El 12 de agosto de 2022 el mundo recordó una historia que pensaba superada: el escritor Salman Rushdie era apuñalado en Nueva York en el cuello y el abdomen.

Era el recuerdo de una amenaza que se cernía sobre el escritor y que se remontaba más de tres décadas atrás.

La amenaza de Jomeini

Hace ahora 35 años, creyendo ver en Los versos satánicos una crítica al Corán, el ayatolá Jomeini pidió la cabeza de Rushdie y de los responsables de su difusión. En realidad se trata de un entuerto provocado por una mala traducción del título, nada que ver con el contenido de la obra, pero dio igual.

El traductor japonés, Itoshi Igarashi, fue apuñalado hasta la muerte en 1991. También intentaron asesinar al traductor italiano, Ettore Capriolo y al editor noruego, William Nygaard. Al traductor turco también intentaron matarlo incendiando su hotel aprovechando que estaba en un congreso. A él no le mataron, pero sí a 30 personas, entre ellos compañeros de profesión y sus familiares.

El traductor español secreto

En España, una coalición de editores liderada por Mario Lacruz y con el apoyo del ministro de Cultura Jorge Semprún publicó la novela. Era 1989, y la novela llegaba a las librerías españolas traducida por J. L. Miranda. Era un seudónimo. Y su identidad sigue siendo un secreto. Hasta hoy.

El escritor Fernando Parra juega en Las cinco vidas del traductor Miranda a imaginar la vida de aquel hombre. "Hay elementos reales y otros inventados, porque quería que el personaje canalizase dos de mis obsesiones: la identidad y la culpa".

"García Márquez quiso novelar la historia, pero Rushdie no le dio permiso"

Con esos elementos, Parra construye una novela apasionante, una historia tan jugosa que no es de extrañar que ya García Márquez quisiera en su momento novelar. "Su agente literaria, Carmen Balcells, le pidió permiso a Rushdie, pero no quiso porque pensó que era hacer carnaza literaria de una desgracia ajena", cuenta el autor. "Yo la terminé de escribir antes del atentado de 2022 y pensé en no publicarla, pero me convencieron de que no hacerlo sería darle la razón a los fundamentalistas".

Así, leída ahora, Las cinco vidas del traductor Miranda funciona como un homenaje a todos aquellos que han luchado por la libertad de expresión.