"Los chicos no cantan" y "las chicas tienen que ocuparse de sus padres cuando son mayores". Ellos no se pueden quedar solos porque alguien les tendrá que hacer la cena, el dinero es suyo y ellas tienen que volver "con miedo" a casa por lo que pudiese pasar. Es así. Como una norma, una ley no escrita que nos enseñan desde que somos pequeños, que interiorizamos, que aprendemos como un mantra. Pero, ¿por qué las cosas son como son? ¿deben seguir siendo como siempre? Sí y no.

Karmele Jaio habla de esa "mochila" que todos tenemos por el simple hecho de ser hombre o mujer. Porque somos "un producto sociocultural de lo que se nos impone y no somos del todo libres para decidir". Y así, "encorsetados", construimos nuestra masculinidad y nuestra feminidad. Y así construye la autora 'La casa del padre' (Destino, 2020), con tres personajes-narradores (Ismael, Jasone y Libe), con dos generaciones que hablan más por lo que callan que por lo que dicen.

Las "palabras no dichas"

Ese es el campo, dice Karmele Jaio, en el que se mueve esta novela, porque "decimos muchas cosas pero lo más importante, lo que nos preocupa, sale muy pocas veces".

"Decimos muchas cosas pero lo más importante, lo que nos preocupa, sale muy pocas veces"

Aquí sale todo. Aquí, Ismael se debate entre sentirse o no un farsante por ser un escritor de éxito pero no poder escribir ni una sola palabra de su próxima y esperada novela. Jasone se pregunta si sólo es una madre y esposa. Y Libe tiene dudas sobre si irse a trabajar a Berlín fue más una huida hacia adelante que un cambio de aires. Entre tanto, se mezclan los roles de género, las contradicciones y los miedos.

Todo en absoluto silencio. Entre la pareja y en la familia. También en las relaciones entre padres e hijos. Porque, según Jaio, en las relaciones "se aprenden cosas sin necesidad de utilizar las palabras".

La violencia de la novela

Al otro lado del teléfono, Karmele Jaio reflexiona sobre cómo "en una época se ha vivido con naturalidad que vayas con miedo por la calle… y muchas veces no hemos sido conscientes de la violencia que supone. Ahora las generaciones nuevas son más conscientes". 'La casa del padre' quiere mostrar precisamente esto porque, como asegura Jasone (uno de los personajes): "Todas las mujeres han imaginado alguna vez su violación".

Así, la violencia está presente en toda la novela. Por un lado en forma de una violación que "ven y sufren" los personajes y, por otro, en una violencia que es más sutil y difícil de ver. Y ronda la idea en todo el libro sobre si tratar mal es maltratar.

"Se ha vivido con naturalidad que vayas con miedo por la calle"

En 'La casa del padre', subyace una cosa: las relaciones de poder. Cómo ellas, empoderadas o no, necesitan recibir siempre, de una forma u otra, la aprobación de los hombres.

Porque al final, como leemos en la novela, parece que "siempre hay alguien que dice primero "te quiero". Es quien pierde. La otra persona, responda lo que responda, en el fondo está diciendo: "Lo sé"".