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PERCIBIMOS EQUIVOCADAMENTE NUESTRO PESO

Los hombres creen que están delgados, las mujeres, gordas (y las dos cosas son malas)

Una parte importante de los hombres con sobrepeso e incluso obesos considera que su peso está más o menos bien. Hay una tendencia igualmente inquietante en un amplio segmento de mujeres de peso normal o más bajo consistente en errar el diagnóstico de su peso en la dirección contraria.

Báscula

BásculaAgencias

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En general, los padres subestiman el peso de un niño y sobreestiman sus necesidades alimentarias. Esta tendencia, aunque en apariencia es baladí, en realidad influye en mayor o menor medida en la forma de comer de las personas el resto de su vida, así como a la hora de conformar su autoimagen.

Estas tendencias, además, crean problemas graves de salud pública, pues gran parte de los mensajes para comer bien y más sano los escuchan las personas equivocadas en vez de las que podrían beneficiarse de ello.

Por ejemplo, cuando las campañas contra la obesidad auguran un incremento preocupante obesos, amén de enfermedades asociadas como diabetes o cánceres, muchas mujeres de peso normal consideran que esa crítica va por ellas. Por el contrario, muchos hombres obesos consideran que el mensaje no les concierne.

Hombres obesos

La subestimación del propio peso es entre el doble y el triple en hombres que en mujeres, según un estudio a gran escala sobre la percepción del peso realizado en 16.000 estadounidenses adultos. Concretamente, el 43% de los hombres que tenía sobrepeso consideraba que su peso era correcto, y el 12% de los obesos señaló que su peso estaba más o menos bien.

No es una tendencia exclusivamente estadounidense, pues en otro estudio australiano se llegó a conclusiones muy parecidas. Y eso a pesar de que cada vez hay más obesos en el mundo: una de cada tres personas, es decir, 2.000 millones en todo el planeta, sufren ya de obesidad o sobrepeso, según datos de un nuevo estudio publicado en la revista 'The New England Journal of Medicine'.

Mujeres delgadas

En el caso de las mujeres, la mayor parte de ellas se clasifica como del grupo de la que sufren sobrepeso u obesidad, cuando en realidad no es así. Esta inclinación tan acentuada en las mujeres, que incluso distorsiona cómo perciben partes concretas de su cuerpo, es lo que se denomina dismorfia corporal. El problema es que esta clase de ansiedad de aspirar a la perfección física no se limita exclusivamente a quienes sufren de trastornos alimentarios.

Así por ejemplo, el 72% de las mujeres universitarias de seis campus estadounidenses consideraba que sus muslos eran demasiado gruesos frente solo al 12% de los hombres universitarios que lo creían, según un estudio del año 2003. Igualmente, las mujeres sufren mayor incomodidad y vergüenza a la hora de que las pesen en una báscula que los hombres.

Estas tendencias son mucho más agresivas en la adolescencia, sin embargo se perpetúan el resto de la vida. Y, si bien es cierto que las chicas tenderán con los años a comer más saludable (más ensaladas, por ejemplo) que los chicos (menos verdura y fruta), estos intentos en realidad no son muy eficaces: sus ansias por estar delgadas finalmente propiciarán comportamientos alimentarios poco saludables, como la anemia provocada por el exceso comida vegetariana no equilibrada.

Por consiguiente, parece que el problema nutricional de ambos sexos excede los márgenes de la educación o la información: también tiene que ver con cómo nos tratan nuestros padres, nuestros semejantes y la sociedad en su conjunto. Atajar el problema requerirá por tanto soluciones creativas que tengan en cuenta todas las variables.

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