
Ramón González Férriz
Editorial: Alianza
Año de publicación original: 2025
Hubo una guerra que llenó portadas de periódicos pero no dejó ciudades en ruinas. Una guerra sin batallas pero que acabó cambiando el mundo igualmente. La Guerra Fría fue una guerra de ideologías pero también de ideas, de símbolos, de música, de cine. En La otra guerra fría, Ramón González Férriz reconstruye la guerra cultural que Occidente y la URSS libraron lejos de los movimientos militares. Fue la conquista del alma del siglo XX.
En apenas 184 páginas, Férriz aborda con sorprendente fluidez cómo Washington y Moscú compitieron —con idéntica fiereza— por el trono cultural. No sólo fue cuestión de misiles y espionaje. Lo que estaba en juego también era la hegemonía estética y simbólica. González Férriz sitúa el foco en cuadros, festivales, discos de jazz, películas y literatura que sirvieron como arma invisible en esa guerra de influencias.
El poder cultural
Por ejemplo, el libro menciona cómo el gobierno de Estados Unidos promovió el expresionismo abstracto como "estética propia de la democracia liberal", mientras en la URSS Stalin imponía la novela realista para difundir las virtudes del Partido Comunista.
Y más allá: se recoge también cómo la CIA subvencionó revistas literarias y promovió la expansión de los western, mientras el bloque "socialista" intentaba crear su propia versión de James Bond para contrarrestar al icono occidental.
La Guerra Fría fue una guerra de ideas, de símbolos, de música, de cine
Estamos ante un libro periodístico, con un estilo bastante ágil y accesible. Férriz es periodista, editor y escritor así que sabe de sobra cómo mezclar ejemplos chocantes —una exposición de arte patrocinada por la CIA, un festival de jazz apadrinado por la KGB— con análisis claros.
Es esta combinación la que nos permite como lectores acercarnos a un fenómeno histórico sin necesidad de enfrascarse en lecciones aburridas. Lo curioso es que lo consigue sin perder profundidad por el camino. La conexión que establece entre aquel conflicto y el presente es uno de los grandes hallazgos de esta obra.
Guerra simbólica
En una entrevista reciente en Onda Cero el autor explica que quiso destacar "el territorio de lo simbólico" porque ahí las máquinas bélicas nunca entraron, pero sí las ideas. Por ello, afirma que "la guerra de los 60 no solo se ganó apagando la crisis de los misiles de Cuba o controlando Berlín, se ganó con un póster, un concierto o una película que viajó al otro lado del Telón de Acero". Este es justo el punto fuerte del ensayo: la historia oficial es la que protagonizó los titulares de los periódicos. Esta es la que se escribe entre bambalinas.
Este libro convierte un conflicto que ya nos es lejano en una herramienta para pensar en el presente
Ramón González Férriz lleva años apostado en la intersección entre cultura, ideas y poder. Su bibliografía incluye títulos como 1968, el nacimiento de un mundo nuevo, La trampa del optimismo o La revolución divertida. En todos estos casos, Férriz aborda momentos de inflexión histórica: cómo 1968 produjo un cambio global, o cómo el optimismo colectivo puede volverse una trampa.
En este sentido, La otra guerra fría no es una ruptura, sin una evolución. Cambia el foco hacia la cultura como campo de batalla y profundiza en una lógica que ya le interesaba en sus otros libros. Si hubiese que quedarse sólo con una cosa de este ensayo, me quedaría con cómo convierte un conflicto que ya nos es lejano en una herramienta para pensar en el presente.
Ecos del presente
Lo que pasó hace medio siglo fue un preámbulo de lo que sucede ahora, en el mundo de la desinformación, las redes y la competencia por la atención y las audiencias globales. Aunque el libro trabaja de forma retrospectiva, cada capítulo suena sorprendentemente actual.
Férriz aborda cómo Washington y Moscú compitieron por el trono cultural
Es una obra que sirve a aquel público que busca entender cómo funciona el poder simbólico. No reescribe en ningún caso la historiografía del siglo XX, pero sí redefine el campo de batalla. Ya no hablamos sólo de Berlín, sino de una sala de cine, un estudio de grabación o una bienal de arte. Y claro, la pregunta que subyace se vuelve presente: ¿Quién gana las batallas por la cultura hoy? Férriz no ofrece respuestas definitivas, pero sí muchas pistas para mirar el pasado —y nuestro presente— con nuevos ojos.
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