Carmen Martín Gaite definía lo poético como "un sobresalto en la memoria", un intento casi siempre "fallido" de recuperar el momento en que las cosas hablaron "un lenguaje especial". Los libros de la escritora están llenos de esos sobresaltos que servían para que el lector formase parte de sus libros. Una invitación honesta, donde nuestra experiencia y la de la escritora, combinadas, completaban el resto del texto.
Cien años después del nacimiento de Carmen Martín Gaite entendemos ahora mejor sus libros que sus contemporáneos
Cien años después del nacimiento de Carmen Martín Gaite entendemos ahora mejor sus libros que sus contemporáneos. Quizás porque somos más libres que elloso porque hoy la crítica la reconoce como un elemento fundamental de la llegada de la modernidad a nuestra literatura.
Ya fuese en ensayos, novelas, cuentos, poesías o traducciones, todo lo que pasó por las manos de la escritora se centrifugaba en una primera persona única. En todos sus textos se puede leer su punto de vista como mujer, lectora, niña de la posguerra, adulta en el franquismoo testigo directo de la Transicióny, por ende, el de la vida de miles de lectores que vivieron lo mismo que ella o sintieron la necesidad de conocer su tiempo.
Traducir la vida
José Teruel, biógrafo de la escritora, la conoció a los 25 años. El primer encuentro surgió a raíz de un artículo que le procuró una invitación a aquella casa de la madrileña calle Doctor Esquerdo que era el santuario personal de la escritora. Fue ella misma quien le llamó por teléfono para que la visitase. "Decía siempre que al lector hay que invitarle a un refresco, sentarle y agasajarle en cada libro", explica desde su casa en Madrid.
Como invitado, Teruel asistió a las conversaciones de ese particular "círculo Bloomsbury madrileño" que representaban las amistades de la escritora en el Madrid de la época. De aquellas tertulias recuerda la oratoria de Gaite, con "esa difícil facilidad de hacer que el lenguaje esté vivo".
José Teruel: "Decía siempre que al lector hay que invitarle a un refresco y agasajarle en cada libro"
Este profesor honorario de la Universidad Autónoma ha editado también las obras completas de la escritora para Galaxia Gutenberg. Con respecto a compañeras de profesión de la salmantina, como Carmen Laforet o Ana María Matute, apunta a que la crítica "las leyó mal y las encasilló mal", y añade: "Más que olvidadas, diría que se les dio la condescendencia habitual de la mirada masculina".
Aun así, desde hace varias décadas no hay ningún curso impartido por Teruel en el que no haya incluido sus obras. Tampoco obvia uno de los vértices de su creación literaria: el de la traducción. "Tradujo a seis idiomas: al castellano, inglés, francés, italiano, portugués, gallego e incluso rumano".
Explica además que cuando se estancaba en la escritura, era precisamente este otro trabajo el que le devolvía al escritorio. Añade que para Gaite solo existía una máxima: que la traducción, fuese del idioma que fuese, "sonase a castellano".
Usos amorosos
Teruel es autor de la biografía que publicó la editorial Tusquets hace tan solo unos meses y que se enmarca en los homenajes por el siglo de la autora que celebramos en este diciembre de 2025. "Supo capturar como nadie las historias de esa generación", explica a propósito de la faceta de ensayista que Gaite desgajó en sus Usos amorosos de la posguerra española o Entre visillos.

A medio camino entre géneros, la escritora cristalizó las relaciones entre los hombres y mujeres que "vieron prohibida la amistad entre ambos sexos". La salmantina supo escuchar los anhelos de ellas y los miedos de ellos en plena posguerra, leer entre líneas las columnas de Elena Francis o escuchar de soslayo lo que querían decir los cuplés. "Ella nos explica muy bien de dónde venimos en cada uno de sus libros", añade Teruel.
José Teruel: "Supo capturar como nadie las historias de su generación"
"Su hija le preguntaba por sus historias, por cómo ligaban o se conocían, tenían una relación estrechísima", explica sobre la autora y su hija, Marta Sánchez Martín, quien falleció a los 29 años por complicaciones relacionadas con el sida, una de las primeras muertes por la enfermedad en España. Esa relación está en el génesis de los Usos amorosos de la posguerra amorosa y deja su impronta en personajes en varios de sus libros como El cuarto de atrás o De hija a madre, de madre a hija.
Descubrirnos en sus libros
"Es imposible leer un libro de Carmen Martín Gaite y no sentirte parte de la historia", comenta a propósito de esa misma obra Andrea Toribio, escritora y editora. Explica que esta relación se establece porque "los personajes de sus libros no solo son reales, también son verdad".
Andrea tenía siete años cuando murió la autora; tuvieron que pasar unos cuantos más hasta conocer sus libros: "Fue por un error de lectura, buscaba un libro sobre el amor y me encontré con sus Usos amorosos de la posguerra española", explica que fue algo tan inesperado que ya nunca más se separó de su literatura.
Andrea Toribio: "Ella pudo ser libre gracias a la escritura y se la brindó a todas y a todos por igual"
Gaite se convirtió en un afán como estudiante que continuó como adulta. Sostiene precisamente entre sus manos ese primer libro que le abrió la puerta al resto, y pronuncia con intención la palabra "generosidad" para referirse a la invitación que nos extiende la salmantina para entrar en su mundo. "Ella pudo ser libre gracias a la escritura y se la brindó a todas y a todos por igual", explica antes de añadir que sus libros son realmente "para todo el mundo".
En ese propósito universal nos encontramos con nuestro reflejo, como una parte esencial de la trama, en novelas como El cuarto de atrás, pero también poniendo en común nuestros recuerdos con los suyos o los de nuestros padres. Esperando pacientemente el "sobresalto en la memoria", que nos confirma que no es ella quien está al otro lado de la página, sino nosotros mismos.
El cuento de nunca acabar
La escritora Marta Sanz sí que llegó a coincidir con la autora, aunque se disculpa alegando que ella no es "experta" en asuntos gaiteanos, pero sí lectora. Sujeta en una mano la edición original de Destino de El cuarto de atrás, con el grabado de Lutero hablando con el diablo en su portada. Explica haber experimentado releyéndolo esa misma sensación de déjà vuque nos dejan sus libros, la de haber vivido las cosas que allí se cuentan.
Sanz señala un momento en la novela en la que su protagonista habla sobre ver luces y formas en el espacio que queda entre los párpados y el ojo cuando están cerrados, entre el sueño y la vigilia. "Es algo que yo sentía de pequeña, pensaba que solo me ocurría a mí pero ya estaba en los libros de Carmen Martín Gaite", explica con una sonrisa.
Marta Sanz: "Pensaba que solo me ocurría a mí pero ya estaba en los libros de Carmen Martín Gaite"
La serendipia que establecemos con la autora nos habla de un mundo secreto, un pacto entre ella y nosotros, sus lectores. Para Sanz, la literatura de Gaite tiene como centro la pérdida, a veces relacionada con la memoria, como en la amnesia de la protagonista de El cuarto de atrás. Para la escritora este concepto es un "presagio de la muerte de su hija Marta".
En Caperucita en Manhattan, ese mismo sentimiento tiene que ver con un personaje infantil que, incapaz de recorrer el camino de vuelta de baldosas amarillas o restos de migas, se pierde indefectiblemente en su propia libertad. "Es la sensación que nos transmiten los cuentos de una libertad total, pero también de la oscuridad que rodea al camino y de todas las cosas que te pueden separar de él", explica a propósito de esta fábula actualizada que publicó cinco años después de la muerte de su hija.
Gracias a Carmen Martín Gaite
Como en cualquier cumpleaños, nos reunimos alrededor de las cien velas que adornan la existencia de Carmen Martín Gaite, las soplamos sin ella aunque no olvidamos algo que agradecerle en cada respiración. Andrea Toribio lo hace pensando en "la memoria de las mujeres del siglo XX", las vidas a las que nos permitió asomarnos, la suya incluida, para comprobar que "en este país se luchó contra la grisura para hacer avances".
Marta Sanz aporta un reconocimiento reversible, por permitir "vivificar la literatura", acercarla al mundo y a nuestra experiencia, pero también "literaturizar la vida" y hacer de la ficción algo indisociable de nuestra memoria. Mucho por lo que agradecer a la salmantina, añade una más: "Convertir la experiencia femenina en universal".
José Teruel sopla las velas de este centenario con el recuerdo de cuántas compañeras de su generación dignificó la autora dándole nombres y apellidos, incluso cuando estas habían sido sepultadas por la crítica literaria franquista. Y aprovechando que la llama de la escritora no se ha extinguido en 2025, añade algo más que agradecerle: "Que su literatura sea una respuesta llena vitalista ante la catástrofe y la derrota".
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