Siria, Afganistán, Irak, Libia… Son países dominados por la violencia, lugares de los que, quien puede, huye. ¿Quiénes son los responsables de este éxodo? Los primeros, los que matan y dan la orden de matar, como Al Asad o ISIS.

Son responsables, pero no los únicos. Por acción u omisión también comparten responsabilidad otros rostros, los que miran a otro lado cuando suena el disparo. Reino Unido, Francia, EEUU, China, Rusia… La llamada comunidad internacional impulsó los cambios en estos países. Cuando el resultado no fue el que esperaban, los gobiernos se han movido entre la impotencia, la torpeza o el abandono, como en Siria.

La duda sobre Siria del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, contrasta con la claridad de un niño sirio que ha tenido que dejar su hogar: “Parad la guerra y nos quedaremos en casa”.

Las consecuencias son cuatro millones de sirios con su vida en una mochila. Muchos sueñan con llegar a Europa y varios miles ya lo han logrado. Están alegres porque no saben cómo funciona Europa. La UE ha redactado y firmado cartas, convenciones, convenios y protocolos de Derechos Humanos amparando a los refugiados. Pero no sirven de nada: la legalidad no siempre se respeta en Europa.

Legalidad y responsabilidad. A Europa le está costando asumir esas dos palabras, sus deberes con los refugiados, aunque algo quizá esté empezando a cambiar.

La foto de Aylan ha marcado un antes y un después en la crisis de los refugiados. Una imagen que podría estar cambiando la dirección de Europa. Las olas trajeron algo más que un cuerpo de tres años con una camiseta roja, trajeron la vergüenza y la humanidad. La sociedad se conmovió y se generó una ola de solidaridad ciudadana a la que intentan ahora subirse los políticos.

Esa solidaridad que se veía en las estaciones de trenes a donde llegaban, ya se había visto antes de la foto pero, tras la muerte de Aylan y su familia, la fraternidad eclosionó y se transformó en presión. Los gobiernos y las instituciones europeas se vieron obligados a reaccionar.