Creo que uno de los mayores placeres para un 'hater' de esta y de cualquier otra serie es que, en el intersticio entre la emisión del episodio en USA y en España, el hater de turno sea el primero en publicar todo tipo de spoilers en las Redes Sociales, a cada cuál más cruel y sangriento, con el único fin de encender la ira y la violencia de los billones de fans. Fans que se ven obligados a hacer scroll con un ojo abierto y otro cerrado mientras le desean la muerte al tipo o tipa que pretende arruinarles el nuevo episodio, y por lo tanto el mejor momento de la semana.

Yo no soy de esa clase de haters, al revés, soy un hater pasivo, si no, ¿qué clase de persona sería? Pero no puedo evitar reírme ante este tipo de situaciones. Me pasa incluso con las series que sigo. De repente me topo con un spoiler y no puedo sino cabrearme al principio y reírme después. No pasa nada, la vida sigue, algo que no es fácil de entender para unos cuantos ultra-fans que viven por y para esta serie. El número de palabras del artículo no da para mucho pero sí para deciros un par de cosas que llevo tiempo pensando.

He hablado con algunos amigos acérrimos lectores de literatura fantástica de los que me fío bastante y me han dicho que la serie es entretenida, por momentos incluso emocionante, pero en general, vaga y superficial. Sus creadores pretenden abordar demasiados personajes y demasiadas cosas alejándose en demasiadas ocasiones de la esencia de la saga literaria.

Y no creo que lo hagan porque no pueden sino porque no quieren. Los libros de 'Martin' no son sino una excusa para producir un 'culebrón' con mucha sangre y mucho sexo, una fórmula que ha funcionado desde que el hombre es espectador. Los protagonistas no paran de fornicar y matar. Y no sólo eso, sino que los hombres que fornican y matan, aparte de ser un grupo de cachas de gym, previamente se han sometido a unas cuantas sesiones de depilación láser en alguna de las muchas clínicas que había en el medievo, si no, no se explica esa creencia total de vello.

Lo cierto es que los propios fans de la serie de Benioff y Weiss, o al menos unos cuantos de ellos, me han confesado que Juego de tronos es un culebrón en toda regla. Y aunque haya nombrado la palabra culebrón en un par de ocasiones no quiero reducir la serie a un grupo de tíos que no paran de pelearse con otros tíos y de acostarse con tías. Esta descripción se acerca más a culebrones como 'Pasión de gavilanes' que a 'Juego de tronos'. Por cierto, esta no ha sido, ni la primera ni última vez, que alguien compara ambas series.

'Friends' también es un culebrón, y 'Big Bang Theory', muchas de las series que lo han petado o que lo están petando son en realidad culebrones. Las temporadas, los personajes, sus relaciones, sus líos, todo se va acumulando y complicando, y al final, aunque en muchas ocasiones queramos negarlo, lo que estamos viendo es un culebrón. Lo sabemos aunque nos cueste reconocerlo.

No pasa nada, la propia vida es un culebrón. Estas series son un acto de honestidad con la vida. Solo que a veces muchas de ellas son tan aburridas, grises y monótonas como la propia vida.

La realidad es que no me creo ni una sola palabra del señor George R.R. Martin. Creo que, como todas las superstar, lo que quiere es que estemos pendientes de él. Lo único que alimenta mis esperanzas es que es demasiado rico, demasiado famoso y demasiado mayor como para seguir hablando de espadas, dragones, magia y bujería.

Aunque creo que el monstruo mediático es tan gigantesco y sus ingresos tan gigantescos, que estoy convencido de que HBO seguirá produciendo episodios de Juego de Tronos más allá del post mortem de George R.R. Martin.