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TRES TAXISTAS MADRILEÑOS DESMONTAN LOS TÓPICOS DEL COLECTIVO

Así es ser taxista en Madrid, la ciudad del mundo con más taxis por habitante

¿Fachas? ¿Malhumorados? ¿Devotos del ambientador de pino y los respaldos con bolas de madera? Cuatro taxistas madrileños desmontan los tópicos del colectivo y nos desvelan las mejores anécdotas de su vida al volante. También las peores.

-Imagen de un carril taxi

Imagen de un carril taxiEFE / Archivo

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“La primera vez que vine a Madrid, hubo algo que me llamó la atención. ¡Las calles estaban llenas de taxis! ¡Por todas partes! Y la mayoría estaban vacíos. ¿Para qué queréis tantos?” Cuando un viejo amigo llegado del otro lado del charco me hizo esta pregunta hace años, me encogí de hombros. “Debe ser que la gente va mucho en taxi”, contesté.

Por aquel entonces, no sabía -ni me importaba, en realidad- cuántos taxis circulaban por mi ciudad. Me parecía normal ver atascos formados por miles de ellos en busca de clientes. Hoy que conozco el dato, encuentro normal que le llamara la atención a aquel amigo: la capital de España es la ciudad del mundo con más taxis por habitante.

Más taxis por habitante que en Nueva York

¿Es posible? Lo es. Cuando hablamos de taxis todo el mundo piensa en Nueva York. Pero Madrid, con cinco millones de habitantes menos, tiene 5.000 licencias más. En total, cerca de 18.000 vehículos, si sumamos licencias y taxis piratas. Según las patronales del sector, sobran alrededor de 10.500 licencias para estar al nivel de Nueva York (1 taxi por cada 630 habitantes) o París (1 por cada 694).

Al taxista madrileño todo esto le preocupa. Y le cabrea. Como también le cabrea la irrupción de sistemas como Uber o Cabify o la gestión del gobierno municipal, éste y el anterior. Le cabrea, también, pasarse el día enfrascado entre el tráfico. Y a ese cabreo monumental no ayuda escuchar emisoras de radio cuyos locutores emiten más bilis por minuto que CO2 su tubo de escape.

Desmontando el estereotipo

Pero esa es sólo la imagen estereotipada del taxista que tienen los madrileños. La realidad es que, dadas las dimensiones del sector, hay tantos tipos de taxistas como de ciudadanos: de derechas, de izquierdas, avinagrados, amables, respetuosos u hostiles.

Algunos aman la música (una vez acabé cantando a dúo con uno canciones de Depeche Mode), otros adoran el sonido del claxon. Por eso decidí buscar a un nutrido grupo de taxistas para que me contaran de primera mano cómo es eso de estar metido en un armazón de metal y entre el tráfico durante demasiadas horas al día.

Borrachos de madrugada

“Llegué al taxi por casualidad”, me cuenta Daniel, de 40 años y con 12 de experiencia al volante. No es un taxista cualquiera: a través de su blog 'Ni libre ni ocupado' contó al mundo durante ocho años sus aventuras.

“Con el tiempo fui perdiendo el interés por el taxímetro y centrando la atención en mi espejo retrovisor, lo que supuso el empujón definitivo para mi vocación de escritor. Miles de artículos y dos libros después (y un tercero en camino), sigo pensando que el taxi es una fuente de inspiración literaria inagotable”.

Además de inspiración, y como todo taxista, Daniel encontró en el taxi infinidad de situaciones desagradables. “Lo peor son los borrachos de madrugada que pierden las formas: hay que andar con mucho ojo. Conviene recordar que los taxistas prestamos un servicio público, y a veces es inevitable verte envuelto en situaciones desagradables”.

“Un hombre sufrió un brote psicótico en el taxi y empezó a escuchar voces que decían que yo quería matarle”

Pero la peor experiencia no se la brindó un borracho. “Una vez llevé a una pareja, y en plena M30 el hombre sufrió un brote psicótico: comenzó a oír voces en su cabeza que le decían que el taxista, o sea, yo, quería matarle. “El hombre intentó abrir su puerta para lanzarse a la autopista. Afortunadamente la mujer consiguió sujetarle a tiempo y yo frené como pude echándome al arcén”.

No todo es negativo. “El taxi me aporta más buenos momentos que malos. Por ejemplo, gracias a escribir y publicar miles de anécdotas con mi taxi como telón de fondo, he cosechado un buen número de lectores y lectoras que a su vez me han procurado un buen número de anécdotas".

"Desde quienes que al reconocerme por la calle subían en mi taxi con el único propósito de escribir sobre ellos, hasta salvarme de una multa porque el agente de movilidad era fan de mis columnas, o esa lectora que, avatares del destino, se acabó convirtiendo en mi esposa y madre de mi hija”.

“Hay gente que se ha negado a subir al coche porque soy mujer”

Olga, que lleva 11 de sus 43 años a bordo de un taxi, también destaca el lado “emocionante” de su profesión. “Cada día es diferente: nunca sabes cómo acabará”, cuenta a Tribus Ocultas. “He terminado la carrera abrazando a una chica que iba a abortar. He hecho una sesión de karaoke con un chico camino de su sesión de quimio... Sólo con hacerles sonreír soy feliz”.

Entre los muchos usuarios que recoge, también algún que otro energúmeno. “Sí: he padecido la discriminación: hay gente que se ha negado a subir al coche porque soy mujer. Así de estúpido y machista”, denuncia.

Uber, Cabify… y la precariedad

David, de 46 años y con 16 de experiencia como taxista, reflexiona sobre la situación del sector. “Es un momento duro en el que se propician situaciones ad hoc para la entrada de plataformas

sustitutivas del taxi. En Madrid no hay un monopolio, sino una competencia brutal entre más de 15600 taxis, con una más que demostrada sobreoferta de servicio”.

Olga señala a las citadas plataformas. “Han llegado imponiendo sus propias normas, evadiendo

impuestos y con el beneplácito de las administraciones, mientras nosotros estamos asfixiados a impuestos y totalmente regulados”, denuncia. “Es una situación difícil”.

En opinión de Daniel, “la supuesta innovación tecnológica o la mal llamada economía colaborativa que ahora exhiben por bandera no es más que una excusa para tapar lo que, a mi juicio, es su auténtico propósito: cambiar el modelo económico a un modelo liberal que beneficie al intermediario a costa de precarizar al trabajador que, a la postre, es quien realmente presta el servicio”.

También hay lugar para la autocrítica. “El sector necesita reciclarse, no tanto tecnológica como socialmente”, reflexiona David.” Hace falta un lavado de cara que cambie la percepción que se tiene de nosotros”.

“Es difícil conducir un taxi no menos de 12 horas diarias y que esta circunstancia no condicione tu carácter”

Y es que una cosa está clara: los taxistas, se justa o injustamente, a menudo arrastran mala fama. “Cada vez que un coche blanco con raya roja hace alguna acabamos tomando la parte por el todo, y parece que es culpa de todos los taxistas”, lamenta David.

“Esa asociación no se hace con todos los coches. No cabe duda de que si haces 200 kilómetros al día en la ciudad algún error cometes, pero también te hacen faenas. Más o menos siempre en la misma proporción”.

“Reconozco que es bastante difícil conducir un taxi no menos de 12 horas diarias durante 10, 15 o 30 años y que esta circunstancia no condicione tu carácter”, apunta Daniel. “En cualquier caso, este nuevo escenario de competencia directa con el sector VTC también ha motivado que, cada vez más taxistas, trabajen por mejorar su imagen”.

Olga lo tiene claro: la mala fama de los taxistas no está justificada “en absoluto”. Y va más allá: “Sólo por el mero hecho de circular con el taxi no te ceden el paso, o se pican. Todo cambia cuando llevo mi coche particular: ¿por qué será que en ese caso sí me ceden el paso?”, se pregunta.

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