Carmen Verde

Traductora: Regina López Muñoz

Editorial: Tránsito

Año de publicación original: 2023

Hasta hace muy poco, era prácticamente inmoral hablar de las renuncias que una mujer hace cuando se convierte en madre. Renuncias, a veces, a las que cuesta mucho acostumbrarse y que se convierten en una auténtica tortura que sobrellevar como se puede, moviéndose, quizás, por un inconsciente sentido de la responsabilidad.

Una madre no tiene la obligación natural, innata o biológica de sentirse plena por el hecho de serlo

En los últimos años, por suerte, hay cada vez más voces que no tienen problema en hacer pública esta sensación para normalizarla. Y para normalizar también que las relaciones maternofiliales no son (ni nunca lo han sido) perfectas. Que se atreven a sacar del armario un tema tabú como es el que una madre no tenga la obligación natural, innata o biológica de sentirse plena por el hecho de serlo.

Sin embargo, lo que no se ha explorado tantas veces es el retrato de esa sensación desde el punto de vista de los hijos.

El amor de un hijo

Un amigo, maestro en colegios públicos desde hace más de veinte años, repite a menudo una frase lapidaria: "los niños quieren hasta a una piedra". Observando desde el prisma de esa afirmación a mis propios hijos he ido comprobando que es verdad: los niños buscan sentirse amados y queridos en los más inhóspitos lugares. ¿Cómo no esperarlo, por tanto, de quién se supone que les corresponde por derecho?

Y aquí, volvemos otra vez, al principio... y al final: hay progenitores que no aman a sus hijos o no saben amarlos de la forma en la que los niños esperan (porque así han de esperarlo) que lo hagan. ¿Por qué? A veces simplemente porque sí. Otras porque ni siquiera se aman a sí mismos.

Esta es la premisa con la que Carmen Verde construye Una mínima infelicidad, una novela pequeñita que, sin embargo, hace muy feliz. Porque está muy bien escrita. Porque no hay palabras de más para adornar la oscura y triste realidad que escenifica: la (infeliz) vida de una hija en la constante e incansable búsqueda del amor de su (infeliz) madre.

Página a página, Verde dibuja la historia de Annetta. Durísima: su familia está llena de secretos, su padre es un desconocido, su abuela una loca y su madre una puta. Así es cómo la tratan todos... menos ella, menos Annetta, que vive admirándola desde abajo, tanto por una talla mucho más baja que la del resto de la familia, como por la ausencia psicológica en la que se encuentra su madre, Sofía, que le impide darle la atención y, sobre todo, el amor que le corresponde como hija.

Carmen Verde, heredera de Ginzburg

Pocas veces la literatura ha explorado este lugar tan recóndito de las relaciones maternofiliales. Lo hizo hace años la también italiana Natalia Ginzburg y quizás por ello (y por su exquisita pluma) la crítica no tardó ni un segundo en comparar a Carmen Verde con la aclamada escritora siciliana.

Finalista del premio strega, 'Una mínima infelicidad', de Carmen Verde, ha sido todo un fenómeno en su país

Porque Carmen Verde ha sido todo un fenómeno literario en su país. Tras años trabajando en el departamento de personal de la equivalente italiana de nuestra Correos y con solo varios cuentos publicados en revistas literarias, Una mínima infelicidad es su primera novela, fruto de un taller literario.

Pero su recorrido ha sido fulgurante: finalista del premio Strega, el mayor reconocimiento literario en Italia, se ha traducido ya a varios idiomas. Publicada en España por la editorial Tránsito, Una mínima infelicidad se lee con gusto a pesar de que el lector sea plenamente consciente, prácticamente desde el principio, de que conforme va pasando hojas se está adentrando a un abismo inevitable.