TecnoXplora » CienciaXplora

Cosas que nos asombran

La emoción más poderosa no es el amor

Desde siempre, filósofos y escritores han sido fascinados por nuestra respuesta a lo sublime, pero hasta hace pocos años, los científicos apenas lo habían estudiado. Ahora se están dando cuenta de los profundos efectos que provoca el hecho de sentirse asombrado por algo. Puede cambiarnos, aportándonos una serie de beneficios como reducir el estrés y aumentar la creatividad.

Acercándonos al temor

Acercándonos al temor Pixabay

Publicidad

Pero, ¿qué emoción es la que nos provoca más energía? ¿El amor? Pues no. Es el temor.

En el mundo moderno, el valor de la palabra impresionante se ha desplomado - casi cualquier cosa puede ahora adquirir este epíteto. La buena noticia es que existen formas de aumentar esta poderosa emoción en nuestra vida cotidiana. Sin necesidad de ser religioso, únicamente una mente abierta.

Acercándonos al temor

¿Qué es ? ¿De dónde viene? Según el psicólogo e investigador Dacher Keltner de la Universidad de California en Berkeley (EE. UU.), el temor "es un sentimiento subjetivo arraigado en el cuerpo". En su estudio, presentaban dos evaluaciones centrales y presentes en todos los casos claros de temor: inmensidad percibida, y una necesidad de acomodación, definida como una incapacidad para asimilar una experiencia en las estructura mental actual.

La variación en el tono de las experiencias asombrosas o que nos provocan temor serían: amenaza, belleza, capacidad excepcional, virtud y lo sobrenatural. Esta perspectiva se deriva de una revisión de lo escrito anteriormente acerca del temor en la religión, la filosofía, la sociología y la psicología.

Los investigadores concluyeron que este sentimiento era más poderoso incluso que el amor.

La ciencia de temor sugiere que las oportunidades de temor nos rodean, y sus beneficios son mucho más profundos de lo que nos imaginábamos.

El temor es el sentimiento de estar en presencia de algo vasto que trasciende nuestra comprensión del mundo. Al principio de la historia de la humanidad, el temor estaba reservado para los sentimientos hacia los seres divinos.

El temor nos une a los colectivos sociales
El temor nos une a los colectivos sociales | Pixabay

En 1757, comenzó una revolución en nuestra comprensión del temor gracias al filósofo irlandés Edmund Burke cuyas investigaciones detallaron cómo sentimos asombro no sólo durante el ritual religioso o en comunión con Dios, sino con las experiencias perceptivas cotidianas: escuchar truenos, una determinada canción, la luz, la oscuridad... El temor se encontraba en la vida cotidiana.

Hoy en día, encontramos evidencia de asombro en muchas cosas cotidianas: contemplar el cielo nocturno y ver la lluvia de estrellas, ver a nuestro hijo pequeño decir su primera palabra...

Pero, ¿por qué el temor es tan fuerte? Una respuesta preliminar es que el temor nos une a los colectivos sociales y nos permite actuar de manera más colaborativa para hacernos más fuertes, mejorando así nuestras probabilidades de supervivencia. Esto desde una perspectiva evolutiva.

Lo cierto es que las experiencias momentáneas de temor estimulan la curiosidad. El temor conduce a las personas a descubrimientos de cambios de paradigma. Podemos citar a Darwin, Muir y Einstein, por ejemplo.

Y esta afirmación es importante pues nos encontramos en un momento en el que los adultos pasan cada vez más tiempo trabajando y desplazándose y menos tiempo al aire libre y con otras personas. Nuestra mirada se fija con grave frecuencia en nuestros móviles en lugar de fijarnos en las maravillas y la belleza del mundo natural o presenciar actos de bondad, que también inspiran asombro. La asistencia a eventos artísticos-música en directo, teatro, museos y galerías- ha disminuido en los últimos años. Al mismo tiempo, nuestra cultura se ha vuelto más individualista, más narcisista, más materialista y menos conectada con los demás.

Todo ello sugiere que pasos modestos hacia cosas que nos asombren o causen temor pueden tener un impacto importante en nuestro bienestar. Así que no subestimes el poder de la piel de gallina y busca activamente experiencias que nutran tu propio hambre de asombro, ya sea apreciando los árboles de tu barrio, una pieza compleja de música, patrones de viento sobre el agua o la nobleza cotidiana de los demás.

Publicidad