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“Me alegro de que me venga la regla, siempre"

Hablamos con mujeres que sufren un síndrome premenstrual largo y tortuoso

El síndrome premenstrual, también conocido como SPM o disforia premenstrual, puede llegar a prolongarse más de quince días, dependiendo de la duración del ciclo de cada mujer, y las afectadas acusan varios tipos de malestares físicos y psíquicos que pueden llegar a hacerlas sentir una persona completamente distinta.

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Muchas mujeres temen la llegada de la menstruación, principalmente, porque les provocará un intenso malestar físico durante unos días, mientras que otras notan cambios concretos durante los días de ovulación. También las hay para las que el proceso completo pasa totalmente desapercibido. Hoy vamos a hablar con algunas para las que el periodo premenstrual resulta largo y tortuoso.

“Noto perfectamente que he entrado en periodo premenstrual por la hinchazón de los pechos y cualquier roce se vuelve doloroso, eso es lo primero que siento”, explica Teresa, de treinta y dos años, para la que este periodo difícil puede prolongarse entre diez y dieciocho días, “después se me hincha también el vientre y noto las piernas cargadas, pero eso no sería muy importante si no lo relacionara con el cambio de humor. Me vuelvo una persona mucho más oscura. En cuanto empiezan a dolerme las tetas es como un mal augurio, significa que me voy a convertir en una versión de mí que me gusta menos durante un montón de días”.

A Teresa le gusta menos esa versión de sí misma, sobre todo, porque sufre más, porque su vida se vuelve más complicada.

“Aparte de las molestias físicas, el bajón psicológico es muy fuerte. Me siento inestable emocionalmente, me cuesta concentrarme en el trabajo, me preocupo y me angustio con facilidad. Estoy casi todo el día cansada y triste. Tener reuniones importantes o viajes durante esos días puede resultar un reto porque es muy diferente mi forma de afrontar las cosas si me pilla en un momento o en otro, y no es algo que esté en mi mano decidir. Se parece a tomar la píldora anticonceptiva, que suele tener efectos secundarios muy duros para el estado de ánimo”.

Mariana, de veintiséis, viene sintiéndolo desde la adolescencia: “Ya en el instituto me fijaba en mi ciclo para saber qué días iba a estar mal, que pueden ser diez o doce. Si me coincidía con época de exámenes me preparaba para pasar un infierno de ansiedad. Recuerdo también ver en el calendario que me iba a coincidir con un viaje y plantearme anularlo porque sabía que no lo iba a disfrutar. Trato de controlarlo pero cuesta.”

Ana, de treinta y tres, describe una gran facilidad para el llanto: “Me suele durar más o menos una semana y durante esos días me descubro llorando por cualquier cosa. Es curioso porque me conmueven especialmente los aplausos de cualquier tipo, incluso si están en la tele. La gente se pone a aplaudir en un concurso y yo me emociono y me echo a llorar, no lo puedo evitar. Pero eso es sólo una curiosidad, lo malo de verdad es que suelo estar de mal humor, me tomo las cosas peor y me agobio bastante más que de costumbre”.

En cuanto a Teresa le viene la regla, las cosas cambian: “Que me venga la regla, pese a los dolores que me provoca durante los dos primeros días, es siempre una buena noticia. Los dolores se vuelven secundarios porque de inmediato siento como si el cielo se hubiera despejado. En unas horas la perspectiva empieza a cambiar y en un par de días soy una persona mucho más fuerte y positiva de nuevo.”

Para Ana sucede lo mismo: “Me alegro de que me venga la regla, siempre. Es como si el cuerpo estuviera en tensión y cuando por fin baja se relaja todo, me siento mucho más tranquila y alegre. Me molesta los primeros días pero compensa. Ojalá no doliera pero lo relaciono como una buena señal y me lo tomo bien”.

Violeta, de treinta y cuatro, ha llegado a contar dieciocho días de síndrome premenstrual, lo que la llevó a consultar su caso con el ginecólogo y el psiquiatra: “Toda la vida ha sido una mierda esto, al principio no me daba cuenta, pensaba que a veces estaba más triste y otras más contenta, pero con los años vi que claramente coincidían los periodos de oscuridad con el síndrome premenstrual y los de luz con el resto, y me dio rabia ver que era más o menos la mitad de mi tiempo. Me siento dos personas distintas".

"La mitad de mi vida estoy hinchada, dolorida, incómoda y tengo un carácter difícil, y la otra mitad me siento ligera en todos los sentidos, flexible y capaz de gestionar mejor los problemas. Investigué, vi que era algo frecuente y lo hablé con los médicos”.

Lo primero que probó Violeta fue un compuesto de hierbas naturales rico en aceite de onagra, muy recomendado para aliviar los típicos síntomas del SPM.

“Tenía que tomarlo durante las dos semanas previas a la regla. Lo tomé unos meses pero no noté absolutamente ninguna mejoría. Ahora lo he hablado con un psiquiatra que ha estudiado el procedimiento en estos casos, aunque parece que todavía no se sabe mucho, y estoy probando a tomar una pequeña dosis de antidepresivos (fluoxetina) durante ese periodo. Algo he notado, aunque de momento no ha sido tampoco un gran remedio”.

Para Violeta, el fin del SPM equivale al fin de una depresión transitoria que la acompaña cada mes: “No falla, que me venga la regla es uno de los acontecimientos que más celebro todos los meses, lo deseo con todas mis fuerzas. Mi ciclo es largo y suele tardar en venirme, así que la espero como agua de mayo. Con la sangre empiezan los días buenos, es un alivio enorme”.

La angustia de Violeta llega al punto de tratar de provocarse la bajada de la menstruación mediante métodos caseros: “Me di cuenta de que beber un poco de alcohol, supongo que por el efecto vasodilatador, a veces propiciaba que me viniera la regla, así que cuando estoy harta de esperar me tomo un chupito buscando que ocurra".

"También leí que era aconsejable hacer contracciones con el vientre antes de dormir y en ocasiones me ha funcionado. Si contraigo la barriga bruscamente varias veces en la cama, puede que me despierte con el dolor abdominal que indica que ya llega. No siempre funciona pero por si acaso, cuando estoy desesperada, lo intento”.

Ninguna de las entrevistadas cree que los síntomas del síndrome se acentúen con el tiempo, sino que es una cuestión de acumulación, de agotamiento: “Es la repetición constante lo que hace que se vuelva tan cansado. Los sentimientos como la tristeza, la contrariedad o el enfado pueden ser interesantes, pero mezclados con la pesadez física y a base de repetirse todos los meses, aburren muchísimo. Sólo quiero que se acaben”.

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