Francisco de Goya, liberal, contrario a Fernando VII, se exilió en Burdeos en 1823, cuando este alcanzó la Corona definitivamente. Fue allí donde, cinco años después y tras dos semanas de agonía, falleció el 16 de abril de 1828. Nadie reclamó su cuerpo y en la ciudad francesa fue enterrado.

Por fin, seis décadas después, en 1888, el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereyra, consiguió los permisos para exhumar el cuerpo y traerlo a España. Pero, al abrir la tumba, la sorpresa fue mayúscula: había dos cuerpos enterrados. ¿Quién era el compañero de Goya? Javier Alandes, escritor, nos da la clave: "Con el tiempo se averigua que el otro cuerpo es de Martín de Goicoechea, que era el consuegro de Goya".

Dos cuerpos y una sola cabeza

Pero sobre todo, lo que llama la atención es que uno de los dos cuerpos está decapitado. "Goya pidió ser enterrado con hábito de ermitaño y a ese cuerpo, el que lleva el hábito, le falta la cabeza", explica Alandes.

Con ese punto de partida nace la novela La última mirada de Goya, una historia de aventuras y detectives en el siglo XIX, contada en dos tiempos. Por un lado, los últimos días del pintor: "En la trama de los últimos días de Goya descubriremos una trama para asesinarle". Y, por otro, la investigación del paradero de su cráneo con la que el escritor Javier Alandes ha homenajeado los dos grandes géneros que le han marcado.

Quién se llevó el cráneo de Goya, para qué y dónde está es algo que jamás se llegó a resolver

Los frescos de San Antonio de la Florida, en Madrid, son el cielo bajo el que descansa hoy el cuerpo de un genio que, enfermo puede que por sífilis o por el plomo de las pinturas, perdió la cabeza en vida... y literalmente tras su muerte.