Editorial: Anagrama
Año de publicación original: 2013
La Europa a la que hace referencia el título de estos relatos no tiene que ver con la que hoy habitamos y que vemos morir lentamente en la complacencia con el genocidio en Gaza, la política genuflexa con la administración Trump o el ascenso de la ultraderecha. Europa también es uno de los satélites de Júpiter, una superficie helada que tiene la capacidad de corregir las imperfecciones de su corteza de hielo y a la que le surcan heridas rojas que describen una potente actividad en su núcleo.
Esa Europa, lejana y desolada, sirve de alegoría para hablar de la nuestra, la terrestre. El tono queLuis López Carrasco escoge en sus siete relatos es futurista, apocalíptico y terminal. El debut literario del autor y director de cine cartagenero regresa de la mano de Anagrama con una edición revisada y corregida doce años después de su publicación. Marcado por la urgencia de todo cuanto sigue aconteciendo en el mundo, anunciándonos su posible final.
Sueños del futuro
Bajo un tono futurista, cada uno de estos cuentos se nos presentan en un horizonte de posibilidades donde los sueños pueden ser almacenados y reproducidos después, los padres pueden ser sustituidos por androides y la posibilidad de viajar en el tiempo no es tan remota. Allá donde apuntaría el dedo áureo de un futuro hiper-tecnológico, Luis López Carrasco centra la mirada en los problemas del presente, indisociables de nuestra vida por mucho que cambie.
El tono que Luis López Carrasco escoge en sus siete relatos es futurista, apocalíptico y terminal
Los sueños de nuestros hijos se convierten en terroríficas visiones freudianas de las relaciones que establecemos con ellos, las mismas a las que no querríamos enfrentarnos nunca. La visión de un padre-androide estropeado, incapaz de terminar un tazón de cereales, se parece demasiado a los estragos de la demencia; y la posibilidad de viajar en el tiempo juega con las expectativas e ideas que tenemos sobre el pasado y nuestro lugar en él.
Carrasco parece decirnos que por mucho que huyamos siempre estaremos a merced de nuestras propias medidas, de los mismos agobios que nos pusieron nombres y apellidos, antes de la tecnología y del cambio. Incluso la angustia de la vida en la ciudad se ve sustituida por escenarios de videojuegos que pretenden aliviarla de su claustrofobia. Aunque acaban resultando tan predecibles y prefabricados como los barrios en que vivimos.
Observar el vacío
Concebida entre 2011 y 2013, Europa contó con una distribución muy limitada. El propio autor explica en su posfacio que durante la elaboración de estos relatos atravesó un periodo vital convulso. Todo ello permea en escenarios en los que sus personajes se enfrentan a un mundo frágil, observando el vacío a sus pies.
El propio autor explica en su posfacio que durante la elaboración de estos relatos atravesó un periodo vital convulso
Los detalles que nos recuerdan que este no es nuestro tiempo son mínimos. Un personaje menciona bases en la luna, un recuerdo lejano enmarcado en una noche con amigos que podría pertenecer a cualquier época, a cualquier tiempo. Estos mundos proponen una especie de macguffin —con perdón de tan malsonante expresión— que pretende cegarnos momentáneamente.
Para cuando ajustamos la vista, la superficie de Europa ya ha conseguido estabilizarse. Los problemas que el apocalipsis, la tecnología o la exploración del universo podrían acarrear se minimizan. Aún en el lugar más alejado del universo seguimos siendo los mismos seres frágiles, incapaces de desligarnos de nuestras preocupaciones por mucho que tratemos de distanciarnos de ellas.
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