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CUANDO EL ESPACIO EXTERIOR ES LA ENFERMEDAD

Así es el síndrome de adaptación espacial, el mal que afecta a más de la mitad de los astronautas

Viajar al espacio exterior es uno de esos sueños alocados que todo el mundo tiene en algún momento de su vida. Ser libre sin las ataduras de la gravedad, ni las limitaciones de la superficie, tiene que ser una experiencia difícil de olvidar. Pero no sólo lo bueno, porque también tiene su parte mala.

Astronauta

AstronautaAgencias

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El 22 de diciembre de 1968 Frank Borman se despertó de repente en medio de vómitos y un fuerte ataque de diarrea. Algo escatológico, sí, pero nada demasiado sorprendente salvo por un pequeño detalle: Borman era uno de los tres pilotos de la tripulación del Apollo 8.

Habían pasado 12 horas desde el lanzamiento, quedaban casi 6 días de misión y todo el habitáculo se llenó de pequeñas gotitas de vómito y heces. Este creemos que fue el primer caso del síndrome de adaptación espacial y, como podéis imaginar, fue una fiesta sideral.

En aquella época no sabíamos ni que eso existía. Los tripulantes del Apollo 8 se las apañaron para recoger todo y, aunque Borman se opuso por vergüenza, mantuvieron una charla con el equipo médico. El diagnóstico en aquel momento fue una pequeña gastroenteritis. Hoy sabemos que los síntomas cuadran con el Síndrome de Adaptación Espacial, un problema que afecta levemente a la mitad de los astronautas y con severidad a aproximadamente un 10%.

Aquello fue algo realmente nuevo: la clave estaba en que en las anteriores misiones tripuladas los astronautas estaban amarrados y no podían moverse con libertad, lo que hacía que el sistema vestibular (responsable del equilibrio) tuviera menos problemas de adaptación.

En espacio nos hace enfermar

Los seres humanos, como el resto de la vida del planeta, hemos evolucionado con una referencia física inmodificable: la fuerza de la gravedad. De hecho, la gravedad es fundamental en nuestro sistema de orientación espacial y cualquier cambio en ese sentido choca con él de forma radical.

No nos habíamos dado cuenta porque, en fin, no nos habíamos alejado nunca lo suficiente de la Tierra como para notarlo. Pero una vez que lo estamos, el mareo, las náuseas y la desorientación vaya que si se notan...

Normalmente es una leve sensación de malestar que se pasa a las pocas horas, pero algunos astronautas pueden estar hasta cuatro días vomitando casi sin parar. El caso más extremo fue Jake Garn en 1985. Tanto es así que, informalmente, la NASA usa la 'escala Garn' para cuantificar la gravedad del SAE.

"Jake Garn estaba enfermo, estaba muy enfermo", explicó Robert E. Stevenson en una entrevista, "No sé si debemos contar este tipo de historias, pero, de todos modos, Jake Garn ha batido todas las marcas del cuerpo de astronautas porque representa el nivel máximo de SAE que nadie puede alcanzar. De esta forma, estás totalmente enfermo y no poder hacer absolutamente nada es 1 Garn. La mayoría de chicos solo llegan a una décima de Garn como máximo. Dentro de los astronautas siempre será recordado por eso".

Cómo curar el SAE

Esta pregunta atormentó a los equipos médicos de la NASA durante años. Tanto que tras el Apollo 8 y el Apollo 9 empezaron a vetar a todos aquellos que daban muestras de mareo (aunque fuera leve) durante alguna prueba previa.

Lamentablemente, esa tampoco era la solución. Y, como vemos con Garn, el síndrome siguió haciendo acto de presencia.

¿Entonces qué? En general, los medicamentos contra el mareo suelen funcionar, pero no están recomendados. Los expertos coinciden en que lo mejor es adaptarse. Es, por así decirlo, el precio fisiológico que hay que tenemos que pagar por aventurarnos allá donde nunca había viajado nadie antes. Y es un precio que algunos están dispuestos a pagar de forma gustosa.

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