Autor: Ángel Antonio Herrera

Ilustraciones: José Manuel Ciria

Editorial: Akal

Año de publicación original: 2023

Por Álvaro Rivas

Es bonito y socorrido decir que uno es íntimamente poeta, aunque no lo sea, o no lo sea porque los demás no lo creen así. Se oye mucho en la radio, en los oyentes que llaman a los programas nocturnos, "a ratos escribo poemas", dicen. No es malo eso porque, ¿qué es poesía? Pues poesía es usted -no me gusta tutear sin permiso-. ¿Y qué es un buen poema? La respuesta es fácil: un buen poema es una novela, solo que bien escrita.

Un buen poema es una novela, solo que bien escrita

Digo esto como provocación, aunque solo provoque a cuatro gatos, más que nada porque se leerá poco esta reseña. Se escriben muchos poemas pero se lee poca poesía, aunque digan que está de moda. Y si se lee poca poesía, imagínense lo que se lee una nota sobre un libro de poesía. No importa, poetas, porque como dice Ángel Antonio Herrera: "Elíjase este o da igual qué otro poema de mi empleo, porque en él se habrá transitado el éxito del trueno y la opinión de los ponientes".

Poesía reunida (y reñida)

Los apasionados a la poesía seguro que conocen bien la obra de Ángel Antonio Herrera. Si no es así, o su pasión late muy bajo o se están perdiendo algo. Los espejos nocturnos nos presenta una oportunidad para solventar esa carencia, para tener el todo Herrera -en adelante AAH- en su flanco poético que, para él, seguro, es todo su ser, porque el verdadero poeta se levanta poeta y se acuesta, agotado de buscar, poeta. Entremedias, puede uno ser periodista, ingeniero agrónomo, bedel o buhonero.

La poesía reunida -y reñida- de AAH arranca desde su publicación más reciente hacia el pasado, desmadurándola. El autor defiende el orden de su libro con una frase definitiva: "(...) cada poema es el borrador del poema siguiente". Por eso creo que hay un riña de AAH a su yo adolescente, al que deja para el final del libro casi como un cariñoso castigo. Lo quiere, pero solo como se quiere a aquellos amores juveniles.

Poemario a poemario, se desata un delirio de ideas e imágenes que solo sabe domar quien conoce bien al monstruo que encierran las palabras

Es verdad que hay una evolución cristalina en su obra. Podríamos decir que sus poemas de juventud presentan una estructura más clásica y menos arriesgada. A medida que el poeta AAH avanza en su obra y el AAH hombre gana en lecturas y en vivencias vemos cómo, poemario a poemario, se desata lentamente un desorden de metáforas, un delirio de ideas e imágenes que solo sabe domar quien conoce bien al monstruo que encierran las palabras. Al leer a AAH todo fluye, no hay esquinas ni incómodos ángulos rectos. Se lee sin trabas, es como flotar en un líquido manso donde AAH te obliga a recitar en voz baja. Si no es así, díganme entonces a qué obedece escribir cosas como ésta: "No de ayer mismo sé que el sábado es un parentesco del caballo, y que, si miras despacio una fiera, también estás viendo la víspera de un epitafio".

No les destripo el final de esta novela tan bien escrita porque el final está al principio, ya digo. Además, solo es el borrador de un poema que AAH está a punto de escribir.