Eran los años 40. Barcelona todavía intentaba recuperarse de los estragos de la Guerra Civil. "Era una Barcelona donde se respiraba pobreza, donde se respiraba hambre, donde se respiraba miedo, mucho miedo", dice el escritor Pere Cervantes.

Miedo la represión franquista, a la brigada político social, pero también miedo a tu propio vecino. "No le dices a un vecino lo que piensas porque ese vecino te puede vender. Esa venta supone una detención, una ejecución".

Un refugio contra la realidad

Por las calles de esa Barcelona viajaremos en 'El chico de las bobinas' (Destino, 2020). Y lo haremos con Nil, un niño de 13 años que tiene una gran pasión: el cine. "Toda sala de cine terminó siendo un refugio, la vía de escape para los mayores y la vía donde los niños soñaban con una infancia que nunca tendrían", afirma Cervantes, autor de la novela.

Un homenaje a las mujeres

Huir de la realidad significaba viajar al Oeste con John Wayne, cantar con Judy Garland, o bailar con Rita Hayworth. Pero cuando el proyector se apagaba, fuera todo seguía igual. La posguerra se cebaba con los más débiles, y en particular con ellas. "La mujer en la posguerra de Barcelona, para mantener a un niño, o se prostituía, o se dedicaba al estraperlo, o hacia malabares ilegales para sobrevivir".

'El chico de las bobinas' también es un homenaje a todas esas mujeres que, pese a las adversidades, lucharon por reconstruir una sociedad rota.