Si usted fue unniño criado en los ochenta y en los noventa en la periferia de una gran ciudad, seguramente le suene esta novela. Le sonará la arena bajo los pies en aquellos parques de arena contoboganes de metal que te destrozaban los pantalones.

Le sonará al murmullo de las vecinas en corro, con los carros rebosantes de puerro y perejil, comentando las novedades del día. Voces femeninas, las que hacían suyos aquellos barrios que se llamaron "ciudades dormitorio" que se llenaron allá por los sesenta y los setenta, y que los hombres abandonaban por el día para ir a trabajar al centro de la ciudad.

Le sonará al chup chup de los guisos que las madres dejaban al fuego mientras hacían aquello que llamábamos "las cosas de la casa" y algún que otro recado. Le sonará, quizá, aquellos gritos que nos lanzaban desde los balcones las vecinas que vigilaban a los niños mientras jugaban y les advertían de que las jeringuillas no se tocaban porque "tenían sida".

Turismo de clase

Si usted es uno de esos niños de la periferia de los ochenta, esta novela le sonará a pura verdad como posiblemente ninguna otra novela que haya leído o película que haya visto. Porque, si bien es cierto que al cine español se le da muy bien el cine social o el cine quinqui de la época, siempre se intuye en la mirada del director eso que Alana S. Portero y yo hemos acordado llamar, y perdón por la confianza, cierto "turismo de clase".

"Sí, tal cual el término", dice la escritora. "Tiene un componente de feria, de tratar a la clase obrera, lo que ellos llaman "lumpen", como si fueran zoos que están ahí para divertirnos con su forma de hablar o su forma de moverse, y se olvidaban de lo humano".

"Parece que todo el mundo estaba deprimido, pero había muchísima imaginación"

Y es así cómo Alana S. Portero ha conquistado a todo el que lee 'La mala costumbre', derrochando humanidad con una historia narrada por quien vivió aquellos barrios en aquella época. A veces, incluso, parece que todo era heroína, sufrimiento y vidas épicas por salir adelante. Y aunque conoce el dolor, sabe que había mucho más.

"Parece que todo el mundo estaba deprimido, harto de trabajar y sin tener ninguna otra vida y había criaturas maravillosas y muchísima imaginación".

Un éxito inesperado

Hasta ahora dramaturga y columnista en varios medios, Alana S. Portero llevaba dándole vueltas a esta historia desde hace años, tomando muchas notas, pero no terminaba de cerrarla. Hasta que se puso y en apenas un mes la tuvo lista. Ahora se ha convertido en la sensación literaria de la temporada. Volvió de la Feria del Libro de Frankfurt con varios contratos para ser traducida a varios idiomas.

Se trata de una novela de crecimiento, en palabras de la autora "en coordenadas obreras, en coordenadas femeninas, en coordenadas trans, con un toque de realismo mágico" sobre un barrio madrileño, San Blas, prácticamente desconocido para incluso los madrileños. "Conocemos muy bien barrios como Brooklyn por Paul Auster o Vivian Gornik y sin embargo no hemos hecho mucha literatura de los nuestros", dice.

Un cuerpo que no sabe habitar

El viaje de la protagonista consiste, como dice la autora, en "aprender a vivir en un cuerpo que no sabe habitar", evitando así utilizar la fórmula "un cuerpo equivocado".

La protagonista debe "aprender a vivir en un cuerpo que no sabe habitar"

"Es que esa fórmula, usada por la medicina y la sociedad, no es desde la perspectiva trans. Un cuerpo es un cuerpo y nunca es equivocado, por eso me gusta decir que es un cuerpo que no sabe habitar, porque no corresponde con lo que tú crees que debería corresponder, con lo que te han enseñado que debería ser, y tienes que aprender a vivir esa contradicción que es más cultural que corporal".

El nicho LGTB

Y aunque todos tenemos claro que no debería ser así, cada vez que sale una obra con temática LGTB se la considera nicho y cuesta mucho sacarla de ahí.

"Nos han educado en que una obra escrita por un inglés o un germánico en Viena es canon y que una historia trans en Madrid es nicho. Yo he leído los otros nichos, los nichos de los otros. Al final esas etiquetas se usan a veces para empequeñecer lo que no es canónico. Yo he escrito una novela desprejuiciada, no dejaré que poniéndole una etiqueta a mi novela la intenten hacer pequeña, porque no lo es".

Epílogo: un libro con playlist

Durante el viaje de crecimiento de la protagonista, toda la novela está cuajada de referencias a la cultura pop. Desde Tino Casal a Madonna, uno de los referentes personales de la autora, que nos recomienda su lectura con esta música de fondo, la que le inspiró mientras escribía.