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EN LAS SERIES INFANTILES LA MAYORÍA DE PROGENITORES SON ASÍ

Madres de infinita paciencia frente a padres inútiles

Cualquiera con niños a su alrededor se habrá dado cuenta hace tiempo de la imagen que, por norma, dan las series de dibujos animados a los pequeños de cómo son (o deberían ser) los progenitores. A saber, madres de paciencia infinita y padres inútiles. Es decir, todos casi clones de Marge y Homer Simpson.

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Cierto es que no es algo exclusivo de las series de animación para niños, sino una imagen bastante extendida por la televisión y el cine. Una serie española reciente arrancaba su piloto con una escena en la que tres hermanos se enzarzan en una pelea de harina en su casa del siglo XI mientras su madre les contempla con una sonrisa. ¿En serio? Te pones a lanzar comida por los aires y tu madre sonríe como sin nada. Pues esta estampa pintada aquí para un público adulto es algo habitual en los dibujos animados para niños.

El ejemplo más flagrante de todos es, sin duda, ‘Peppa Pig’. Todos los pequeños pasan por esa etapa, la de querer saltar en los charcos de barro, rebañar el cuenco de chocolate y creer en el Hada de los Dientes (por mucho que se les explique que aquí el que viene es el Ratoncito Pérez). Pero, más allá de lo divertido que pueda ser todo eso, que lo es, los padres de Peppa son realmente caricaturescos.

Ella, Mamá Pig, es una señora que trabaja en casa con el ordenador y que, pese a tener una hija redicha como ella sola, que se pone hasta las orejas de barro cada vez que llueve y que lo replica casi todo, se gasta una paciencia infinita. Ni una mala cara, ni un reproche, ni un castigo, ni una voz más alta que otra. Ahí está ella, impertérrita aguantando el calvario de niña que tiene en casa y que se despierte a las tantas con ganas de juerga.

Peppa Pig
Peppa Pig | Agencias

Pero si lo de esa madre de infinita paciencia es irreal, lo del pobre Papa Pig clama al cielo. Le dibujan como un auténtico patán. Ni de poner un cuadro es capaz. Para una vez que se le ocurre internarlo tira la pared de la casa abajo y hay que ver la que se lía. Aún así, su punto fuerte también es la paciencia. Aguanta que se ría de él toda su familia, que lo tachen de inútil, que no lo tomen en serio…. Y todo sin protestar. Un poco de amor propio no le iría mal a este señor.

No hay castigos ni rincón de pensar

Otra madre que se merece un monumento a la paciencia es la de Caillou, un niño con ‘casi cuatro añitos’ que es un llorica, con perdón. Está mal hablar así de un infante, pero es que Caillou es desquiciante. Llora más que su hermana pequeña, se pilla unas rabietas de aúpa y sus padres (que parecen la misma persona con distinto jersey) ni se inmutan. Ni siquiera lo mandan al rincón de pensar que tanto se estila ahora.

La madre de Clarence tiene también lo suyo en casa, las cosas como son, pero a su hijo hay que quererle, siempre. Porque el mensaje que transmite sin complejos, sin importarle lo que digan y siendo él mismo siempre es encomiable. Que a veces es un poco kamikaze, pues sí, pero ¿qué niño no lo es? Lo de que su pareja, padrastro de Clarence, sea literalmente como un simio y un tanto inquietante, eso sí.

Las madres de ‘Las macabras aventuras de Billy y Mandy’ y de ‘Johnny Test’ también eran así, monumentos a la paciencia y las que tenían que salvar la situación creada por unos padres poco resolutivos. Una de las pocas que parece más ajustada a la realidad es la de Nathan, protagonista de los ‘Yo-Kai Watch’. Claro, que Nathan es un hijo más o menos modélico que no causa muchos problemas y soluciona bastantes.

Justo lo contrario de Nobita, un niño que prefiere echarse la siesta a hacer los deberes, que lo suspende todo y al que su yo del futuro ha enviado un robot para que lo vigile. Con un percal así, casi es comprensible que su madre sea una auténtica desquiciada.

No hay capítulo de ‘Doraemon’ en el que la señora Nobi no se deje las cuerdas vocales gritándole al pieza de su hijo. Desde luego, de la escuela de Marge Simpson no es la buena mujer. A medio camino se encuentra la de Gumball, por ejemplo. Madre de familia numerosa, tiene por hijos a una conejita, un gato y un pez.

Ella sola saca la casa adelante, sus hijos son unos trastos y su marido, claro, un inútil, un niño grande incapaz de cuidar siquiera de sí mismo. Aún así, Nicole Watterson mantiene bastante bien los papeles, aunque en ocasiones los pierda.

Padres que son niños grandes o ausentes

Ejemplos hay más, muchos más, pero le ha llegado el turno a los padres. Si Papá Pig era un inútil redomado, el señor Watterson es para echarle de comer a parte. En esa casa, como en tantas otras de la animación infantil, la que tira del carro es ella. Él es un cafre que a la que se descuida se queda en calzoncillos en plena calle y que para una vez que le piden que cuide de los niños se los deja abandonados en el supermercado.

Sin embargo, a los pequeños les encanta. Eso de que el papá sea como ellos pero en grande. Su aliado en los juegos mientras las madres tiran de paciencia y rollo zen extremo o se dejan llevar por la cólera. Parece que solo hay dos tipos de padres, los inútiles, como los ya mencionados, o los que no están en casa y cuando están, tampoco son de mucha ayuda, como el de Nathan o el de Nobita. Estos son de esos que se pasan el día trabajando.

Claro, que al menos ellos aparecen de vez en cuando a fichar como progenitores, que hay series de animación en la que los padres no solo no pintan nada como los de Dora sino que no existen. ¿Dónde se han metido los de Ryder (‘La patrulla canina’)? ¿Y los de Pocoyó? ¿Y porqué ningún adulto vigila a Masha, que se pasa el día con un oso?

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