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DE TELONES CULTURALES

Lo políticamente incorrecto es la nueva derecha española

El "alt-rigth" triunfa en EEUU, pero a diferencia de la derecha cultural española, este movimiento no esconde sus dejes machistas, homófobos y racistas. ¿Se ocultan en la corrección política para no perder su hegemonía? Lucía Baskaran reflexiona sobre la respuesta

-¿De verdad son solo palabras?

¿De verdad son solo palabras?T.O.

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Se abre el telón. En el centro del escenario Arévalo cuenta chistes de gangosos y mariquitas. El público ríe entusiasmado. Imaginad que en un rincón del escenario hay un apuntador que le va advirtiendo de que está siendo homófobo, machista y racista, o que se está metiendo con personas con diversidad funcional que difícilmente van a poder replicarle. Lo más probable es que el público grite "¡aguafiestas!" y se enfade con el apuntador.

Y es que en el fondo, ser de derechas es fácil. Reírse de un chiste racista es más fácil que ser el cenizo que señala lo injusto que es reírse de las minorías. Buscar la complicidad de los amigotes cuando una pareja de lesbianas se besa es más fácil que aceptar la diferencia. Quedarse ancladx en los prejuicios es más fácil que aceptar que los códigos con lxs que unx ha aprendido a interpretar y nombrar el mundo están cambiando. Es más fácil aludir a que las cosas "aquí siempre se han hecho así" que aceptar que no quieres que cambien las cosas porque así te benefician.

Ser de derechas es fácil, solo hay que dejarse llevar por el cuñado hegemónico que todos y todas llevamos en nuestro interior. Así, es comprensible que el movimiento estadounidense que se hace llamar "alt-right" (algo así como 'la derecha alternativa') esté teniendo tanto calado en las redes sociales y haya encontrado en las columnas de opinión de tintes reaccionarios su medio perfecto. Porque es más fácil sembrar controversias que proporcionar un buen análisis.

La derecha nunca se ha caracterizado por tener un pensamiento cultural. Siendo el custodio de la tradición, de la norma y de la normalidad, no ha necesitado elaborar un pensamiento que pusiera en crisis el orden de las cosas. Por eso ha pillado por sorpresa que se haya ido forjando lo que podríamos denominar una "nueva derecha cultural". Un movimiento caracterizado por sus artículos bravucones, twits cavernarios, memes hirientes y alegatos en defensa de la libertad de expresión.

A la nueva derecha cultural le resulta fácil hacer leña del árbol caído de la posmodernidad y sus temas estrella (el multiculturalismo, la corrección política, las políticas de género y de representación, etc.), y de paso, imponer una mirada misógina, racista y clasista sobre la actualidad. Una derecha cultural que ha encontrado en la crisis una cantera de sujetos desposeídos que añoran un tiempo en el que ellos eran "los putos amos." Una derecha que ha sabido reconducir el hartazgo y descontento de lxs millennials convenciendoles a través de chistes y memes de que las mujeres, los negros o las élites les han arrebatado su futuro.

Últimamente están llegando ecos de este movimiento a nuestras latitudes: columnas de opinión y suplementos semanales en los que se reflexiona sobre el ataque a la libertad de expresión, la corrección política o lo malas que somos las feministas que pretendemos que los hombres se sientan culpables del sistema de opresión que han regentado. La nueva derecha cultural tiene sus objetivos fijados: el lenguaje inclusivo ("las mariconadas"), la apropiación cultural ("a mí un chino no me dice que el arroz tres delicias no es comida china") o las y los aguafiestas que no les ríen los chistes y las gracietas y ocurrencias que llenan las columnas de opinión (la "policía" de lo políticamente correcto).

Frente a la denuncia, el neo-conservador apela a su libertad individual ("yo puedo decir lo que quiera", "llamar negro a un negro no es racista") bajo el cómodo "si se ofende, es porque quiere" el columnista reaccionario justifica cualquier agresión y de paso, asume el papel de víctima. Como si desconociera las vicisitudes del lenguaje y el hecho de que este condiciona el pensamiento, como si el lenguaje no articulase relaciones de poder, como si el quién enuncia, el cómo, el desde dónde y el porqué no tuvieran ninguna importancia. Como si el lenguaje estuviese desprovisto de ideología, como si el que tiene el poder de nombrar, no tuviese ningún poder.

A diferencia de la nueva derecha cultural española, la alt-right estadounidense es un movimiento abiertamente xenófobo, homófobo y machista. Los nuestros aún van de libertarios. Todavía creen que están defendiendo la libertad de expresión. Siguen justificando que sus portadas misóginas son solo chistes, que sus artículos machistas son fruto de una inteligencia universal no apta para todos los públicos. Que están donde están debido a una meritocracia y no a un sistema de compadreo.

Esto pilla a algunxs a contrapié. El facha castizo es fácil de identificar; Pérez Reverte, Javier Marías y su cohorte de cipotudos no necesitan carta de presentación. En cambio, el éxito de la nueva derecha cultural reside en su capacidad para camuflarse entre nosotrxs. Muchos de sus miembros se autodenominan feministas, porque por supuesto, están en contra de las violencias machistas, pero siempre de las que ejercen los otros.

Así, lo mismo nos la intentan colar con un artículo sobre nuevas masculinidades que lloriquean porque pobrecitos, no "les dejamos" decir "puto negro". Les gusta decirse "políticamente incorrectos", como si hubiese algo de incorrecto en formar parte de la narrativa hegemónica, como si quien se burlase de alguien en una relación de poder desigual, ya sea por género, clase o raza, fuera un gracioso y no un matón. La nueva derecha está repleta de hombres sensibles a los que les duelen las cosas, pero que no están dispuestos a soltar sus privilegios, porque saben bien que sin ellos, no estarían donde están.

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