Andrea Toribio

Editorial: La Navaja Suiza

Año de publicación original: 2024

"La escritura no surge cuando quiere o se le pide, sino cuando puede". Esta es la premisa que desde las tapas de Niños del futuro nos lanza una voz anónima. No queda claro si es la editorial quien lo afirma, quizás un eco de lo que Andrea Toribio nos transcribe del día a día en las entradas que componen su nuevo libro.

Entre 2016 y 2023 la autora anotó en su diario ideas y experiencias en una voz poética muy personal y espontánea. Las cosas que se explican tienen a veces la urgencia de quien parece ajustar profusamente la realidad en las notas de un teléfono móvil. Otras se permite la pausa, escribir desde el futuro inmediato del día posterior, con la sabiduría que 24 horas pueden dar sobre la jornada anterior.

La autoficción, o mejor dicho la decisión del escritor de ordenar su propio universo, se ha convertido en algo así como un rasgo generacional

Su autora es editora y poeta, colabora en varios medios nacionales además del podcast que presenta junto a Aloma Rodríguez, La amiga eres tú. La Navaja Suiza es la encargada de editar estos diarios poetizados que se suman a otros dos libros publicados en 2014 y 2018: Geografía azul, publicado por Ebediziones, y Crecimiento radial. Cuaderno de notas, que apareció bajo el sello Eirene Editorial.

Leila Guerriero manejó en Teoría de la gravedad (Libros del Asteroide, 2019) con gran soltura un tono personal en cada uno de los capítulos que componen esta selección de columnas publicadas en los medios con los que colaboraba, paradójicamente, personales. Un epíteto que se ha hecho cada vez más habitual en la literatura joven, al menos, en castellano.

La autoficción, o mejor dicho la decisión del escritor de ordenar su propio universo, asumiendo cualquier riesgo que pueda surgir por el camino, se ha convertido en algo así como un rasgo generacional de la literatura de la última década. Aunque pocas veces viene justificado por un marco tan poético y sugerente como el que enmarca Niños del futuro.

Retornos eternos

Su autora se adentra en lo cotidiano bajo una luz poética con la que estirar anécdotas en jornadas de trabajo anodinas. También en dar entidad a las voces e ideas de los clientes retransmitidas a través de los ojos (también los oídos) de una autora hambrienta por contar y reflexionar mientras su vida ocurre.

Dos señoras charlan en la cola de la librería en la que trabaja la escritora cuando tiene 24 años. Debaten sobre uno de los títulos, la una le espeta a la otra que se trata de "un libro de dualidades". Podemos imaginar a Toribio anotando al mismo tiempo, como una Claude Lévi-Strauss cosmopolita, dejando notas de las direcciones a las que otros apuntan y terminando de describir su recorrido con su propia voz.

Andrea Toribio se adentra en lo cotidiano bajo una luz poética con la que estirar anécdotas en jornadas de trabajo anodinas

Son siete años los que median entre sus primeras entradas y las últimas, en 2023. Aunque las fechas no nos sirvan realmente para navegar por el diario, tampoco mantiene un orden riguroso a la hora de expresarlo. Unas veces vienen precedidas por horas, otras por fechas y años, algunas por nada; como si tuviese más prisa por escribir que por ser exacta.

El primer texto nos recuerda con sorna nietzscheana que "el tiempo se renueva cada cien años". Es fácil entender que lo dicho también cumple con los mismos ciclos, y así reflexiona mientras espera al autobús en 2016: "He escrito una cosa que dijo Unamuno sin haber leído a Unamuno". Nos deja imaginando cómo otros, dentro de un siglo, repetirán lo que acabamos de leer, aunque sea otro nombre el que lo apostille.

Diarios y obsesiones

Toribio hace acopio de las 'fotografías' con las que retrata sus días. Algunas se detienen en detalles que nos provocan el vértigo que va de lo común a lo extraordinario. "Nuestra relación con nosotros mismos se basa en mirarnos en el espejo", escribe en enero de 2017. Ese mismo año prepara reportajes en prensa que son apuntillados por el escrutinio de otros ojos, los de sus jefes.

Nos explica todo esto al tiempo que va adoptando un tono cada vez más personal y poético, el mismo que quizás busca poner en duda lo que otros le señalan en rojo.

Pero también es un diario de obsesiones, a veces literarias, otras más terrenales. Le surca la extrañeza que dejan las relaciones sociales, las palabras o su capacidad para conmovernos o arañar unos likes. Así anota, a propósito de esto último, que "las lecturas de otros jamás serán mis lecturas". También escribe en noviembre del año siguiente estar viviendo "el día más caluroso" de su vida en 2018, en enero del año siguiente lo repite invocando ese retorno de ideas constante.

'Niños del futuro' tiene algo de hipnótico, un confort extraño en asistir a los años reducidos a experiencias y sentimientos

Las entradas se detienen de forma abrupta y las vuelve a emprender, escribe sobre la tensión narrativa que acumula a medida que el diario va mutando y convirtiéndose en una extensión de sí misma. Sentencia: "El diario como género. Mi género".

Niños del futuro tiene algo de hipnótico, un confort extraño en asistir a los años reducidos a experiencias y sentimientos, de diluirnos entre una vida que nos es tan ajena como cercana. Acostumbrados a que el género venga precedido por grandes volúmenes, recopilaciones de fechas y explicaciones al pie, es un gusto pensar que la memoria humana puede contenerse en menos de 200 páginas. Que no es necesario que vaya apostillada o precedida de nada, solo de la inercia de lo que se ve, se vive y se piensa.