Aplaudida y celebrada. Hoy a Manolita Chen se le devuelve con creces el cariño que le negó el régimen y un país al que le quedaban décadas para pedirle disculpas solo por ser transexual y lo suficientemente obstinada como para seguir viviendo. Manuela Saborido Muñoz recuerda las "patás" que le han dado en la barriga, las violaciones y otros síntomas de la intolerancia de esa España gris que no conseguimos quitarnos de encima.
Ahora es un libro el que novela su vida y la deja por escrito para que otros puedan seguir haciendo memoria. En La pared de enfrente nos encontramos con el relato valiente de la Chen a través de la mirada de Abraham Guerrero Tenorio. Desde aquellos niños que "se creían que yo iba a contagiarles", y que impidieron que pudiese aprender como el resto. Hasta su paso por calabozos, cuartelillos y prisiones de los que los moratones y las heridas cuentan todo lo demás.
Madre no hay más que Chen
A sus 82 años, Muñoz tiene claro que lo que ella vivió no se lo desearía a nadie: "No quiero que ninguna mariquita sufra lo que yo he sufrido". Ni su ímpetu ni sus ganas de luchar se han marchitado todavía. Sin formación alguna, solo con lo que le enseñaron durante la mili en la sección de artillería, le sobraron vivencias para seguir dando lecciones de empatía.
En los años 80, Manolita Chen se convirtió en una de las primeras mujeres transexuales a las que se le reconoció el derecho de adopción en España. Así acabó haciéndose cargo de cuatro niños con parálisis cerebral y de María, una niña con síndrome de Down. Dándoles todo el amor que otros, igual que a ella, habían decidido negarles.

"No quiero que ninguna mariquita sufra lo que yo he sufrido"
De aquella experiencia reconoce que fue "una madre igual que el resto, no menos", con ese amor que solo puede inculcar quien desde pequeña escuchó toda clase de insultos y burlas. De pequeña tenía que jugar a escondidas para evitar las de sus vecinos, e incluso cuando contrajo matrimonio tuvo que hacerlo a las cuatro de la mañana ya escondidas para que otros no pudiesen patalear. En pleno franquismo lo hizo de blanco y vestida de novia: "Nos casó el teniente de alcalde", recuerda Muñoz.
Con los ojos abiertos
Hoy colabora con mujeres como ella y brinda su experiencia al colectivo LGTBIQ+ desde su fundación. Reconoce que siempre pensó que quedaría "abandonada en un rincón cuando llegase a los 60", pero su vida es muy distinta ahora. Hoy manolita Chen, convertida en un icono, ha transformado su vida en una fuente de inspiración para otros.
"Siempre pensé que me quedaría sola en un rincón cuando llegase a los 60"
Y aunque han pasado ya varias décadas desde que se derogó aquella Ley de Peligrosidad Social que amedrentó durante años tantas vidas, hoy la suya tiene otra luz: "He sido muy despreciada en mi vida y, por lo menos, me llevo algo", explica. Ese algo hoy es que su vida está entre las páginas de este La pared de enfrente, pero también en la mente de tantas personas que hoy ven, en su historia, un vestigio de que aún queda futuro.
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