad le ocurrió a Giuseppe Pinelli aquella noche. La policía, que le acusaba sin pruebas de un atentado que después se demostró que había cometido la extrema derecha, le interrogó durante dos días sin descanso, torturándolo, dejándolo sin comer ni dormir. Cuando le permitieron asomarse al balcón a tomar aire, sufrió un desmayo y cayó a la calle. Nadie le empujó. Y Luigi Calabresi no estaba allí cuando todo ocurrió, aquel no era su despacho.

Su muerte inspiró al Nobel de Literatura Dario Fo a escribir su celebrada obra Muerte accidental de un anarquista.