Carmen Martín Gaite

Adaptación: Catalina González Vilar

Ilustraciones: Helena Bonastre

Editorial: Siruela Gráfica

Año de publicación original: 1990

Sara Allen vive en Brooklyn, observando las luces de Nueva York, al otro lado del Hudson. Para una niña, la ciudad representa la libertad y sus infinitas posibilidades. También asomarse a la vida de su abuela, una excantante de revista que vive sola en un apartamento en el barrio de Morningside. Los paseos para visitarla junto a sus padres representan la oportunidad de conocer el mundo más allá de su ventana.

Basada en la novela de Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan se convierte ahora en cómic con las ilustraciones de Helena Bonastre y la adaptación de Catalina González Vilar. Una edición que se basa en los dibujos que la propia autora realizó durante su elaboración, atravesada por uno de los momentos más complicados de su vida.

Miranfú

Además de la libertad, una de las cosas que más desea Sara es cruzar la ciudad para llevarle una tarta de fresa a su abuela. El sabor dulce de ambas cosas se confunde en su boca mientras pasa los días leyendo cuentos que le hablan de otros, capaces de vivir según sus propios designios.

La sensación "de que algo está a punto de ocurrir" se materializa en la palabra 'miranfú' para ella

Entre Pulgarcito o Robinson Crusoe, empieza a inventar palabras nuevas que nombren aquello que tanta desea. La sensación "de que algo está a punto de ocurrir" se materializa como 'miranfú' para ella, un grito de guerra que se le presenta el día que sus padres tienen que ausentarse de la ciudad durante varios días. Es entonces cuando Sara aprovecha el momento y decide embarcarse en una aventura a través de Manhattan para llevarle una tarta de fresa a su abuela.

Durante el viaje conoce a personajes extravagantes como Miss Lunatic, una mujer obcecada en repartir fe entre los habitantes de Nueva York; o al señor Woolf, un empresario millonario, incapaz de ser feliz hasta que no encuentre una receta de tarta de fresa realmente deliciosa. De cada uno de ellos aprenderá algo.

La estatua de la libertad

Miss Lunatic recorre la isla de punta a punta reparando en todos cuantos necesitan ayuda o que les proporcionen un pedazo de esperanza. Ricos o pobres, todos caben bajo las alas de su enorme sombrero. Cuando Sara la conoce, se siente algo menos perdida en su compañía. La mujer le confiesa que ella es en realidad la Estatua de la Libertad, que vigila desde el Hudson a todos los habitantes de Manhattan y, durante las noches, se pasea entre ellos para recordarles por qué la dama sigue allí.

Obtiene la valiosa lección de que la libertad también es contagiosa

De ella obtiene una valiosa lección, la de que la libertad también es contagiosa y cuando la portamos con nosotros también somos capaces de inspirar al resto. Le confiesa a Sara que para verla solo tiene que deslizar una moneda en una de las alcantarillas de Battery Park y un túnel la llevará directamente hasta ella siempre que lo necesite.

Otros cuentos

Carmen Martín Gaite nunca ocultó el trampantojo de sus novelas, donde los cuentos jugaban un papel especialmente significativo. A través de ellos se nos enfrenta a los mismos deseos infantiles que nos inflamaban al leerlos y escucharlos. La libertad, el descubrimiento o la sensación total de abandono en el mundo conviven con los Hermanos Grimm, Perrault o su adoradísimo Lewis Carroll.

El lobo aparece aquí con las fauces que devoraron la vida de su hija, con tan solo 29 años

Pasar a través del espejo de sus libros significa también participar, como lectores, de cuantos juegos como la autora quiera plantearnos. Caperucita en Manhattan se publicó historia en 1990, cinco años después del fallecimiento de suhija Marta, parte fundamental de su vida y de su literatura, convertida en personaje en varios libros de la escritora.

En esta fábula moderna el lobo es distinto al de la Caperucita original y aparece representado con las mismas fauces que devoraron la vida de su hija con tan solo 29 años: una de las primeras muertes por complicaciones relacionadas con el sida en España. Aquí la ciudad se convierte en un telón de fondo donde perderse no depende de las migas que dejamos en el camino, sino en el ahínco de aquello que buscamos y cómo la libertad puede convertirse en un viaje en sí mismo, sin un destino fijo.

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