Hijo de un destacado cirujano oftalmólogo y de una poetisa fue, desde pequeño, un gran apasionado de las lenguas clásicas.

Escritor, poeta y dramaturgo de personalidad hipnótica acaparó gran parte del protagonismo social y literario de finales del siglo XIX. Escribió ensayos, cuentos, poemas, obras de teatro y una sola novela: 'El retrato de Dorian Gray'.

Enamorado de su propio personaje

Y pareciera que su personaje habría cobrado vida años después en Lord Alfred Douglas, el gran amor de su vida. Un joven escritor de la nobleza escocesa que supuso el inicio de su perdición.

El romance trascendió en el momento álgido de la carrera de Wilde. Ya era un influyente dramaturgo. Acababa de publicar su gran obra maestra, 'La importancia de llamarse Ernesto'. El padre de Douglas nunca aceptó la relación y para alejar a su hijo de Wilde acusó al escritor de homosexual. Inició una campaña de difamación que acabó en los tribunales. Wilde fue condenado a dos años de prisión y a trabajos forzados.

La noticia fue un auténtico escándalo porque Wilde estaba casado y tenía dos hijos. Su mujer es separó de él y le prohibió ver a sus hijos.

Tras la cárcel, la nada

Antes de ingresar en prisión escribió tres cartas a Douglas. Desgarradoras misivas que recoge la editorial Penguin Random House en su edición de 'La balada de la cárcel de Reading', un poema escrito entre rejas tras el suicidio de un compañero de celda. Hoy es uno de los principales testamentos vitales y literarios del autor.

Para cuando salió de la cárcel ya nada era igual. Intentó retomar su relación con Douglas, pero finalmente se separaron. Wilde se mudó a París y se refugió en la bebida. Cambió de nombre. Ahora era Sebatian Melmoth, se convirtió al catolicismo y vivía casi en la indigencia. Murió con 46 años hace ahora 120, y algunos biógrafos aseguran que reservó una habitación de hotel, pidió champán y dijo: "Me estoy muriendo por encima de mis posibilidades".