Huelgas, protestas, represión y falta de libertades. En la España de 1977, los trabajadores necesitaban toda la ayuda que pudieran conseguir por eso acudían a los pocos despachos que existían como el del número 55 de Atocha.

La muerte de Franco no había puesto punto y final a la dictadura. Seguía habiendo una violenta división ideológica en España que acabó por estallar la noche del 24 de enero de 1977, con la matanza de Atocha. Las terribles imágenes que se recogieron aquella noche las grabó Tino Calabuig para el colectivo de cine de Madrid, un grupo de artistas vinculados al Partido Comunista. Cuando llegó con su cámara, ni siquiera habían limpiado la sangre: "Las imágenes son tremendas".

Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid, también tendría que haber estado en el despacho laboralista de Atocha el día de los asesinatos. Tenía prevista una reunión pero, a última hora, la cambió a otro lugar cercano. Una llamada de teléfono salvó a Carmena de la muerte.

Gómez Chaparro fue el juez que empezó la instrucción del caso Atocha, un magistrado que durante años persiguió a los comunistas ahora debía investigar su asesinato. Algo que para muchos nunca llegó a ser posible.

Miles de personas salieron a la calle en silencio para homenajear a los abogados asesinados en el despacho de Atocha. Se convirtieron en un símbolo por la libertad. "Era impresionante ver el desfile de miles de coronas", explica a laSexta Columna Pérez Lara, encargado de organizar la seguridad del funeral.

¿Y los autores e implicados en una de las tragedias más duras de la historia de España?

Fernández Cerrá es uno de los autores de la terrible matanza de Atocha. Era un militante de Fuerza Nueva y, según el informe médico del juicio, su personalidad lindaba con la de “los psicópatas fanáticos”.

A García Juliá no le había costado aprender el 'Cara al Sol'. A finales de los 70, él era uno más de aquellos jóvenes fascistas que alzaban su mano con entusiasmo y creció rodeado de los mensajes inequívocos del líder ultraderechista Blas Piñar.

Fernando Lerdo de Tejada no pudo ser juzgado por la matanza de Atocha. Le gustaba lo de alzar la mano pero no la uso para disparar en los asesinatos de Atocha. Esperó a los asesinos a la puerta del despacho y no llegó a cumplir condena.

El funeral de los abogados asesinados ayudó a diluir los temores del Ejército y de gran parte de la sociedad y se legalizó al PCE. Entre manifestación y legalización pasaron 43 días hasta que Adolfo Suárez dio el paso definitivo.

El único registro visual es el de los dibujantes de los periódicos cuyos lápices dejaron para la historia a los amigos de los condenados cantando el cara al sol o un joven haciendo el saludo fascista mientras llamaba "cerdos" a las víctimas.