El día que ETA anunció el cese definitivo de la actividad armada, Fernando Aramburu pensó que pasaría si unos jóvenes decidieran continuar con el legado de la banda terrorista, así nació 'Hijos de la fábula'.

No tiene miedo, dice Aramburu, de que alguien pueda pensar que frivoliza con ETA: "En mi novela no intervienen víctimas", aclara. "Tampoco es que me ría del terrorismo, pero sí me mofo de los terroristas".

"No me río del terrorismo, pero sí me mofo de los terroristas"

Y lo hace en la figura de dos jóvenes, Joseba y Asier, que con apenas veinte años deciden ingresar en la banda. Recién llegados a una granja de Francia, donde esperarán las instrucciones, no se enteran de que ETA ya no existe.

"Usé un humor que considero más bien ácido", dice Aramburu para explicar cómo funcionaba esa maquinaria de propaganda que lo impregnaba todo en aquellos días.

"Quién no ha tenido 16 años y ha sido ingenuo y manejable", cuenta. "La tentación de ingresar en ETA y ser el héroe del pueblo estaba ahí presente y todos estábamos más o menos expuestos, pero afortunadamente algunos no caímos en ese abismo".

"La tentación de ingresar en ETA y ser el héroe del pueblo estaba presente"

El lector se reirá leyéndola, seguro, aunque su escritura no fue divertida para el autor porque le recordaba, asegura, "momentos muy tristes".

Esta novela llega después de 'Los vencejos' y de aquel fenómeno mastodóntico que supuso 'Patria', un éxito que, lejos de volverle loco, le ha hecho más prudente. "Ahora se está atento a mis palabras y tengo que medir un poco lo que digo", suelta Aramburu entre risas.