Rebecca Robinson

Traductora: Pilar de la Peña Minguell

Editorial: Martínez Roca

Año de publicación original: 2025

Ni el romance ni el matrimonio son destino: son una mesa de negociación. Así es El lobo y la serpiente, el inicio de una nueva saga que aspira a no ser como el resto del romantasy. Esta novela abre la trilogía Dark Inheritance colocando a sus dos protagonistas, Vaasa Kozár y Reid de Mireh, frente a un trato político antes que a un idilio.

'El lobo y la serpiente' inicia una saga que aspira a no ser como el resto de romantasys

Lo interesante no es si se enamoran, sino cómo cada concesión —una guardia, una frontera, una cláusula entre dos territorios en disputa— los mueve un centímetro en el mapa del poder. Rebecca Robinson entra en la fantasía romántica por la puerta menos transitada: la de la administración de un imperio, los pactos incómodos y la paciencia estratégica.

Política antes que pasión

Vaasa llega marcada por una magia oscura que mató a su madre y que su hermano quiere convertir en propaganda bélica. Reid, gobernante frío a primera vista, entiende que el control no se ejerce a gritos, sino con estrategia y, sobre todo, un plan. El arreglo es claro: tú me ayudas a estabilizar mi reino y yo te doy margen —y quizá respuestas— sobre tu poder. La novela se sostiene en esa lógica del quid pro quo, y ahí encuentra su tono: más gabinete que alcoba, más maniobras que pasión.

El gancho no está en los tópicos sino en cómo la autora los cruza con el juego de tronos

Quien busque fuegos artificiales inmediatos quizá choque con el ritmo: Robinson se toma su tiempo, hace que la trama avance despacio y reserva la intensidad para el tramo final, cuando los intereses acumulados explotan de golpe. Ese retraso en la recompensa no es un defecto, sino una apuesta consciente: construir primero el andamiaje político y personal para que el desenlace tenga más fuerza. La recta final apura las páginas y deja con ganas de más. Es una historia que arranca tranquila pero cierra con vértigo.

El gancho, pues, no está en los tópicos (sí, hay matrimonio pactado y eseenemies to lovers que funciona tan bien), sino en cómo la autora los cruza con el juego de tronos: audiencias, escoltas, códigos, alianzas que se negocian como si fueran partidas presupuestarias. Cuando el romance aparece, lo hace como consecuencia lógica de haber compartido decisiones, riesgos y responsabilidades. Esa economía del afecto —sentir después de gestionar— refresca un terreno saturado de flechazos y profecías.

La mano de la autora

El estilo de Rebecca Robinson es sobrio. Nacida en Reino Unido y formada en literatura inglesa, Robinson trabajó varios años como editora antes de lanzarse a escribir su propia saga. Quizá por eso se nota tanto el gusto por la estructura: los capítulos no se diluyen en la ambientación, sino que van levantando una armazón sólida, casi administrativa, donde cada conversación pesa. Más que floritura, Robinson busca claridad; no trata de embelesar a cada frase, sino de levantar escenarios en los que los personajes negocian su lugar en el mundo.

Robinson trabajó varios años como editora antes de lanzarse a escribir su propia saga. Quizá por eso se nota tanto el gusto por la estructura

Hay también una elección inteligente respecto al sistema de magia que todo romantasy que se precie tiene que tener: no es un truco para abrir puertas, sino un factor político. El poder oscuro de Vaasa es, al mismo tiempo, estigma y recurso: lo que su familia quiere usar como arma de propaganda es también lo que la hace peligrosa y necesaria.

Así, el conflicto familiar no queda reducido a trauma decorativo, sino que se convierte en el combustible de la trama mayor. El resultado es una primera entrega que cierra en alto, con un giro que reordena lealtades y abre el tablero para lo que vendrá en la siguiente entrega.

Una negociación que atrapa

¿Funciona? Sí, y precisamente porque no se limita a reproducir fórmulas. En un mercado que a menudo acelera el romance para satisfacer expectativas inmediatas, El lobo y la serpiente prefiere que la emoción llegue como efecto secundario de las intrigas y las decisiones compartidas.

'El lobo y la serpiente' prefiere que la emoción llegue como efecto secundario de las intrigas y las decisiones compartidas

Esa paciencia, sumada al aire de thriller político medieval, convierte la novela en algo distinto: no una historia que grita desde el principio, sino una que avanza con pasos medidos hasta dejarnos con la sensación de haber asistido a una negociación compleja, intensa y finalmente inevitable.

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