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CUANDO LAS MUJERES COSIFICADAS REIVINDICAN SU POSICIÓN FRENTE AL MUNDO

Las candidatas de Miss Perú 2018 lo que denuncian es que ser mujer en Latinoamérica es una actividad de riesgo

Algunas Misses engrosaron las cifras que este año han tenido a bien denunciar las candidatas de Miss Perú 2018. María José Álvarez Alvarado, Miss Honduras 2014, una estudiante humilde a la que encontraron sepultada bajo tierra junto a su hermana Sofía. Mónica Spear, Miss Venezuela 2014, la mataron durante un atraco, y Génesis Carmona, Miss Turismo Carabobo 2013, murió al recibir un balazo en unas protestas antigubernamentales. Y esto solo en 2014.

-Miss Perú 2018

Miss Perú 2018Agencias

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“Soy Camila Canicoba, de Ucayali, y represento al departamento de Lima. Mis medidas son: 2.202 casos por feminicidio reportados en los últimos 9 años en mi país”.

Así se presentaba esta aspirante a Miss Perú 2018. En esta ocasión, en lugar de comentar cuáles eran sus medidas, algo habitual en estos concursos, aludió al número de asesinatos machistas en Perú.

Y tras Camila, se sucedieron el resto de intervenciones del resto de las 23 participantes en el certamen. Con 'What About Us', de Pink de fondo, todas siguieron contestando con las cifras de las violencias hacia las mujeres sufridas en su país y en sus respectivas regiones. Parece que algo se ha revuelto en el reino de las coronas en Latinoamérica.

La iniciativa ha sido incitada por el propio concurso, según explicó Cristian Rivero, organizador del evento que comenzó el pasado domingo. Este año, el certamen se había propuesto enviar un mensaje contra la violencia que invade Perú.

Y parece que algo ha conseguido llamar la atención. El vídeo de las intervenciones está siendo aplaudido en cada rincón de Internet. Sin embargo, resulta bastante chocante que en estos concursos se incluya un discurso explícitamente político, y sobre todo, referido a las mujeres.

¿Qué sentido tiene denunciar la violencia machista desde un podio en el que se trata a las mujeres como objetos? ¿Qué cambio se quiere propiciar cuando la cosificación de la mujer es la punta del iceberg de estas violencias?

Lo cierto es que no podemos desprendernos del contexto que rodea a los certámenes de belleza en Latinoamérica. Por un lado, no hay pueblo, carnaval u organización que no tenga su propio concurso; iniciar carrera en ellos es accesible. Pero también, muchas mujeres ven en ellos la forma de labrarse un futuro cuando el suyo lo ven incierto.

Así, muchas jóvenes sin grandes oportunidades recurren a ellos con el sueño de ascender de clase social. Y cuando se llega a cierto punto de la andadura, además de los premios en metálico, muchos incluyen becas de estudios en escuelas y universidades de prestigio que pueden otorgar una salida más allá del mercadeo de la belleza.

Ser Miss es una profesión de riesgo

Con esa promesa de un futuro mejor, algunas Misses han engrosado las cifras que este año han tenido a bien denunciar. Es el caso de María José Álvarez Alvarado, Miss Honduras 2014, una estudiante humilde a la que encontraron sepultada bajo tierra junto a su hermana Sofía.

Pero no fue algo asilado ese año; de hecho fue el tercer asesinato de una Miss: a Mónica Spear, Miss Venezuela 2014, la mataron durante un atraco, y Génesis Carmona, Miss Turismo Carabobo 2013, murió al recibir un balazo en unas protestas antigubernamentales. Y esto solo en 2014.

¿Cómo se relaciona todo esto? Es fácil: las violencias contra la mujer, esas que se denunciaban durante la gala de Miss Perú 2018, son las que están detrás de todo esto.

Son las responsables de que en primer lugar, algunas jóvenes sin demasiados recursos tengan que recurrir a exhibir sus cuerpos en aras de la belleza para conseguir un estatus más estable. Porque son las salidas más plausibles para una mujer. Y justo por eso, y fruto de la cosificación, muchos se creen que son objetos que pueden poseer y dominar.

Ser Miss en Latinoamérica se ha convertido en una actividad de riesgo. Ser mujer es una actividad de riesgo. Quizás, que estos concursos alcen la voz contra las violencias es un buen altavoz para concienciar a más gente.

Y también, puede que sea la mejor forma de fagocitar un discurso que se encuentra en la opinión pública para vaciarlo de significado en un entorno que reproduce esas propias violencias. Ya veremos.

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