A pesar de vivir en una sociedad patriarcal, o precisamente por eso, la vida de Elena Fortún estuvo marcada por las mujeres. La primera, la propia Elena Fortún, pseudónimo tras el que se ocultaba María de la Encarnación Gertrudis Jacoba Aragoneses y de Urquijo.

Lo de "Elena Fortún" lo cogió de una novela de su marido, el militar y dramaturgo Eusebio de Gorbea. Aquella novela se llamaba 'Los mil años de Elena Fortún', en el que una mujer vive en diferentes épocas cambiando de sexo, una idea bastante parecida a la de 'Orlando' de Virginia Wolf.

Adelantada a su tiempo

Nacida en plena belle époque, a finales del siglo XIX, Fortún alcanzó su madurez en la Europa de los felices años 20. Cuando las mujeres tras la I Guerra Mundial se quitaron el corsé, empezaron a divertirse, a ocupar espacios hasta ahora reservados a los hombres y a explorar una nueva sexualidad, animadas también por las tesis de Freud que, ciertas o no, pusieron patas arriba lo que hasta entonces conocíamos sobre nuestra sexualidad.

Entonces, Elena Fortún comenzó a plantearse, sin saber siquiera cómo nombrarlo, la diferencia entre género, sexo e identidad sexual. Inquietudes que plasmó en novelas como 'El pensionado de Santa Casilda', que se publica ahora por primera vez setenta años después de su muerte.

Según nos cuenta Nuria Capdevila-Argüelles, Catedrática de Estudios Hispánicos y Estudios de Género de la Universidad de Exeter y experta en la obra y vida de Elena Fortún, ella jamás utilizó la palabra "lesbiana" u "homosexual" para referirse a sí misma, pero sí se sabía una mujer diferente a lo que la sociedad le dictaba y se sabía una mujer moderna.

Por ello supo rodearse de mujeres de la intelectualidad madrileña que la acompañaron a lo largo de su vida. En especial Matilde Ros, amiga íntima hasta que la guerra las obligó a separarse. Matilde se fue a Portugal y Elena a Buenos Aires con su marido. La influencia de Ros en 'El pensionado de Santa Casilda' es clave, especialmente por los vocablos franceses.

La 'madre' de Celia

En Argentina supo volver a rodearse de esas mujeres que la cuidaron en el exilio, le devolvieron las ganas de escribir y de recuperar a Celia, la que podríamos decir que sin duda es la mujer que más fama le dio a Fortún. Una niña a través de la cual Elena observó el mundo que la rodeaba. Según recuerda Capdevila-Argüelles, decía la autora que se pasó tantos años en los mundos de Celia que ya no sabía si era más real que el mundo en el que vivía.

Ya mayor, Elena Fortún volvió a España. Aquí se reencontró con su amada Matilde y con la que fue, esta vez sí, la mujer más importante de su vida: ella misma. Fue antes de morir, tras una enfermedad que la dejó en los huesos, cuando entonces sí reconoció que había sido bonito llamarse Encarnación.

Y ahora que conocen mejor a su autora, quizá sea el momento de adentrarse en su obra con una mirada nueva.