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UN ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD DE MCGILL DE MONTREAL DA LA RESPUESTA

No todos somos avispados: ¿por qué hay personas que no entienden la ironía?

Tendemos a pensar que nos cuentan la verdad y el sarcasmo contradice el sentido que normalmente tendría una conversación. Estos dos factores complican la tarea de detectar la ironía y las mentiras, pero además hay que interpretar otras señales.

¿Siempre entiendes la ironía a la primera?

¿Siempre entiendes la ironía a la primera? Steve Snodgrass en flickr cc

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Una de las pegas que suelen atribuirse a WhatsApp es lo difícil que resulta expresar ironía en los mensajes. Escribes una frase y la envías. Y a continuación, ¿cómo avisar al otro de que no debe interpretarla al pie de la letra sino con un poco de humor? ¿La regla es añadir un emoticono sonriente a continuación? ¿Un guiño? ¿Agregar una nota entre paréntesis?

Las pautas en el mundo de la comunicación escrita no están claras, pero es que, incluso en el mundo real − donde puedes apreciar el lenguaje corporal de tu interlocutor − las reglas del sarcasmo no son universales. La culpa, además, no tiene por qué ser de quien lo utiliza: no todas las personas tienen la misma facilidad para detectar la ironía ni la mentira.

La explicación más simple es que “tendemos a pensar que las personas dicen la verdad la mayor parte del tiempo”, asegura Kathrin Rothermich, investigadora de la Universidad McGill de Montreal (Canadá) y coautora de un reciente estudio sobre percepción social.

“El sarcasmo y las mentiras piadosas parecen ir en contra de lo que debería estar pasando en una conversación”, continúa Rothermich. Si alguien está hablando sobre un tema serio, o su cara no expresa humor, ¿por qué deberíamos pensar en un principio que bromea?

Imagen sacada de uno de los vídeos, ¿está siendo sarcástica la chica de la izquierda de la foto?

Durante las interacciones comunicativas, las personas transmiten información por diferentes canales: damos pistas con el lenguaje que utilizamos, los gestos faciales, el tono de voz o el cuerpo. Todo ello forma parte del mensaje que el otro necesita traducir.

Rothermich y su colega Marc Pell aseguran que en la investigación en comunicación y percepción social suele olvidarse alguno de estos componentes, y han querido remediarlo.

Han dedicado dos años a elaborar nada más y nada menos que 920 vídeos cortos en los que actores interpretan distintos tipos de conversaciones. Las escenas, en las que hay sarcasmo, mentiras, bromas y diálogos sinceros, componen una base de datos que han bautizado como Interferencia Relacional en Comunicación Social.

En su producción han tenido en cuenta, además del lenguaje verbal y no verbal, las relaciones que unen a los personajes. Los comentarios entre dos personas suelen varían si les une un vínculo laboral, de amistad o familiar.


A las participantes femeninas en el estudio les costó menos detectar el sarcasmo.

El objetivo de su aportación es que los investigadores en comunicación, relaciones sociales y procesos cognitivos utilicen las imágenes en ensayos. El test resultaría especialmente útil en los estudios sobre enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson, o trastornos como el autismo. Para las personas con estas condiciones, detectar el sarcasmo, la ironía o las mentiras es más complicado.

Rothermich y Pell han realizado un estudio preliminar en individuos sanos para verificar la fiabilidad de su particular test. Mostraron las imágenes a 31 personas, que debían interpretar las intenciones de los protagonistas de cada vídeo, así como argumentar después qué les había llevado a sacar conclusiones.

En la mayoría de los casos, los participantes detectaron cuándo alguien estaba burlándose del otro y las veces en que eran sinceros, pero les costaba un poco más identificar el sarcasmo. Curiosamente, al comparar los resultados obtenidos en hombres y mujeres, encontraron que a los varones se les daba peor que a las féminas.

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