La de Inma Chacón es una familia, digamos, numerosa. "Mi bisabuela tuvo 27 hijos", nos dice señalando una fotografía que tiene en el salón. "27", repite. "Sobrevivieron 8 y se quedó con ganas de tener gemelos".

Escribir para no olvidar

En su casa cuelgan recuerdos de una vida de novela. Como la de su madre. "Durante la Guerra Civil, desde la torre del campanario de la iglesia del pueblo, a mi madre, que entonces tenía 12 años, le tiraron un disparo. No le dio por milímetros", relata Chacón. "Lo contó hasta los últimos días de su vida. Lo que ella recordaba era el miedo. El miedo suyo y el de su madre, que estaba al otro lado del patio".

"Empecé una conversación entre la memoria de mi madre y mi propia memoria"

Es una de las historias que la escritora ha recogido en su nuevo libro, El cuarto de la plancha, una obra que comenzó siendo un libro de relatos compuesto por las anécdotas de su madre. "Pero me empezaron a venir anécdotas de mi propia infancia", dice la autora. "Mientras escribía escuchaba la voz de mi madre. Y entonces empecé una especie de conversación entre la memoria de mi madre y mi propia memoria".

Memoria en la que también está su hermana gemela, la escritora Dulce Chacón, autora, entre otros libros, de La voz dormida (2002). "La muerte de Dulce yo no la he superado ni creo que la vaya a superar nunca. Sí que la he asumido y he aprendido a vivir de otra manera. Pero no se supera".

20 años sin Dulce Chacón

Con la muerte de su otra mitad, hace 20 años, Inma Chacón llegó incluso a pensar en cambiar físicamente para que los demás no sufrieran. Los amigos de Dulce no podían soportar ver a Inma. Porque también veían a Dulce. En este sentido, una de las anécdotas más emotivas de 'El cuarto de la plancha' la protagoniza el escritor José Saramago. "Cuando me vio me dijo: Ay, Inma, cada vez que te veo... Y yo le decía: Bueno, pero será bonito, ¿no, José? Y me respondió: Sí, es muy bonito. Antes erais una en dos y ahora sois dos en una. Fue precioso porque significa que Dulce no ha muerto del todo, sigue viva en mí".

"De algún modo, Dulce se llevó una parte de mí, y yo me quedé una parte de ella. Y eso es una sensación que el otro no comprende", comenta Inma Chacón, que recuerda la extraña sensación que tenía cuando la abrazaban. "Sentía que cuando la gente me abrazaba no me estaba abrazando a mí, estaba abrazando a Dulce. Era muy bonito y muy duro".

Literatura como salvavidas

La conexión entre las dos era tan especial que Inma pensó que "ahora le tocaba a ella. Estaba convencida de que también se iba a morir". Pero la muerte no llegaba, e Inma empezó a escribir su primera novela, la que Dulce siempre quiso hacer, La princesa india (2005).

"Cuando murió mi hermana yo estaba convencida de que yo también me iba a morir"

Era la historia que siempre tuvo en mente, incluso antes de publicar su primer libro, 'Algún amor que no mate' (1996). Llevaba tiempo documentándose, pero el año en el que decidió ponerse con ella, en 2003, le diagnosticaron el cáncer. "Me pidió que la escribiera yo", cuenta Inma. "Y es la promesa que le hice a mi hermana".

Y así, con una promesa y una novela, encontró Inma Chacón su lugar en el mundo. Escribiendo como su hermana Dulce.