Se descuelga el teléfono y la escucho saludar al otro lado de la línea, Lucía Lijtmaer nos atiende desde otra ciudad. Al igual que en su novela, las palabras acortarán la distancia que separa a las participantes de esta conversación, un rato compartido donde celebramos la reedición de su primera novela.

Acercar el pasado

Contar lo que ya ha sucedido desde un lugar honesto no resulta tarea fácil. Lucía hace uso en esta obra del arma periodística por excelencia: la crónica. "Siempre me he preguntado qué pasó con la gente que se quedó. Este libro recoge ese deseo y me parecía fascinante tratar un caso diferente al mío", apunta la autora.

Es así como nos presenta los orígenes de sus protagonistas, Jorge y Simón, figuras importantes en la Argentina de los 70 y dueños de un imperio textil.

"Siempre me he preguntado qué pasó con la gente que se quedó. El libro recoge ese deseo y me parecía fascinante tratar un caso diferente al mío"

La responsabilidad de contar la historia de otras personas la llevó a jugar y explorar en Casi nada que ponerte con otros formatosy, a medida que avanzamos en la lectura del libro, nos encontramos con capítulos escritos como si de una obra teatral se tratase, rompiendo así con el formato narrativo inicial. "Yo me debía a la gente que había confiado en mí. Ellos quisieron contarme el relato de sus vidas y había algo de performativo en todo aquello, algo mágico", cuenta Lijtmaer.

La teatralización de la vida

"No quieras tener prisa, todo tiene un tiempo propio y una razón de ser; esto es un show nena. En el mundo siempre hacemos una representación de nuestra vida", le confiesa Jorge a la autora. Ese show está conformado por localización, atrezzo y personajes, y Lucía los dota en el libro de una individualidad propia.

"Nuestras casas o las cosas que poseemos hablan de nosotros, por eso decidí narrar la casa de Jorge y Simón como un personaje más"

Entiende que, por sí solos, tienen una razón de ser, un lugar en la historia. "Cuando Jorge me dice que esta historia es una historia de casas, o cuando las clientas me contaban con tanto detalle el primer vestido que se habían comprado en la boutique, me di cuenta de que todo aquello tenía algo de vivo. Nuestras casas o las cosas que poseemos hablan de nosotros, por eso decidí narrar La Colorada, la casa de Jorge y Simón, de esa manera, como un personaje más", confiesa.

La hija de padres exiliados

En la novela, la presencia de la autora acompaña al resto de personajes de manera natural, casi orgánica, porque explicar la vida de los otros es también explicar un poquito la nuestra. "Después de escribir la novela creo que he generado una relación personal con Argentina, no tan relacionada a la memoria familiar si no a la mía propia, también como escritora", afirma.

En Casi nada que ponerte, el pasado y el presente van de la mano y no existen el uno sin el otro. Lucía Lijtmaer da voz al país que un día sus padres se vieron en la obligación de abandonar. Esta es una novela de búsqueda individual pero también colectiva. "Mi literatura siempre habla de localización y deslocalización, de la idea de cuál es nuestro lugar en el mundo. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de lo importante que es elegir también a tu propia familia. Hay partes de esta novela que son un pequeño homenaje a mis amigas, a las que como yo nacieron en Argentina, pero se criaron en otro país", concluye la autora.

"Hay partes de esta novela que son un pequeño homenaje a mis amigas, a las que como yo nacieron en Argentina, pero se criaron en otro país"

Desde que fuimos capaces de escribir sobre las piedras, la esencia de la literatura ha sido contar el viaje de nuestras vidas. En este libro el viaje no solo es alegórico, Lucía cruza el océano. Esa niña que un día pensó que Argentina estaba en las nubes descubre que hay una parte de ella formada por ponchos, asados y Buenos Aires.