Crecimos rodeados de críticas hacia nuestro propio cuerpo. Puede que la mayoría de las veces ni si quiera nos diésemos cuenta, porque todo empieza en la infancia, cuando veíamos a esas princesas y esos príncipes de dibujos con cuerpos imposibles, ellas delgadas y con cinturas minúsculas, y ellos obsesionados con estar fuertes, con esos enormes músculos y sus torsos esculpidos.

Pero el peor momento, el más criticón, si me apuráis, el más criticable, llegó con las películas de principios de los 2000. Esas plagadas de adolescentes donde el grupo de chicas populares eran divinas se mirase por dónde se mirase. ¿Os acordáis de aquella escena de 'Chicas malas' donde un grupo de ellas se quejaba incluso de que tenían los poros de la piel muy abiertos?

Esclavos de la imagen

La esbelta Regina George se horrorizaba con sus supuestos hombros de camionero, diciendo que por su forma no podía llevar tirantes. Imaginad una adolescente contemplando tal estampa y pensando que eso es lo normativo, lo correcto. El problema real radica en que la película criticaba todo este culto al cuerpo, pero muchas personas no fueron capaces de verlo y se quedaron en la superficie.

"Hay que ser conscientes de la voz cabrona y darnos cuenta de que lo que nos dice no es la realidad"

Esos mensajes, por desgracia, han calado en nuestro pensamiento. Hay muchísima gente a la que le cuesta mucho aceptarse a sí misma. De hecho, la mayoría de la población no puede salir de casa sin peinarse, sin maquillaje o sin una ropa que haga juego o que no esté pasada de moda. Puede parecer exagerado pero es la realidad.

Porque sí, también nos han impuesto el modelito que debemos llevar según nuestro cuerpo. Debemos ponernos cosas que nos "sienten bien" o "nos hagan tipazo" y, si no es posible, probablemente no estemos a gusto ni con nuestro físico ni con nosotros mismos... Es decir, como bien reza el titulo del libro de la psicóloga Lorena Gascón: "Nos tratamos como el culo".

De hecho, ella misma nos quiere dar este consejo: "Hay que ser conscientes de la voz cabrona, que es como le llamo yo a la autocrítica y darnos cuenta de que lo que nos dice no es la realidad".

Guapas y listas

La lista de exigencias socialmente impuestas no tiene fin. Nos afecta a todos pero, en particular para las mujeres a la que se les exige siempre una imagen física intachable acorde a los estándares de la moda de la época en la que le toque vivir. Pero si nos salimos de lo meramente físico, las exigencias impuestas no menguan. Hay que tener una buena carrera y, por ende, un buen trabajo. Es lo mínimo para no sentirnos unos fracasados.

¿Os acodáis lo que Miranda (Meryl Streep) pedía a sus ayudantes en El diablo viste de Prada? "Le pedí una chica limpia, atlética y sonriente y me mandó una chica sucia, cansada y gorda". El cine suele ser una radiografía de la realidad y no es ninguna sorpresa que veamos en puestos de poder a personas exitosas en todos los aspectos de la vida, a las que su físico, por su posición, también las acompaña... Parece otro motivo más para autoculparnos por existir.

Por eso, hoy en día, hay autores que intentan con sus obras que aprendamos a querernos un poquito más. Todos necesitamos aprender a llevar mejor esas situaciones en las que no sabemos cómo actuar, en las que nos pueden los nervios y, en el peor de los casos, la ansiedad. Al final todas estas situaciones acaban afectando a nuestra salud mental. "Todos vivimos en un contexto muy perfeccionista", reconoce Gascón. "Se premia mucho la excelencia, se premia mucho la perfección, la comparación social".

Compararse con los demás es inevitable. Por eso hay que intentar relativizar y valorarnos a nosotros mismos por lo que somos y no por lo que los convencionalismos sociales nos instan a ser. Somos conscientes de que es fácil decirlo y no tanto llevarlo a cabo. Pero podemos empezar con un gesto sencillo. Hay que hacer las paces con nosotros mismos y no ser tan exigentes. Lo queramos o no, vamos a convivir con nosotros mismos toda la vida.