Annie Lyons

Traductora: Sandra Dolores Gómez Amador

Editorial: Planeta

Año de publicación original: 2023

Novelas situadas históricamente durante la Segunda Guerra Mundial hay muchas pero El club de lectura del refugio antiaéreo huye de sus lugares comunes. Aquí no hay campos de exterminio ni batallas en el frente. Por no haber, ni se van a encontrar con un maldito nazi en ninguna de sus páginas. Aun así, Annie Lyons se las arregla para que sintamos muy de cerca el horror de la guerra.

El 'Kindertransport' que cambió la vida de los niños judíos

Este relato comienza en Londres, en 1938. Gertie Bingham lleva años vacía tras la muerte de su marido. Junto al que fue el gran amor de su vida sacó adelante una librería. Es su oficio y su pasión, pero ahora cree que ha llegado el momento de jubilarse y dejarlo todo atrás. Su vida cambiará al enterarse de la existencia del Kindertransport: una iniciativa del Reino Unido en la que se permitió la llegada de cientos de niños judíos que huían de la Alemania de Hitler. Gertie acabó acogiendo a una de esas refugiadas, Hedy Fischer, una tímida adolescente de 15 años.

El 'Kindertransport' fue una iniciativa del Reino Unido para rescatar a cientos de niños judíos del la persecución nazi

La relación comenzó siendo fría y difícil pero con el paso de los meses la relación de las dos comenzará a estrecharse, no por la llegada de la Segunda Guerra Mundial, sino por su amor por la lectura. Será su pasión por Jane Eyre, por las obras de Charles Dickens, de Jane Austen o de John Steinbeck lo que las unirá para siempre. Ese nexo inquebrantable será el que lo soporte todo: desde la falta de noticias sobre el paradero de la familia de Hedy en Alemania, pasando por los bombardeos de la Luftwaffe y terminando en esa angustia vital provocada por un conflicto inútil que parece no tener fin.

Incluso en estas situaciones límite el ser humano acaba sacando hueco para llevar una vida lo más normal posible. Gertie y Hedy montan un club de lectura que sirve a los vecinos de su zona para aislarse del terror de las bombas y abstraerse mientras el ejército de Hitler ataca. La lectura unirá a una comunidad entera en los momentos más oscuros de la historia de la humanidad pero, sobre todo, les dará esperanza.

Los libros como catarsis

La lectura nos sumerge en mundos nuevos, diferentes al nuestro, y nos hace identificarnos con personajes que desconocemos cuando empezamos a leer pero que casi podríamos considerar de nuestra familia al acabar la última de sus páginas. Annie Lyons consigue en El club de lectura del refugio antiaéreo que Gertie y Hedy se conviertan en nuestras parientes.

A pesar de la crudeza del conflicto, esta novela se las arregla para ser afable, tierna y tranquila

Sufrimos por ellas y sufrimos con ellas cuando suenan las sirenas que alertan de un ataque, pero también nos alegramos cuando consiguen sobrevivir un día más. A pesar de todo el pesimismo y toda la crudeza que emana de la novela reflejando aquellos terribles años, esta obra se las arregla para resultar afable, tierna, tranquila. Es como un oasis en medio de una tempestad.

Un oasis que existió de verdad aunque muy pocos lo conocían. The Book Society, una sociedad de profesionales de la escritura y del libro creada en 1920, publicó listas de recomendaciones y ordenó muchas de las peticiones de unos clubs de lectura que proliferaron durante la guerra en todo Reino Unido. La iniciativa tuvo tanto éxito que el número de participantes se duplicó en unos pocos meses.

Luz sin oscuridad

Sí, es un libro situado en la Segunda Guerra Mundial, pero desde un punto en el que estamos menos acostumbrados a transitar. Salimos del horror de Auschwitz o de la barbarie del frente para experimentar lo que significa ser un daño colateral.

El dolor que supone que te arranquen de tu vida y tu rutina para no saber si mañana estarás vivo. Pero donde debería haber horror, hay esperanza y donde tendría que haber muerte, hay vida. Y solo por eso, merece la pena esta lectura. Porque aquí venimos a celebrar lo bueno del ser humano. De lo malo, por desgracia, ya vamos más que servidos todos los días.