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PUEDE SUPONER UN ARMA DE DOBLE FILO

Chicos, chicas, drag queens o transexuales: hablamos con personas a las que el maquillaje les cambió la vida

La finalidad del maquillaje no es la de resaltar la belleza y camuflar imperfecciones, aunque pueda servir también para eso. Se trata de una forma de expresión personal y artística. Resulta terapéutico, transformador y entraña un gesto de cuidado pero también guerrillero, capaz de otorgar fuerza y confianza. El proceso resulta clave.

-RuPaul’s Drag Race

RuPaul’s Drag RaceGetty Images

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La primera vez que una amiga me maquilló a los quince años me puso toda la cara marrón, me perfiló los labios de un color oscuro y los rellenó de uno claro, eligió el turquesa para los ojos y mucho colorete.

Yo estaba encantada, me sentía otra persona, no podía parar de mirar el espejo para apreciar todos los cambios. Entendí rápidamente que no era un asunto frívolo, que su uso entrañaba grandes potencias.

Miguel tiene ahora treinta y cinco, acaba de vivir la misma experiencia por primera vez y está asombrado ante los efectos transformadores sobre su estado de ánimo y su actitud: “Lo probé sin esperar nada, sólo por ver cómo me quedaba, y me sorprendió mucho, noté una gran alteración. Sentí que podía convertirme en otra persona, en cualquiera que se me antojase. Resultó muy divertido y liberador. Estoy deseando volver a hacerlo”. Lore reconoce sentirse genial, “no sólo por el resultado sino por el proceso creativo, es muy desestresante y libero ansiedad”.

En general no se trata de belleza. Helena Exquis lo explica de forma muy certera: “Es un ritual que me hace sentir bien, pero también siempre ha tenido mucho de pintura de guerra. Para mí lo más importante en el día a día es ponerme eyeliner, que es lo menos natural del mundo”.

Para Aida, el maquillaje ligero resulta “homeopático”, mientras que un trabajo elaborado es un asunto serio, un rito iniciático en el que aparcas tu yo habitual frente al espejo para convertirte en otra cosa. Gracias a este truco, Aida sale de la piel para acceder a otros mundos. El proceso siempre resulta clave y, con frecuencia, cuando la finalidad es asistir a un evento, ha sido más interesante la preparación que el acontecimiento en sí. Estrenar una sombra dorada con música en el cuarto de baño puede superar con creces a toda una fiesta de Nochevieja, por ejemplo. Se trata de una opinión extendidísima.

El proceso es crucial pero las referencias son importantes, ¿en qué o quién pensamos cuando abordamos nuestro rostro lavado e hidratado como si fuese un lienzo? ¿Películas, moda, arte, youtubers? Yo empecé a entender los mecanismos de los ojos ahumados viendo cómo entrevistaban a Sasha Grey mientras una maquilladora profesional le pintaba un rostro nuevo.

A raíz de aquello me aficioné a ese tipo de entrevista a actriz porno en camerino, porque sus estilismos suelen ser bastante excesivos y eso siempre divierte, y de ahí pasé a mirar tutoriales más específicos. Ver episodios de ‘RuPaul’s Drag Race’, el reality donde se compite por ser la próxima superestrella drag, es una fuente inagotable de hipnotismo, ideas y trucos. Kim Chi o Miss Fame son grandes exponentes en el arte de esculpir las facciones a base de fantasía y mucha técnica.

El lado oscuro del maquillaje se manifiesta cuando se convierte en obligación. Entonces pesa en la cara como un litro de aceite. A María le gusta darle a la cosmética sólo si se siente inspirada o si va a acudir a un evento que le haga ilusión, pero detesta que le exijan una apariencia determinada en un entorno laboral o social: “Durante años trabajé en una tienda de ropa y tenía que acicalarme muchísimo todas las mañanas. En esa situación no lo disfrutaba nada y estaba siempre deseando desmaquillarme en el propio autobús. Le cogí manía, sobre todo porque significaba levantarme una hora antes y era muy estresante”.

Para Aida la situación es similar, si la obligaran lo odiaría, pero con la correcta libertad resulta un acto glorioso. Helena Exquis trabaja en una tienda de cosméticos precisamente pero le permiten lucir la imagen que prefiera y no le supone un problema. También hay quien lo disfruta cada vez.

La fotógrafa e ilustradora Marina Concejero se recuerda deleitándose en el proceso desde la más tierna infancia, “le cogía a mi madre las pinturas y me encantaba hacerme maquillajes muy elaborados y perfectos sólo para mí. Nunca me ha supuesto una obligación social, pero no tengo claro si es porque me gusta tanto el tema”.

En este punto absolutamente todas las entrevistas coindicen: hablar del asunto resulta delicioso. Productos, texturas, estéticas, trucos, preferencias. A Marina le pirran los looks cinematográficos del pasado con raya negra y labios rojos. Su mayor referente es la fabulosa drag queen Violet Chachki. Jessica se ha basado últimamente en la película ‘The love witch’ y agradece cualquier excusa para darle a la fantasía. Nunca se cansa y siente que, más que alterar su estado de ánimo, el maquillaje lo refleja. Si está de mal humor lo elige menos amable o divertido, mientras que si el plan le apetece, acaba aplicando colores alocados.

Julián tiene cuarenta y dos años y emplea gran parte de sus tardes libres en probar una ilusión detrás de otra desde hace dos décadas. Con peluca o sin ella, unas veces se hace fotos y otras sencillamente admira el resultado en el espejo unos minutos antes de deshacer la obra completa y empezar una nueva desde cero. Practicar sin parar es la clave de la maestría y le gusta experimentar a nivel Divine, alterando sus rasgos y expresiones profundamente. Le resultan fascinantes esas horas en el tocador, y le sirven para diseñar al detalle sus looks para ocasiones especiales.

Helena Exquis suele buscar inspiración en los años sesenta pero también mira el canal de YouTube de Dandelion April para aprender a crear maravillas propias de ‘Supervixen’ o ‘Showgirls’. Gracias a este tipo de tutoriales nuestras habilidades han mejorado estratosféricamente, pero además resultan relajantes y placenteros, dando lugar a abundantes ataques de ASMR, la cosquilleante respuesta sensorial meridiana autónoma.

En el siglo pasado no había otra forma de aprender más allá de los cursos, los libros dedicados al tema, la imitación y, sobre todo, el método autodidacta, a menudo catastrófico. El primer contacto de la ilustradora Alba Blázquez con el maquillaje fue abusivo: base que no era su tono y lápiz negro rodeando todo el ojo, consiguiendo el clásico efecto mapache que se extiende por toda la cara. A estas alturas lo considera un arte más y disfruta regalándose de vez en cuando sombra de ojos con purpurina, pestañas postizas y productos que no usa en el día a día pero que le sirven para experimentar, igual que los lienzos y acrílicos.

La iniciación de Elena, que ahora tiene veintisiete años, tuvo lugar en primero de ESO, cuando era gótica y llevaba los labios pintados de negro a clase. Desde entonces se ha maquillado prácticamente a diario. Empezó como una forma de expresión relacionada con la pertenencia a tribus urbanas (no se puede ser siniestra sin un eyeliner bien marcado, reflexiona), y a estas alturas se ha convertido en un ritual largo y complejo cargado de placer.

Con ella hablo también de que, aunque en general no se trate de belleza, el uso continuado puede dar lugar a una extrañeza ante el rostro limpio: “Considero que el maquillaje puede llegar a convertirse en un arma de doble filo, como los filtros de Instagram. Ayudan tanto a verse bien que una puede acabar encontrando su rostro natural algo decepcionante. Si un día sales de casa con la cara lavada y te preguntan sobre posibles enfermedades o falta de sueño llega a hacer mella. Lo acabas convirtiendo en un parche y un escudo en lugar de un complemento”. Lore coincide en este punto y reconoce que, una vez empiezas a dominar las técnicas, al no ir maquillada “te ves como una patata”.

Como mujer transexual, Dannara mantiene una relación complicada con la cosmética que va del amor apasionado al odio y la desgana. A veces es cuestión de supervivencia. El vello facial dificulta la aplicación de la base y no puede evitar rascarse los ojos. Esto la conduce a notarse a veces con una careta.

Por otro lado, puede llegar a sentirse más ella misma, menos invalidada ante la sociedad, lo que supone un pequeño descanso para la complejidad de su vida. A pesar de esa dualidad, le encanta probar maquillaje sobre sí misma y sobre los demás, adora los tutoriales de Ratolina, su mayor maestra, esperó con ansia el lanzamiento de Fenty Beauty y planifica sus looks más espectaculares con esquemas y diseños específicos, aunque cuando llegue la hora tal vez no le apetezca ponerse ni corrector. ¿Qué más da? Planificar forma parte del proceso, y el proceso, como hemos aprendido, es puro placer.

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