Cuenta Raquel Taranilla al otro lado del teléfono, que lo que más le está costando en estos días de confinamiento es conciliar su trabajo como profesora en la Universidad Complutense de Madrid con cuidar de su hija pequeña. Dice que, salvando las distancias con esta crisis sanitaria sin precedentes, está acostumbrada a esos momentos de encierro y de incertidumbre. No en vano vivió durante algunos años en Doha (Qatar) donde, recuerda, "hay muy pocas cosas que hacer... salvo que te encante ir a hoteles a tomar cervezas, lo que tienes que hacer es nada".

Ahí empezó su viaje con 'Noche y océano' (Seix Barral, 2020). Una aventura de investigación, documentación y escritura que ha durado cinco años y que ha culminado con el Premio Biblioteca Breve 2020 de la Editorial Seix Barral.

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Alter ego

Es consciente de que su novela es muy particular, un misterio a medio camino entre diario y carta al lector en la que, sobre todo, quiere hacer "una parodia de sí misma". Por eso, la voz narradora, el personaje de Beatriz Silva es, en cierto modo, su alter ego. Aunque Taranilla reconoce que cuando "el discurso de Bea se desparrama, intenta controlar el suyo". La protagonista tiene una "actitud más estoica porque en Bea dejo ir esos sentimientos que yo, normalmente, controlo", añade.

"En Bea dejo ir esos sentimientos que yo, normalmente, controlo"

Bea no sólo hereda el carácter de Taranilla, sino también su crítica punzante al sistema educativo español. En la novela la narradora reflexiona sobre la universidad como una "institución feudal" en la que "saltarse las leyes de vasallaje supone a menudo el destierro". Estas palabras, reflejadas en la novela, las pronunció la propia autora al recoger el premio por 'Noche y océano', y lo vuelve a hacer ahora en nuestra conversación telefónica: "La cantidad de gente en situación precaria que está trabajando en la universidad es abrumadora. Tenemos una universidad en la que muchos profesores están en situaciones muy difíciles, trabajando mucho y por poco dinero, por pocas compensaciones y por pocas expectativas".

A medio camino entre todo esto está el personaje de Quirós. El inesperado compañero de casa de la protagonista que no hace otra cosa que convertirse en el motor del deseo de Bea. "Es un personaje que tiene que ver con poner en movimiento algo que Bea quería mantener tapado, silenciado", reflexiona Taranilla.

Él desencadena la trama con un punto de partida: el robo del cráneo embalsamado del director de cine mudo F.W. Murnau. "Es un juego narrativo que en realidad es muy antinarrativo, lo de menos es la cabeza".

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La cultura como mercancía

Parece que no basta con leer, escuchar música, escribir... tenemos que ser cultos o, al menos, parecerlo. Mejor si lo que consumimos no es "cultura de masas", eso nos dará un mayor aire intelectual en un mundo en el que poco importa lo que eres y mucho lo que pareces.

"Consumimos libros como consumimos camisetas"

"Consumimos libros como consumimos camisetas" -reflexiona Taranilla- "porque la cultura en realidad se ha convertido en una mercancía más". Esta es una idea muy presente en la novela, cómo el gusto por el conocimiento tiene una traducción en términos mercantiles "de consumo de bienes igual que otro tipo de bienes".

Por otro lado, esa mercantilización también se ha convertido en indispensable para nosotros, para consumir nuestro tiempo. "Mira lo que estamos haciendo. Ver una serie en Netflix se está convirtiendo en una práctica que genera más identidad que cualquier otra práctica", cuenta la autora. "Estamos encerrándonos con Netflix en casa y hemos decidido que los enfermos tienen que estar solos y aislados. Es una solución que, como mínimo, es llamativa".