Lucía Galán Bertrand

Ilustraciones: Núria Aparicio

Editorial: Timun Mas

Año de publicación original: 2025

Hay libros para los más pequeños que parecen gritar desde la estantería: "llévame a casa que te voy a solucionar una tarde". Y luego está El botiquín de Lucía, mi pediatra, que directamente tiene hasta un asa para que te lo lleves a casa cómodamente.

Llega en formato maletín, con su práctico porte de kit de emergencia y esa promesa silenciosa de que, pase lo que pase —un moco traicionero, un raspón épico o un dolor de tripa que aparece justo cuando toca acostarse—, aquí dentro hay respuestas. O, al menos, unas cuantas solapas que hacen que aprender duela bastante menos que un chichón.

Divulgación disfrazada

Lucía Galán Bertrand, a estas alturas, no necesita presentación. Conocemos de sobra que tiene ese talento extraño de explicar la salud infantil sin que a los adultos nos entren los sudores fríos. Pero aquí, además, se lanza a un formato más juguetón. Casi teatral. Al fin y al cabo es una maleta que el niño abre como quien abre un tesoro pirata, esperando encontrar algo valioso dentro.

Llega en formato maletín, con su práctico porte de kit de emergencia

Pese a su apariencia divertida, su misión es mucho más seria: que los pequeños entiendan qué es la fiebre sin imaginar que están ardiendo en llamas, qué hay detrás de esos mocos que les invaden la nariz, por qué el estómago protesta cuando quiere llamar la atención y cómo actuar ante heridas, quemaduras, picaduras, golpes e incluso fracturas. Y todo contado con la misma naturalidad con la que uno explicaría cómo atarse los cordones.

¡Solapas!

Las abrazables ilustraciones de Núria Aparicio mezclan humor, ternura y ese puntito de dibujos animados traviesos que hace que cualquier susto pierda la mitad de su gravedad. ¡Y luego están las solapas! Son el golpe maestro. Esas puertas diminutas que esconden respuestas, detalles, remedios o pequeños descubrimientos que convierten cada página en una especie de juego educativo.

El niño participa, levanta, descubre y aprende que, si un día tiene fiebre, hay un motivo

El niño participa, levanta, descubre... y mientras tanto aprende que, si un día tiene fiebre, hay un motivo; si un mosquito se ha puesto creativo, también lo hay; y si la piel se raspa, hay formas de arreglar el estropicio sin que aparezca el pánico.

El apartado dedicado al botiquín es quizá el más divertido, porque convierte lo que normalmente es un cajón misterioso que solo pueden abrir los adultos en una especie de inventario para aventureros. Tiritas, suero, gasas, termómetro, crema para picaduras... todo explicado con el mismo tono cómplice que usa Lucía en sus redes: cercano pero riguroso y sin perder nunca la sonrisa.

Sin sustos

Es un libro infantil tranquilo. Los colores son vivos, pero no estridentes. Los personajes transmiten calma incluso cuando están llorando un poquito —porque, seamos sinceros, las caídas duelen pero no siempre son una tragedia—. Y el diseño del maletín convierte el libro en un objeto que apetece llevarse de viaje, de excursión o, sencillamente, de habitación en habitación.

Es una herramienta educativa disfrazada de juguete. Y funciona

Lucía Galán ya nos tiene acostumbrados a este híbrido entre rigor profesional y calidez pedagógica. Libros como La vida va de esto o El gran libro de Lucía, mi pediatra muestran ese sello personal. El botiquín de Lucía, mi pediatra es mucho más que un libro. Es una herramienta educativa disfrazada de juguete. Y funciona. Porque, cuando la información llega en forma de maletín con solapas, hasta la fiebre parece menos fiera.

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