Dice Jacobo Bergareche que las casualidades en la literatura y en el cine tienen que ocurrir en los primeros cinco minutos. Y qué primeros cinco minutos tiene Las despedidas. El arranque de la novela es una invitación a creer que la magia existe. Claudia y Diego se conocen en el festival Burning Man y ese encuentro fugaz cambia sus vidas para siempre, aunque pensaban que no volverían a verse.

Desde su título aborda esos adioses que, a veces, se antojan complicados. "El libro va de aprender a despedirse, de un muerto, de un amor... Despedirse es una agonía, no sabemos despedirnos", reconoce Bergareche.

"Las bienvenidas han de ser largas y las despedidas cortas"

"Las bienvenidas han de ser largas y las despedidas cortas", es la gran frase de esta novela. Una ficción que arranca con una potente bienvenida, como un seísmo que hace tambalear la vida de sus protagonistas. Gracias a ese encuentro, Diego es capaz de materializar la despedida que nunca pudo hacer desde que su primo se suicidó. "Tiene que ver con la experiencia de un amigo, Miguel Olivares, al que el libro está dedicado. Su hermano se suicidó y me ayudó mucho conocerle".

La ficción permea a la realidad porque Bergareche tuvo que afrontar el asesinato de su hermano. El duelo que sobrevuela la novela es también el suyo: "Tiene que ver mucho con mi propia experiencia, la del duelo por alguien que ha muerto, y las charlas con mi amigo me dieron la esperanza de que se puede", explica el autor.

El adiós más doloroso

En este punto afloran esas personas como su amigo Miguel que cayó a su lado en una cena y cuya conversación resultó terapéutica. "Todos tenemos alguna persona de esas que nos ha abierto los ojos con respecto a algo y nos ha hecho ver la realidad de una manera diferente. Hay personas que son palancas, nos marcan", apunta.

Precisamente sobre esas personas que llegan a nuestra vida para ponerla patas arriba versaba también su anterior novela Los días perfectos (Libros del Asteroide, 2021) que reaparecen de manera real y figurada en esta nueva ficción. La intensidad de Diego y Claudia entregándose al momento en el festival nos recuerda a esos días en los que no pasaba nada extraordinario y sin embargo eran perfectos. "Hay personas que nos permiten imaginarnos otra vida y otro yo, experimentar otra manera de ser nosotros, y esa posibilidad creo que ensancha tu mundo", recalca.

"Hay personas que son palancas, nos marcan"

Esta novela también es como una de esas partituras que, con un arreglo exquisito, ensamblan notas a diferentes escalas. Aquí vibran al unísono alegría y dolor. Aparece desde la carta de suicidio del primo de Diego que recoge estos versos de Claudio Rodríguez: "El dolor es la nube / la alegría, el espacio / el dolor es el huésped / la alegría, la casa" y sobre este punto vuelve a evocarnos a su anterior novela y a Faulkner que "entre el dolor y la nada" , elegía el dolor.

En la nada, o mejor dicho en la desconexión, está instalado Diego en varios pasajes de la novela. Como un autómata, es incapaz de conectar con sus propias emociones y precisamente Claudia hace de catalizador. Es interesante observar el arco narrativo del personaje desde la página 29 ("no encontraba el interruptor que liberaba el llanto") hasta la página 138 ("todo le sabía a lágrima, el mar entero, no sabía ya si aún lloraba"). Personajes en los que, asegura Bergareche, asoman muchas situaciones suyas o de sus amigos.

Las decisiones que marcan nuestras vidas

En Las despedidas vuelve a aparecer una interesante reflexión sobre la infidelidad, el desgaste del amor, la paternidad, el duelo y esas personas que nos marcan. "A mí me gusta hablar de los grandes problemas que todos tenemos: de cómo queremos a los que queremos, cómo nos relacionamos con nuestro trabajo, con nuestros hijos y nuestros padres y con los muertos", explica Bergareche.

Precisamente, Diego, su protagonista, despliega una interesante encrucijada entre el tedio de la rutina y el anhelo de esos caminos que no llegó a elegir. "Hay gente que te permite imaginarte cómo hubiera sido tu vida de otra forma. Eso ocurre, y normalmente son enamoramientos pasajeros", explica el autor.

Su nuevo libro exhala esa verdad y dolor que se termina convirtiendo en belleza, como la más vibrante de las crisálidas. La novela es una clase magistral para soltar, para poder decir el adiós que se antoja impronunciable aunque sobrevuele la tentación de quedarse congelado en esos recuerdos a los que siempre apetece volver.