Jero García

Editorial: Temas de Hoy

Fecha de publicación original: 2023

Cola es un niño lleno de ira. De rabia interna. No puede estarse quieto. De ahí su mote y el calificativo que da nombre al libro: Cola de lagartija. Sabe que algo no va bien dentro de él pero lo que siente no puede pararlo. Ni le entienden sus padres, ni su hermano pequeño y mucho menos sus compañeros de colegio a los que tiene aterrorizados. Es un abusón. Cola pega. Pega fuerte.

Solo estando en tensión puede mantener su cerebro a raya y sentirse en paz

No da respiro y solo estando en tensión puede mantener su cerebro a raya y sentirse en paz. Por eso Cola apenas tiene amigos. A ver, no podemos obviar que criarse en el madrileño barrio de Carabanchel en plenos años 70, curte el carácter de cualquiera. Pero lo de Cola es otro nivel.

Boxeo que da paz

Un nervio como el suyo no podía aplacarse en casa porque no le entendían. Solo los combates de boxeo que veía en la tele con su abuelo le centraban. Disfrutaba con ese baile, esa coreografía de guantes, músculos y puños. Viéndolo se sentía en paz. Pero fuera de eso, nada podía aplacar a Cola. Este niño fue creciendo y descontrolándose más y más. Las peleas dejaron de ser el pan nuestro de cada día para pasar a pequeños hurtos, coqueteos con las drogas (consumiendo y traficando), robos de coches... y así podíamos tirarnos todo el día.

El protagonista intenta refugiarse en lo único que aplaca su cabeza y le centra: el boxeo

Pasada la mayoría de edad, Cola se armó de valor. No quería seguir por una senda que acabaría con su cuerpo entre rejas o dentro de una caja de madera. Así que trató de refugiarse en lo único que había aplacado su cabeza y centrado sus ganas: el boxeo. Entró en una escuela regentada por Fernando, un entrenador con un pasado tan turbio como el de Cola. El viaje no iba a ser fácil pero iba a brindarle algo que pensaba que no se merecía: una segunda oportunidad.

Una ópera prima muy visceral

Esta historia, la primera novela escrita por Jero García, habla de bullying pero no desde el punto de la víctima sino desde la del acosador. Uno que desconoce que lo es. Uno con un cuadro de TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). Por eso Cola nunca está tranquilo. Por eso nunca está a gusto. Y lo paga con los más débiles. Es su única forma de sobrevivir. Estando permanentemente alerta y sintiéndose el más fuerte. Pero esa energía desbocada provocaba el temor del resto de sus compañeros. Hasta el punto de que algunos de ellos no querían pisar su clase e incluso pensaron en el suicidio.

Jero García habla de bullying desde el punto de vista del acosador

Cola de lagartija nos cuenta el camino de uno de estos abusones que, casi siempre, desconocen que lo son y desconocen el daño que hacen a los demás. Hacen lo que hacen porque su entorno no ha sabido reconducir esa energía desbocada. Siempre se han sentido solos. Abandonados. Jero García, que fue uno de esos acosadores de pequeño ha querido plasmar ese sentimiento de pérdida, de rabia y abandono en este libro. También ha sido muy claro: no hay nada de autobiográfico en esta historia. Aunque sí que hay lugares comunes que descubriréis entre las páginas de una novela totalmente apasionante.

Un reto de superación

Lo es porque te golpea tan fuerte como lo hacen los puños de Cola. Es un libro tremendamente sincero cuyos personajes no se andan con rodeos. Insultan cuando tienen que insultar, pegan cuando tienen que pegar y dicen verdades tan grandes que no caben en un cuadrilátero. Es una obra muy sentida, cuyo mensaje final remueve. Quiere que te pares a reflexionar en el acoso y en los acosadores. No se trata de blanquear el bullying. Todo lo contrario. Cola de lagartija señala, con un corazón tremendo, a una sociedad que da la espalda a unos niños que se sienten diferentes, perdidos y solos y que hacen lo que pueden por sobrevivir en un mundo que apenas entienden.

Pero si por algo se nos quedará en la memoria la primera novela de Jero García es por su luz. Tiene muchísima dentro de sus páginas. Como en la vida misma, existen las segundas oportunidades. Solo hay que querer aferrarse a ellas.