Susanna Isern
Ilustradora: Melisa Maceiras
Editorial: Destino
Año de publicación original: 2025
¡Dragones! No temáis. Ni echan fuego, ni son gigantes, ni dan miedo. Estos dragones son muy diferentes. Son como cachorritos adorables que necesitan vincularse con un jinete para poder desatar su magia interior y ser útiles en Dragalia, el reino donde habitan.
Hasta allí llega Wanda, una niña que ha sido elegida para ser jinete de dragones. Ella todavía no lo sabe pero algo en su interior la ha llamado para dar el salto. Y vaya si lo da. Deja todo atrás para viajar a un reino lleno de magia. Pero una vez allí, se da cuenta de que las cosas nunca son tan bonitas como las pintamos al principio.
A Wanda se le hace muy cuesta arriba el entrenamiento. Quitando a Kumo y Zoa, el resto de los niños de la escuela empiezan a mirarla con recelo.
Junto a Zoa y Kumo, otros dos niños que, como ella, han sido llamados para viajar a Dragalia, llegan a un castillo enorme que hace las veces de colegio. Sus dragones les están esperando, pero no han nacido todavía. Los tres tienen que esperar a que los huevos eclosionen y puedan vincularse con ellos para siempre. Hasta entonces tendrán que entrenar para cuando llegue ese momento. Y ahí es donde empieza el lío.
Entrenamiento para jinetes
A Wanda se le hace muy cuesta arriba su llegada a la escuela. Es incapaz de montar el dragón mecánico que hace las veces de entrenamiento para cuando le toque montar al de verdad y, lo que es peor, cuando tiene que canalizar su magia siempre acaba provocando un pequeño desastre. Quitando a Kumo y Zoa, que se han convertido en amigos más que en compañeros, el resto de los niños de la escuela empiezan a cuchichear y mirarla con recelo.
Wanda, como ya imaginaréis, no encaja nada bien que los niños le miren por encima del hombro. Duda de sí misma. ¿Está destinada a ser jinete de dragones o se habrán equivocado con ella? Para colmo de males, uno de los tres huevos acaba de desaparecer y ella está convencida de que es el suyo.
Vuelve Susanna Isern
Little dragons es el comienzo de una nueva saga escrita por Susanna Isern, una de las reinas de nuestra literatura infantil. Pequeños dragones mágicos es el primer volumen de unos libros que lo tienen todo para hacerse tan populares como otra de sus series estrella: Magic animals. Porque, al igual que esta, lo que priman son unas historias para niños en las que se mezcla la magia, aprendizaje y algo más.
Pero la escritora cántabra tiene además algunos libros autoconclusivos que son una delicia, como Los pantalones de Luisa, que recoge la historia real de Luisa Capetillo, una de las primeras mujeres que decidió vestir pantalones para indignación de toda la sociedad.
Susanna Isern se aleja de la moraleja evidente y deja que el mensaje se filtre como si fuera una colorida brisa
En Pequeños dragones mágicos subyace un mensaje que es capital para nuestros pequeños. Me refiero a la confianza en uno mismo. Toda la historia de Wanda pivota en torno a la falta de seguridad en sí misma, que provoca que no pueda rendir en la escuela al nivel que sus amigos intuyen que tiene.
No podemos olvidarnos, por supuesto, de Melisa Maceiras, responsable de las preciosas ilustraciones que acompañan las páginas de esta novela infantil. Están llenas de color y son adorables. Son de esas ilustraciones que te ponen el corazón blandito. Sobre todo los dragones. Son como peluches que, aunque estén atrapados en las páginas de un libro, nuestros pequeños van a querer abrazar.
Dragones por doquier
No podemos dejar pasar por alto que los dragones y las escuelas de dragones están de moda. La saga Empíreo, que empezó con Alas de sangre y ha estrenado hace poco su tercer volumen Alas de ónix, lleva meses cosechando éxitos con su propia versión de un internado fantástico mezclado con dragones. Porque los dragones molan y a los niños –y los no tan niños– les encantan. Pero en el caso que nos ocupa, los dragones son peluches achuchables y no máquinas de matar que te podrían asesinar con solo mirarte.
Lo mejor de todo es que, como ya es costumbre en su obra, Susanna Isern se aleja de la moraleja evidente y deja que el mensaje se filtre como si fuera una colorida brisa de Dragalia: creer en uno mismo no basta con gritárselo, hay que sentirlo palpitando dentro de nosotros con cada latido.
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