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Un paraíso utópico al que los hombres nunca podremos viajar

Secretos y misterios del orgasmo femenino

Es algo en lo que los hombres pensamos mucho. Nuestro 'punto G' no da para más. Nuestros orgasmos son lo que son: limitados y previsibles. Pero los de ellas son viajes al hiperespacio. Son como si toda la felicidad del mundo pudiera concentrarse en unos segundos. El orgasmo femenino es 'Un país de las maravillas' al que nosotros nunca tendremos acceso.

-Orgasmo femenino

Orgasmo femeninoAgencias

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Una persona virgen o que nunca haya tenido sexo con una mujer no va a poder hacerse una idea precisa de lo que estoy tratando de decir. Cuando uno experimenta en primera persona el 'orgasmo de una mujer,' y me estoy refiriendo a uno de esos orgasmos de magnitud 9.5 grados en la escala Richter, se olvida casi por completo del suyo propio. En ese momento, el orgasmo fálico se convierte en algo tan pequeño y olvidable como una croqueta en el fondo del congelador.

El orgasmo y el 'multiorgasmo' femenino son planetas que el hombre nunca podrá visitar. Podremos contribuir a la calidad y cantidad de esos súper clímax gracias a nuestra destreza y experiencia en las artes amatorias. Y cuando llegue el momento, podremos, casi como meros espectadores, contemplar ese géiser de placer que las eleva a una dimensión que provoca en nosotros un géiser misterio, fascinación y envidia.

Y esto es algo de lo que hablamos los hombres muchas más veces de lo que cualquier mujer se imagina. Las distorsiones sociales de género han provocado un pensamiento generalizado en el cuál siempre se repite la misma situación. Un montón de tíos fanfarroneando y balbuceando sobre cómo de potentes son los orgasmos producidos por uno u otro miembro del grupo y cómo de satisfechas quedan cuantas 'hembras' caen en sus brazos.

Pero esa no es la realidad adulta. Con 17 ó 18 años la verbalización de la sexualidad y de otras cosas se manifiesta de manera más instintiva que racional, y por lo tanto, hay una predisposición mucho más salvaje e hiperbólica a la hora de abordarlas en público.

Los teeneagers necesitan un 'macho alfa' al que venerar cual tótem. Y siempre hay uno que les recuerda quién es el líder tribal y por qué todas las chicas lo persiguen como a Buster Keaton en 'Siete ocasiones.' Afortunadamente, la adolescencia es una enfermedad contra la que se puede luchar y salir de ella sin demasiadas secuelas.

Cuando uno empieza a ser adulto adopta otro punto de vista con respecto a cómo posicionarse a la hora de explorar la sexualidad. En ese camino, uno de esos primeros grandes choques sin airbag es el 'orgasmo femenino.' Y eso pretende este artículo.

No pretende hablar de orgasmos vaginales versus clitorianos. Ni de los problemas a la hora de llegar al orgasmo. Ni de cómo ser el amante perfecto, etc. No. Como digo, este artículo es pura fascinación y envidia hacia ese gran misterio llamado orgasmo femenino.

El órgano erógeno de la mujer tiene el doble de terminaciones nerviosas que el del hombre. 'El centro neurálgico es el clítoris,' con más de 8.000 terminaciones nerviosas. Aunque esta frase suene a cliché, 'el otro órgano erógeno es el cerebro.' Muchas de las áreas del cerebro de la mujer se apagan durante el orgasmo, incluso las vinculadas al placer.

Otras áreas se encienden ya que necesitan generar estrés, ansiedad y miedo para llegar al orgasmo. Los labios menores pueden aumentar 2 o 3 veces su tamaño. Los pechos se convierten casi en un segundo clítoris. La corteza sensorial cerebral es la primera en reaccionar. Después la actividad se expande hacia el sistema límbico hasta llegar al hipotálamo. Los fuegos artificiales del cerebro o neurotransmisores vomitan cantidades industriales de oxitocina, la 'hormona de la felicidad,' y el interior de la mujer explota en millones de partículas.

Todo esto de traduce en temblores, mareos, escalofríos, sudores, y en fuertes sacudidas contracciones en vagina, útero, músculos pélvicos y ano. Las mujeres son propulsadas hacia un infinito éxtasis de placer y descontrol al que los franceses llaman 'Le Petite Mort' o Pequeña Muerte que, en muchos casos, puede llegar a ser hasta de un minuto.

El del hombre ni si quiera se puede medir porque nuestros orgasmos son tan breves que al escáner de resonancia magnética no le da tiempo. Y mientras, ahí está ese pobre hombre, con su pobre pene y su pobre orgasmo, frente a ese prodigio de la naturaleza llamado orgasmo femenino.

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