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LO QUE SOMOS CON MÁSCARA Y SI MÁSCARA

Maskenfreiheit: somos una mezcla de identidad online y offline

No albergamos una única personalidad, sino varias, y unas personalidades son mejores que otras en función del contexto. En las redes sociales podemos ser más violentos y primitivos, pero al mismo tiempo empáticos en el mundo real. Eso se debe a que el contexto también nos define y moldea.

Somos una mezcla de offline y online

Somos una mezcla de offline y onlineAgencias

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La mayoría de nosotros tiene una vida offline, en el mundo real, en la que desplegamos un código moral y acatamos unas normas sociales. Paralelamente, mantenemos una identidad offline, en el mundo virtual, donde sólo mostramos lo mejor de nosotros mismos... y donde también podemos dar rienda suelta a algunas ideas o formas de proceder porque podemos ocultar nuestra cara o incluso nuestra verdadera identidad.

Cabría pensar, de hecho, que nuestra verdadera forma de ser es la que aflora online, lejos de los convencionalismos sociales... sin embargo esto no parece ser del todo así. En realidad, ambas facetas de nuestra vida son igualmente reales y se complementan, a la vez que ponen de manifiesto que la personalidad no es una entidad monolítica, sino fluida y fácilmente adaptable al medio.

Online vs offline

El término alemán 'maskenfreiheit' puede traducirse como "la libertad que confieren las máscaras". Cuando estamos fundidos en la masa o podemos ocultarnos del escrutinio de los demás, nuestra forma de comportarnos es distinta. La identidad se diluye con la masa debido al llamado efecto 'bandwagon', también conocido como el efecto de arrastre, y que es el responsable del éxito del argumentum 'ad populum'.

Sin embargo, cuando navegamos de forma anónima por internet, no somos nosotros mismos de una forma más pura u original que al estar expuestos al redil social. Sin nombre, ni cara, ni identidad, nos convertimos en realidad en versiones primitivas de nosotros mismos, un fenómeno que algunos expertos atribuyen a una falta de empatía que procede de comunicarse a través del ordenador o el smartphone.

Porque nuestra empatía aflora cuando podemos ver, escuchar o incluso oler cómo nuestras acciones han originado daños a un tercero, algo que no está al alcance de nosotros cuando interactuamos con los demás a través de una pantalla y un teclado.

Es decir, que nuestra falta de empatía en determinados contextos habla tanto de cómo somos tal y como habla de nosotros nuestra empatía en otros contextos, por ejemplo en el mundo real.

Tal y como explica Martin Lindstrom en su libro 'Small Data', "ésta es la paradoja del comportamiento online. No somos nunca nosotros mismos en las redes sociales, y cuando nos comunicamos anónimamente, el resultado carece de cualquier contexto que nuestras vidas offline pudieran ofrecer y enriquecer. Online, lo que dejamos tras nosotros es en gran parte pensado y estratégico, mientras que los interiores de nuestras neveras y cajones de nuestros armarios no lo son, ya que nunca se pensó en exhibirlos públicamente".

Vasos comunicantes

Dicho de otro modo, decir que somos más nosotros mismos offline u online es como decir que somos más nosotros mismos en una reunión de negocios, en una cita romántica o en un entierro. Todas ellas son facetas de nuestra personalidad que se adaptan al contexto y que exigen contraprestaciones -por ejemplo, en un entierro trataremos de evitar reírnos-. De igual modo, en un contexto online podremos ser más crueles con otra persona porque ni siquiera somos conscientes de quién es en realidad, la cosificamos.

Y todo eso sin contar que hay vasos comunicantes entre el mundo online y offline y que se retroalimentan. Por ejemplo, si obtenemos mayor grado de respeto o admiración online, ese incremento de nuestra autoestima asociada también quedará reflejado en el mundo offline.

Por ejemplo, en un estudio del Virtual Human Interaction Lab de la Universidad de Stanford se asignaron diversos avatares -que iban desde los más corrientes hasta otros más atractivos- a un grupo de voluntarios, y se estudió cómo interactuaban con los otros avatares. Los avatares atractivos mantenían una distancia interpersonal menor, hablaban más de ellos mismos y, en general, mostraban un mayor grado de confianza que los avatares más corrientes.

Lo más interesante es que, tras la experiencia con un avatar atractivo, los usuarios desplegaron mayor confianza en sí mismos tras abandonar el juego. Y ese efecto tenía lugar con independencia del atractivo en la vida real de los usuarios.

Este cambio tan rápido en el comportamiento en función de la percepción de nuestra apariencia fue bautizado como 'efecto Proteo', en honor al dios de la mitología griega que podía cambiar voluntariamente de aspecto.

Porque así es nuestra personalidad: cambiante, maleable, adaptativa y múltiple. Atrás quedaron las ideas románticas y simplistas del tipo "yo soy así, así seguiré, nunca cambiaré". Nuestro verdadero don es que somos camaleones sociales, lo que permite lubricar las relaciones con nuestros semejantes a la vez que prosperamos en nuevos entornos.

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