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INSECTOS COMO PATRIMONIO NATURAL

La mariposa española que desató la envidia (entomológica) de Francia

¿Hicieron alguna vez buenas migas los saraos reales y los gabinetes de historia natural? Hubo un tiempo en el que hasta la alta sociedad se dejaba seducir regularmente por los descubrimientos científicos y a su vez los científicos rendían pleitesía a los reyes a su manera.

Actias isabellae

Actias isabellae Wikipedia

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Podría decirse que durante el siglo XIX la botánica y la zoología vivieron una época dorada: los descubrimientos de los especialistas en distintos grupos de animales y plantas se consideraban una fuente genuina de innovación y progreso que se materializaba en nuevas medicinas o en un mayor conocimiento del control de plagas. Aunque España nunca se ha caracterizado por ser un país donde el progreso científico fuese una prioridad, no quedó excluida del furor decimonónico de enriquecer las colecciones de jardines botánicos y museos con más y más especímenes.

Uno de los científicos protagonistas de esta época fue el riojano Mariano de la Paz Graells, catedrático de zoología y director del Real Gabinete de Historia Natural en Madrid. Si bien no es tan conocido como otros científicos españoles, Graells es una figura importantísima de nuestra historia científica, a la que contribuyó con muchas publicaciones. Será recordado por asuntos tan diversos como la descripción de nuevas especies de plantas y animales, sus estudios de la filoxera de la vid (que por aquellos años supuso un problema económico tremendo)... y por las patillas más espectaculares que hayan podido llevarse jamás.

Graells protagonizó además un descubrimiento un tanto curioso: el de la que se consideró la “mariposa más bella de Europa”. La historia comienza cuando un colega físico le dijo que en los alrededores de La Granja (Segovia) había visto una mariposa similar a la Actias luna, una de las famosas “mariposas luna” norteamericanas.

Estos insectos, de tamaño más que considerable, eran muy conocidos ya en aquella época por los entomólogos debido a su gran belleza, pero que no tenía ningún pariente cercano entre la fauna europea. Cabe imaginar cómo a Graells se le hizo la boca agua de pensar que podría describir un animal tan exótico en el centro de la Península, así que durante once años consecutivos sus excursiones por el Sistema Central incluían el deseo de encontrar el esquivo premio entomológico.

El amigo físico de Graells tenía razón, y la perseverancia del riojano fue finalmente premiada cerca de Peguerinos (Ávila), donde encontró una hembra de una mariposa nocturna que, efectivamente, recordaba a las enormes mariposas luna americanas: unas grandes alas de color verde adornadas con cuatro llamativos ocelos.

Graells publicó su descubrimiento y bautizó a este animal, nunca antes descrito por la ciencia, como Saturnia isabellae en honor a la reina Isabel II. Esta moda de acordarse de los reyes a la hora de describir animales o plantas llamativos estaba a la orden del día en aquel momento, y sólo hay que acordarse, por ejemplo, del nenúfar gigante bautizado como Victoria amazonica en honor a la reina Victoria.

No sabemos a ciencia cierta si la reina se sintió especialmente halagada por el detalle, pero ahí queda el rumor de que en un baile en el Palacio Real llevó una de estas mariposas disecada a modo de adorno.

Lo curioso de este descubrimiento es que muchos entomólogos franceses, al parecer, pensaron que el descubrimiento de esta mariposa era en realidad, un fraude. Acusaron a Graells de ocultar información sobre su biología y costó varios años convencerles de la veracidad de este insecto. Curiosamente muchas de estas dudas se disiparon cuando esta mariposa empezó a encontrarse también en algunas montañas de Francia (las malas lenguas siempre dijeron que se introdujo de forma deliberada). Hubo incluso quien tuvo el atrevimiento de segregar a las poblaciones francesas en una especie diferente con el epíteto de galliaegloria ('la gloria de Francia').

Después de la muerte de Graells, la mariposa en cuestión pasó a ser conocida como Graellsia isabellae, o Actias isabellae en tiempos aún más recientes (en el mismo género que sus primas americanas), y comúnmente se la conoce simplemente como “graellsia”.

Aún hoy se la reconoce como una de las mariposas más llamativas de Europa, incluso a pesar de que pasara desapercibida para los entomólogos hasta el siglo XIX. Si bien no es una especie que se vea con facilidad, sabemos que está presente en varios sistemas montañosos de España (y sí, también de Francia) en los que sus orugas se alimentan de acículas de pino. En la actualidad se reconoce a la graellsia como una de las especies de insecto más emblemática de nuestra fauna.

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