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¡WHAT A GRIMA!

La grima solo existe en castellano: ¿es una emoción o una respuesta involuntaria?

No hay un término equivalente a grima en inglés ni en alemán. Un reciente estudio, en el que participan investigadores españoles, sugiere que esta desagradable sensación no constituye una reacción refleja, sino una “experiencia emocional”.

Estudios anteriores han relacionado la grima con el instinto de supervivencia

Estudios anteriores han relacionado la grima con el instinto de supervivenciaFranckMichel/Flickr

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Imagina el chirrido que se produce al arañar una pizarra. Acciones tan inofensivas como morder la piel de un melocotón o rozar con las uñas una sábana pueden convertirse en un auténtico suplicio para muchas personas. La desagradable respuesta del organismo a estos sonidos y percepciones táctiles (incluso su mero recuerdo) se conoce como grima o dentera.

Aunque a los españoles estas palabras nos suenan de lo más natural, lo cierto es que no existe un término específico para designar tan molesta sensación en otros idiomas, como el inglés o el alemán. Si la buscas la traducción en un diccionario, probablemente la encuentres como un sinónimo de asco o de escalofríos.

Tan insólito resulta el fenómeno que un equipo de investigadores españoles, alemanes y estadounidenses se ha planteado si lo que experimentamos cuando sentimos grima constituye una emoción totalmente distinta a esas otras con las que se relaciona. Para comprobarlo, han realizado un estudio cuyos resultados recogen en un artículo publicado recientemente en 'Frontiers of Psychology'.

Cómo describir la grima

Estos expertos en psicología comenzaron por preguntarle a un grupo de personas que hablaban castellano qué significaba en su opinión sentir grima. Las respuestas más abundantes eran las que aludían a “una sensación desagradable”, “escalofríos”, “sonidos” y “repulsión”. A la hora de indicar qué situaciones les provocaban esos efectos, los participantes mencionaron chirridos y el roce de las uñas en la pizarra y otras superficies.

El siguiente paso consistió en poner a prueba a voluntarios alemanes e ingleses, cuyo vocabulario no incluye la palabra. Como no podían describirles exactamente la sensación, hicieron que la experimentaran. Les sometieron tanto a los desagradables sonidos que habitualmente provocan dentera como a otros estímulos que consideraron asquerosos o desagradables.

El objetivo era comparar su reacción de estrés a nivel fisiológico durante el proceso. En el caso de los chirridos que producen grima, el ritmo cardíaco de los voluntarios cayó ligeramente al principio para luego aumentar rápidamente antes de volver a su velocidad normal después de seis segundos. El patrón registrado al percibir las otras sensaciones era diferente: mostraba una caída más pronunciada y una recuperación más suave.

Sin embargo, los efectos en la conductividad eléctrica de la piel (otra variable que indica estrés físico) no variaron demasiado entre un caso y otro.

Sonidos como los producidos al apretar la tiza sobre una pizarra provocan cambios electrodermales consecuencia del estrés
Sonidos como los producidos al apretar la tiza sobre una pizarra provocan cambios electrodermales consecuencia del estrés | Katina Rogers/Flickr

¿Una reacción involuntaria?

Para continuar, el equipo de investigadores pidió a una parte de los participantes españoles que intentaran ignorar la sensación de grima, controlarla mentalmente. El grupo encontró entonces menos desagradables los sonidos que provocan dentera, un cambio que indica, según dice el estudio, que la grima no es una reacción refleja, sino una experiencia emocional que puede ser influenciada por el pensamiento.

Además, aunque los resultados sugieren que la grima se parece un poco al asco, no se trata de la misma sensación: difieren en términos de sus desencadenantes y la respuesta fisiológica que provocan.

Por curioso que resulte, esta no es la primera vez que el fenómeno inspira un estudio científico. Otro trabajo, ganador de un premio IgNobel en 2006, identificó el rango de frecuencias en que los chirridos son más molestos. Y uno posterior demostró que la amígdala es la parte del cerebro que responde a estos estímulos auditivos.

Sea una emoción o una respuesta totalmente involuntaria, y proceda de donde proceda en el cuerpo, lo cierto es que aún se desconoce por qué ciertos sonidos nos provocan tal aversión.

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