María Dueñas

Editorial: Planeta

Año de publicación original: 2025

Esta novela arranca como una carta escrita sin destinatario, con la esperanza de que alguien, en algún momento, la abra y la lea. Esa carta es la vida de Cecilia, una mujer que empieza trabajando en una fábrica de tabacos en Melilla y acaba en Orán (Argelia), donde miles de españoles trataron de rehacer su futuro en plena primera mitad del siglo XX.

La historia no solo sigue a Cecilia, sino que se convierte en un espejo de la experiencia de toda una generación que cruzó el Mediterráneo buscando oportunidades, enfrentándose a culturas, climas y estructuras sociales completamente distintas a las de su tierra natal.

La historia se convierte en un espejo de la experiencia de toda una generación que cruzó el Mediterráneo

María Dueñas lleva años demostrando que sabe cómo rescatar fragmentos de la historia y convertirlos en novela. Lo hizo con El tiempo entre costuras y la posguerra, con La templanza y la industria del vino, con Siray sus vaivenes internacionales. Aquí se detiene en un tema menos transitado: la emigración española a Argelia.

Y lo hace desde abajo, con la mirada puesta en los que trabajaron, cosieron, cuidaron y sobrevivieron. La autora ha explicado que el interés surgió tras investigar relatos orales de españoles en Orán y otros puertos argelinos: historias de vida que habían quedado casi invisibles en la literatura y en los archivos oficiales, y que merecían ser contadas con detalle y respeto.

Exilio español

La trama sigue a Cecilia a lo largo de varias décadas. Un hecho trágico la obliga a dejar atrás su ciudad y empezar de cero al otro lado del Mediterráneo. Allí levanta su vida con esfuerzo, entre trabajos humildes, amistades que sostienen y decisiones que duelen. No hay giros de guion espectaculares ni misterios rebuscados: la fuerza de la novela está en los detalles cotidianos, en cómo se construye la memoria a partir de gestos pequeños y persistentes.

Desde los contratos de trabajo hasta las comidas compartidas, pasando por las tradiciones que los emigrantes se aferran a mantener, Dueñas convierte lo cotidiano en narración de gran densidad emocional.

Memoria colectiva

En entrevistas, Dueñas ha insistido en que quería dar voz a quienes nunca la tuvieron. Miles de familias españolas cruzaron a Argelia, vivieron allí durante décadas y, sin embargo, apenas han dejado rastro en la literatura. La autora escuchó testimonios, investigó y levantó un fresco coral que funciona tanto como novela como ejercicio de memoria colectiva.

Su intención no era solo documentar, sino transmitir la sensación de pertenencia y pérdida que acompaña a quienes construyen su vida lejos del hogar

Además, subraya que su intención no era solo documentar, sino transmitir la sensación de pertenencia y pérdida simultánea que acompaña a quienes construyen su vida lejos del hogar, un equilibrio delicado entre nostalgia y resiliencia.

El estilo es el de siempre: prosa clara, muy narrativa, pensada para enganchar desde el inicio. Dueñas no necesita alardes: va directa, explica bien, sitúa al lector y lo guía por un escenario que, para muchos, es completamente nuevo. A veces la abundancia de descripciones puede frenar el ritmo, y algunos personajes secundarios parecen quedarse a medio camino, pero el conjunto convence.

La atención a los detalles históricos —desde las jerarquías coloniales hasta la vida cotidiana en Orán— enriquece la novela sin que se perciba como enciclopedia, un logro de la escritura que combina investigación y sensibilidad narrativa.

Crónica literaria

Comparada con sus novelas anteriores, esta tiene menos intriga y más vocación de crónica. No busca tanto deslumbrar como dejar constancia. En ese sentido, Por si un día volvemos marca un matiz dentro de la trayectoria de la autora: sigue siendo reconocible, pero también más sobria, más pegada a la realidad. Quien haya leído El tiempo entre costuras o La templanza encontrará aquí un cambio de ritmo, un interés por lo colectivo y por el testimonio de la gente común, sin perder el pulso literario que caracteriza a Dueñas.

Más allá de Cecilia, nos llevamos la sensación de haber conocido a toda una generación de españoles

Es una lectura que emociona sin exagerar, que enseña sin dar lecciones, y que devuelve a la primera línea a una comunidad olvidada. Al cerrar el libro queda esa imagen final: la de una mujer doblando sus cosas y guardándolas en una maleta que no se sabe si está preparada para volver o para seguir caminando.

Más allá de Cecilia, nos llevamos la sensación de haber conocido a toda una generación de españoles que, contra todo pronóstico, aprendieron a hacer del exilio un lugar para vivir, trabajar y soñar.

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